Salvador Garrido es voluntario del Hogar La Salle, donde ejerce como responsable de comunicación. Esta mañana anda liado con un problema de conexión a internet en el despacho de dirección del centro, aunque lo que más le preocupa es el parte meteorológico, que da bastante lluvia para las próximas 48 horas y puede perjudicar al montaje de la Noche de las Estrellas, la ya tradicional convivencia y verbena solidaria que celebran en sus jardines poco antes de cada verano con el objetivo de recaudar fondos para mantener en pie un proyecto que ha ido a más cada año -y ya van quince-.
Finalmente, todos salieron ganando. El campo, que necesitaba las lluvias, y ellos, que tuvieron tiempo de acondicionar el espacio al aire libre de cara a la noche de este pasado viernes, en la que hubo fiesta, celebración y sentido de pertenencia a un “órgano muy vivo”, como lo califica su directora, Inmaculada Calderón, y también muy necesario, en función de la labor social que brinda, principalmente, al polígono de San Benito, pero especialmente a los jóvenes migrantes extutelados que han encontrado en las antiguas instalaciones del convento de las Oblatas un hogar provisional hasta que consiguen abrirse paso por sí solos en una tierra que intentan les sea cada vez menos extraña.
“El día a día es un poco de locura”, anticipa Calderón, que lleva algo más de dos años como directora del Hogar La Salle, donde relevó al hermano Juan Bautista cuando a éste le tocó la hora de la jubilación. “A veces traemos una idea de lo que quieres hacer en el día, o si hay previstas reuniones, pero al tener doce personas viviendo, más los cuatro hermanos de La Salle que establecieron aquí su comunidad, es como una casa normal. Un día uno que se levanta malo, a otro que hay que llevarlo a una cita, alguien te viene con un problema... Es un órgano vivo donde tenemos que tener la capacidad de adaptarnos a lo que llega como urgente”. El resto de asistentes al Hogar La Salle son los integrantes del equipo de trabajo, voluntarios para la cocina y para dar clases y personal de mantenimiento...
El centro dio sus primeros pasos atendiendo a adolescentes vulnerables, incluyendo extutelados que se habían quedado en la calle sin protección. “Se les daba formación, seguridad, se les ayudaba en el proceso de su legalización correcta en España”, relata Garrido. “También empezamos a prestar servicios a la periferia con talleres, cursos de formación, actividades... Es un centro abierto al entorno de San Benito y con la colaboración de Cáritas de San Benito. También tenemos un aula de convivencia con institutos para cuando expulsan a un alumno que vengan aquí para aprender el tiempo necesario”.
“Lo que es la asociación ha crecido mucho desde sus inicios hasta ahora”, explica la directora del Hogar La Salle. “Comenzamos como centro de día atendiendo a personas que venían de la zona de San Benito con ciertas necesidades y se crearon talleres ocupacionales y demás, y con el tiempo se empieza a observar que se atiende a muchas personas de origen migrante. Entonces, los hermanos, que acudían con los voluntarios y apoyaban desde otras comunidades de Jerez, deciden trasladarse aquí de manera permanente y se crea un hogar de emancipación para chicos extutelados mayores de edad, que por un periodo de unos dos años viven con nosotros y se intentan abrir camino en España”.
De esas doce plazas, seis están conveniadas con la Ciudad Autónoma de Melilla, y las otras seis son de libre adjudicación siguiendo unos protocolos de admisión. En algunos casos permanecen más de tres años, ya que algunos tienen que esperar tres años de estancia en España para tener sus papeles en regla “y hay que ayudarles a fortalecer el idioma, que hagan cursos y demostrar el arraigo, que ha hecho lo posible por integrarse en la sociedad”.
Normalmente las plazas conveniadas con Melilla son de centros de menores y la mayoría son marroquíes. “Terminan el sistema de protección y se les ofrece el programa nuestro, y si se adecua a sus necesidades se firma un acuerdo. El resto de plazas están abiertas a otras entidades sociales a través de un informe de derivación y el equipo educativo valora si cumple con el perfil. La mayoría suelen ser de otras partes de África, como Sierra Leona o Mali”.
“Lo primero que tienen que asumir -explica Calderón- es que esto no es un servicio de protección, sino que son adultos y aunque tienen normas, tienen obligaciones y tienen que ser protagonistas de su propio camino, aunque nosotros los orientemos y los apoyemos para facilitarles el camino. Su estancia es temporal y tienen que aprovechar al máximo los recursos de que disponen para lograr el objetivo que pasa por estudiar y trabajar”.
Pero el Hogar La Salle también sigue funcionando como centro de día en el que se ofrecen desde talleres ocupacionales a clases de apoyo para niños de 6 a 12 años derivados de Servicios Sociales y parroquias de la zona. “Ahora tenemos un taller de peluquería, otro de corte y confección y otro de fontanería. También tenemos cursos de orientación laboral que hacemos a través de subvenciones con entidades públicas o privadas. Son formaciones teóricas que después tienen un periodo de prácticas en empresas que les abren la posibilidad de una inserción laboral. Este año hemos hecho el de camarera de piso, con una inserción laboral del 55%. Ahora estamos desarrollando uno de comercio electrónico y marketing, para mujeres menores de 30 años en desempleo. Más adelante vamos a hacer uno de camarero y eventos especiales, y así van surgiendo diferentes proyectos”, resalta Inmaculada Calderón, que aspira, a futuro, poder reparar la piscina del jardín para los encuentros de verano, aunque, de momento pesan otras prioridades.
Quince años de experiencia
El punto de partida del Hogar La Salle se encuentra en el año 2008, cuando Michel Bustillo decidió impulsar, desde el Colegio de La Salle Buen Pastor, y de la mano del hermano Juan Bautista, la creación de una asociación con este mismo nombre que se dedicara a atender a adolescentes vulnerables; principalmente jóvenes abandonados y, también, extutelados. Sin embargo, desde que se contó con las instalaciones que cedieron las hermanas Oblatas se abrieron las posibilidades a la hora de prestar nuevos servicios a su entorno más próximo, el del polígono San Benito.