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Lo que queda del día

Uno vence raras veces

El estoicismo vuelve a triunfar desde la máxima de “cambia lo que puedas cambiar y acepta lo inevitable”. Y lo inevitable es la economía

Publicado: 01/08/2023 ·
23:59
· Actualizado: 05/08/2023 · 14:31
  • Christine Lagarde. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Un viejo amigo, argentino y futbolista, nos alentaba al inicio de los partidos contra equipos superiores con alguna que otra frase motivacional. En una de ellas sostenía que hasta el equipo más humilde podía ganarle al Real Madrid, porque hasta el peor equipo del mundo te va a generar, al menos, una ocasión de gol a lo largo de 90 minutos. Lo que tiene que hacer es aprovechar esa única oportunidad y, evidentemente, impedir que el Madrid sea capaz de marcar todas las que te cree en el mismo tiempo, que es lo verdaderamente difícil, si no un imposible.  

La mayoría de las veces, casi todas, va a perder, pero también prevalece la opción de lograr una remota victoria. Es la esencia del fútbol, lo que lo hace grande, lo que mantiene viva la esperanza de cualquier hincha, lo que lo vincula como símil a nuestras propias vidas. Creo que nos lo recordó antes de un partido de veteranos contra el Atlético de Madrid de Abel, Pantik, Sabas, Estebaranz... Tuvimos nuestra oportunidad y marcamos, pero ellos nos hicieron seis, y eso que jugaron andando. Sin embargo, aquella derrota -o “paliza”, que diría Pedro Pacheco- entraba dentro de la lógica y no hizo que perdiera valor cuanto nos contó antes de saltar al campo, puesto que ya a diario nos enfrentamos a todo tipo de imposibles.

Ese imposible ilumina también aquellas otras palabras de  Atticus Finch, el protagonista de la novela de Harper Lee, Matar a un ruiseñor, después de ser vilipendiado por su propia comunidad porque se ha encargado de representar ante el juez a un joven negro al que acusan con falsedades de violar a una muchacha. En un determinado momento, se ve obligado a explicárselo a uno de sus hijos. “Quería que descubrieses lo que es la verdadera bravura, en vez de creer que la bravura la encarna un hombre con un arma en la mano. Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”.

Nos gusta el fútbol porque es la vida misma y nos gusta leer porque, como recordaba hace poco Carlos Colón, citando a Cesare Pavese, “la literatura es una defensa contra las ofensas de la vida”. Ahora, en verano, en vacaciones, solemos hacerlo más a menudo, aunque no lleguemos al nivel de ciudades como Londres, donde un amigo sostiene que leen hasta las estatuas. Y leemos, no solo para cultivar nuestro intelecto, siquiera para entretenernos, sino por mera curiosidad, porque como dice un personaje de Paul Auster, “con la ira y la decepción no se llega muy lejos, pero sin la curiosidad está uno perdido”.

Los tiempos no están para mirar hacia otro lado, y ni siquiera es suficiente con abrazar el estoicismo, cuyo pensamiento ha vuelto a cobrar sentido y adeptos 24 siglos después en forma de consuelo y en respuesta a los cambios vertiginosos a los que nos enfrentamos en la actualidad, y desde la máxima de “cambia lo que puedas cambiar y acepta lo inevitable”. Y lo inevitable es la economía. No hay quien convenza de lo contrario a Christine Lagarde, que ha confundido la máxima de “dios aprieta, pero no ahoga”, con la que inspiró el título de una novela de Guillermo Fesser, Cuando dios aprieta, ahoga pero bien.

Así, hemos aceptado por inevitable que el tiempo de salario íntegro que dedicamos a pagar una vivienda en España asciende a una media de siete años y medio. O que el euríbor siga ascendiendo de forma vertiginosa: lo ha hecho en más de un punto desde enero pasado, cumpliéndose así las previsiones de quienes dijeron que en junio sobrepasaría el 4% y que seguiría ascendiendo el resto del año, lo que por ahora implica un coste extra de dos mil euros por cada cien mil euros de hipoteca para los que mantienen su contrato al tipo variable. Lagarde culpa a la inflación e ignora el “milagro español”. Solo le falta alentar el estoicismo, aunque eso solo te lo da una cuenta corriente saneada. Como escribió Leon Bloy “hay personas que basta con mirarlas a la cara para saber lo que piensa Dios del dinero”. Ella, además, sabe que rara vez venceremos. Ojalá, alguna vez.

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