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Francisco González, nuevo académico con un discurso sobre la cartografía en el tiempo

Trasladó al numeroso público asistente al acto a la Edad Antigua, en las ansias del ser humano por descubrir nuevos mundos a través de los caminos abiertos

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Un momento de la conferencia de ingreso.

Hubo un tiempo en el que los mapas del mundo estaban repletos de grabados de animales fantásticos y legendarios, dibujados estratégicamente entre siluetas de tierra y mar que delimitaban los confines del globo terráqueo. Unos tiempos que se prolongaron desde el siglo X hasta la época renacentista, cuando la ciencia comenzó a abrirse paso decisivamente con el objetivo de plasmar unas guías con la mayor fidelidad posible y que permitiera a los barcos navegar por los mares, hasta esos momentos, desconocidos.

Fue entonces cuando las serpientes marinas, los peces gigantes, los leones acuáticos o el ‘Kraken’ (calamar gigante de la mitología nórdica) dieron paso a las coordenadas cada vez más fidedignas y a la cartografía técnica que hoy día rige el tráfico marítimo. Se perdió en creatividad artística, se ganó en rigurosidad. Precisamente de toda esa evolución trató el discurso de ingreso que el doctor en Historia Francisco González González ofreció el martes 25 de enero en la sesión pública y solemne que la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes celebró en el auditorio del Centro de Congresos ‘Cortes de la Real Isla de León’.

Una exposición con la que el profesor y conferenciante, experto en el conocimiento de las bibliotecas de la Armada por sus ocupaciones profesionales que desgranó su presentadora en el acto, María Elena Martínez Rodríguez de Lema, ingresó como académico correspondiente de esta institución académica, siéndole impuesta la medalla correspondiente y recibiendo el diploma acreditativo de manos del presidente de San Romualdo, José Enrique de Benito Dorronzoro.

Francisco González González, con dilatada experiencia gracias a su carrera profesional y a los estudios de investigación relacionados con temas como la archivística, la sismografía o su labor como responsable de la biblioteca y del archivo del Real Observatorio de la Armada  -todo ello reflejado en 19 libros publicados-, realizó una exposición previa a su nombramiento en la que, acompañado de profusas imágenes proyectadas, desgranó cómo surgieron aquellos mapas con todo un bestiario marino en ellos hasta las actuales cartas de navegación.

Para ello, trasladó al numeroso público asistente al acto a la Edad Antigua, en las ansias del ser humano por descubrir nuevos mundos a través de los caminos abiertos entre las infinitas masas de agua, aquellas navegaciones que comienzan a cobrar importancia a partir del siglo VIII antes de Cristo en el mar Mediterráneo, sin olvidar los escarceos en los desplazamientos marítimos de pueblos como el babilonio, el fenicio o el griego.

 La figura de Claudio Ptolomeo en el siglo II antes de Cristo cobró importancia en un momento de su discurso cuando destacó su papel en los avances de la astronomía y especialmente al realizar las primeras instrucciones para el trazado de mapas mediante las coordenadas geográficas. Evolución que en la Edad Media se ralentizó ante el regreso a los conceptos primitivos en los que se volvía al terraplanismo y se dio de lado a otros avances del conocimiento. Un Medievo «con un mundo agrario en el que los mapas no eran muy necesarios».

Tras destacar el regreso por el interés en la investigación marítima por el mundo árabe y la época renacentista, con la aparición de la denominada aguja náutica y los llamados ‘portulanos’, documentos manuscritos donde se plasmaban las localizaciones de los puertos marítimos y de interés, el conferenciante detalló cómo comenzó el desarrollo de este tipo de elementos y la influencia que sobre ellos tuvieron los descubrimientos de nuevos mares más allá de las aguas mediterráneas ya conocidas, como el Océano Índico y los mares lejanos del estrecho de Gibraltar, «donde ya algunos clásicos como Plinio el Viejo había escrito sobre extraños seres marinos, basado en la antigua teoría por la cual cada animal terrestre debía tener su equivalente en el mar».

El doctor Francisco González pasó entonces a describir cómo se plasmaron animales extraordinarios en los nuevos documentos que sirvieron de guía para el conocimiento del mar. La ballena, con los antecedentes tan particulares heredados con la historia bíblica de Jonás o San Brandán, el monje irlandés evangelizador del siglo VI que desembarcó sobre una ballena pensando que había llegado a una isla. «El ejemplo perfecto para alertar a los más audaces sobre los peligros más desconocidos, donde nada es como parece».

Los últimos siglos de la Edad Media fueron los más receptivos a la hora de desarrollar la idea del monstruo marino, aseveró el conferenciante, siendo habitual que los cartógrafos de los siglos XIV y XV reflejaran en sus trabajos imágenes de criaturas mitológicas procedentes del mundo clásico (sirenas, nereidas, tritones, etc.) como de la mitología escandinava como el ‘Kraken’ o calamar gigante. Se alternaba así la «habitual intención de ser lo más precisos posible en las coordenadas plasmadas como la creatividad artística de sus autores».

Aquella costumbre que sobrevivió décadas decayó con la llegada de los siglos XV y XVI, con el florecimiento de la imprenta como medio de reproducción de los mapas, dando lugar a la «revolución cartográfica del renacimiento», volviendo a cobrar importancia la geografía ptolemaica, redescubierta para el mundo occidental en el siglo XIV por el monje bizantino Máximus Planudes.

El descubrimiento de América, la llegada de Vasco da Gama a la India y los hallazgos terráqueos posteriores (la ‘Era de los Descubrimientos’) sirvieron para aumentar considerablemente el ámbito geográfico abarcado por el hombre y con ello las cartas de navegación, apareciendo mapas referenciales hoy día como como el de Juan de la Cosa.

El misterio que rodeó al descubrimiento del Océano Pacífico volvió a incentivar las leyendas de monstruos en aguas lejanas que los cartógrafos reflejaron nuevamente en sus mapas. No faltaron referencias en el conferenciante al llamado ‘Mapa Genovés’, obra anónima del siglo XV, o la copia manuscrita de la ‘Geografía de Ptolomeo’, conservada en la Biblioteca Nacional de España y considerada por algunos especialistas como el códice que recoge la colección con el mayor número de monstruos marinos representados en un documento cartográfico manuscrito, con 476 criaturas acuáticas.

La importante aportación que supusieron posteriores trabajos cartográficos realizados por el otomano Piri Reis, el sueco Olaus Magnus, el alemán Sebastian Münster o el belga Abraham Ortelius completaron la descripción de aquellos cartapacios marinos expuesta por Francisco González, que pasó en la parte final de su disertación a hablar sobre cómo la decoración más convencional -cartelas, paisajes, instrumentos de navegación, etc.- comenzó a sustituir a los dibujos de los monstruos marinos en los mapas, siendo relevante el papel de los cartógrafos holandeses en este sentido. No faltó la referencia a Vicente Tofiño y su ‘Atlas Marítimo de España’ (1787-1789).

Tras su discurso, se procedió a la ceremonia solemne de promesa de su nueva condición como académico correspondiente de San Romualdo.

 

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