Sí, de entrada tengo que subrayar que personalmente he sido algo así que censurado por vivir a mi aire cuando en más de una ocasión he intentado utilizar, por ejemplo, el ascensor del Centro de Salud de Huelva-Centro con una scooter homologada para disponer de una relativa libertad y autonomía en mis cotidianos desplazamientos y/o frecuentes visitas a este centro de salud o/u otras dependencias de las distintas administraciones. El problema del Huelva-Centro lo he resuelto gracias a la feliz iniciativa de la directora del mismo y en muchas ocasiones gracias también al personal de servicio en lo que suelen llamar el mostrador e incluso por parte del personal de seguridad.
Las cosas así no quieren decir que mi caso o mi situación personal dentro de ese grupo de personas con movilidad reducida sea un problema menor, pero sí la consecuencia de la falta de cumplimiento de la Ley que regula la accesibilidad a cualquier tipo de servicio público, por no decir los establecimientos públicos -me refiero a los centros comerciales- en los que los ascensores tienen más que suficiente capacidad para transportar varios carros de compras, mientras en los centros de salud -repito e insisto- el agravio no puede ser más cruel ante esos cómodos elementos de transporte entre plantas solo pensados, en la mayoría de los casos, para 4 personas. La Casa del Mar lo dice todo, al disponer de ascensores normales en su acceso tradicional y uno no hace mucho tiempo “modernizado” que antes permitía la entrada de una camilla sanitaria y ahora lo hace no sin requerir varias maniobras.
El más vivo ejemplo de la noche y el día lo tenemos en el edificio empresarial de INSUR, precisamente casi vecino de la Casa del Mar y Centro de Salud Huelva-Centro, para que no se confundan. Sí, sí y sí, así es como precisamente una empresa especializada ha cumplido algo más que con la simple legalidad -que ya es un decir- para dotar a este edificio de unos ascensores en los que precisamente tienen o pueden tener acceso, al menos, dos de esas scooters que por lo visto molestan y lo manifiestan al indicarme que para qué me he comprado un aparato “tan grande”. La respuesta la tenía y la sigo teniendo pero me la reservo, y no puedo reprimir mi gratitud y hasta felicitación a ese grupo empresarial que ha dotado a Huelva de un edificio variopinto en el que tienen ubicación varias consejerías de la Junta de Andalucía. Sí, bravo, bravo, bravo…
Sí, pero también surge el pero en cuanto se refiere a la Junta de Andalucía, que metió la pata -sí, así como suena- en el todavía flamante Centro de Salud de Isla Chica. Mi decepción y/o indignación no pudo ser mayor al comprobar las dimensiones del ascensor o ascensores. Vamos, como el de mi casa, construida hace 40 años -y en la que suprimieron el ascensor hasta el garaje y donde eliminar 5 escalones desde la calle fue una auténtica odisea durante dos años y medio-. ¡Sí, qué mundo! en el que meticulosamente se “planifica casi todo pero luego no se cumple”. Sí, ¿qué va a pasar en el nuevo Centro de Salud de El Molino, que dicen estará listo en poco más de un año? Me aterra saber que sigue la manía y la falta de sensibilidad si vuelven a incurrir en el mismo problema de los ascensores. De momento ya ha saltado la liebre en cuanto a su emplazamiento. A menos de un kilómetro de la Casa del Mar. Insólito pero cierto, pero ¡ojo! Que guste o no guste al vecindario, al menos que se cumpla la Ley en materia de eliminación de barreras arquitectónicas y, como leí días pasados, ha surgido la primera voz diciendo “no volvamos a cometer viejos errores”. El de los ascensores sería imperdonable y un desprecio más a la ciudadanía. ¡Ah! ¿Y qué dice a todo esto el Colegio de Arquitectos? A la hora de las licencias, ¿cómo valoran los ascensores?