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Sábado 20/04/2024
 

La escritura perpetua

Raphael

Raphael ante 10.200 personas en el Palacio de Deportes de Madrid. Lleva 55 años sobre el escenario. El público entregado. Escándalo

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Raphael ante 10.200 personas en el Palacio de Deportes de Madrid. Lleva 55 años sobre el escenario. El público entregado. Escándalo. Chás, chás, chás, escándalo, esto es un escándalo, y ahí está Raphael, de negro, artista, como siempre, como nunca, es aquel, sigue siendo aquel, por él no ha pasado el tiempo, ni las enfermedades, ha pasado el público, ahora lo aclaman y lo siguen los hijos y los nietos de sus primeros fans, pero Raphael, eterno, es aquel, el que te espera, el que te ama.

Una buena canción es el recuerdo de un instante, de una persona, de un momento. Ahí está Raphael, decía, como el primer día que lo vi en directo, en el teatro Monumental de Madrid, donde pusieron uno de esos grandes carteles de los que antes se colgaban en las fachadas de los teatros, Raphael, rodeado de luces amarillas. O aquella noche de ‘Galas del Sábado’ que paralizó España, Laura Valenzuela y Joaquín Prat, y después de mucha espera, Raphael apareció en la pantalla de la tele desde lo alto de unas escaleras, cantando, el camino que lleva a Belén, porque casi era Navidad. Y ese capote de torero que cogió en El Rocío y se puso a torear sobre el escenario en un concierto en junio de 2009.

Pero vuelvo al recital de este viernes. Era una gran noche. Pasa la vida, pero no sobre Raphael, ni sobre su música, ni sobre su voz. Nadie resiste 55 años ante decenas de miles de personas si no es genial. Raphael ha vendido estilo. Pero sobre todo ha vendido voz. Y su música se coló en nuestras vidas desde una radio remota de la infancia. El triunfo de Raphael es también el triunfo de la familiaridad. Es uno más de la familia. Por eso, cuando en un concierto suena uno de sus temas clásicos, él calla, la orquesta toca, y el público canta. Sus últimos temas se han hecho intimistas y reflexivos. Y llevan dentro la melancolía del paso del tiempo y de las heridas de la vida. “Yo pasé de la niñez a mis asuntos”. O esa otra canción que habla de la soledad del artista tras los aplausos. O ese espejo que Raphael rompe con furia lanzándole un taburete. Porque Raphael, sí, ha sido un transgresor desde dentro, hasta que el espejo se ha hecho añicos. Cristales rotos. Y ahí se queda Raphael después de tres horas, aclamado, aplaudido, en otra gran noche, fue una gran noche, Raphael siempre, único, ahora y en los recuerdos, en la memoria, maravilloso corazón, maravilloso.

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