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Viernes 10/05/2024  

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Wes Anderson o cuando el cine se convierte en audiolibro

Wes Anderson aborda de nuevo el universo de Roald Dhal con la adaptación de cuatro relatos que difuminan el límite entre uno y otro creador

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Wes Anderson ha conseguido una cosa maravillosa e inalcanzable para la mayoría de cineastas contemporáneos: basta un plano de cualquiera de sus películas para saber que es una película suya. Posee estilo a la hora de contar sus historias y a la hora de representarlas. Algunos las aborrecen y detestan; otros, directamente difieren de su estilo, pero lo posee y se aprecia cierta evolución a lo largo de su vistosa filmografía.

Uno de sus mejores trabajos, Fantástico Mr.Fox, es una película de animación basada en un libro de Roald Dahl, autor en el que reincide ahora con la adaptación de cuatro relatos convertidos en un mediometraje y tres cortos. Sin embargo, la forma en la que ha abordado el proyecto en su conjunto, más allá del perceptible estilo visual del director de El gran hotel Budapest, obliga a preguntarse en este caso en quién reside el mérito, si en Anderson o en Dahl, ya que en los cuatro casos se difuminan los límites entre uno -el cineasta- y otro creador -el escritor-. 

No solo es inevitable hacerse la pregunta, sino que viene provocada por la casualidad y por la curiosidad: en el mediometraje La maravillosa historia de Henry Sugar, el protagonista puede ver con los ojos cerrados, que es el mismo efecto que consigue Anderson con la puesta en escena de estos trabajos: pueden verse con los ojos cerrados, ya que bastan los descriptivos diálogos de cada personaje -como leídos literalmente del libro: actor y narrador- para seguir la trama. Anderson ha conseguido convertir su cine en un audiolibro, y no creo que sea una buena noticia, aparte de claudicar ante la magistral inventiva de Dahl, que es sobre quien decae finalmente la respuesta a la pregunta que debemos plantearnos como espectadores.

Es cierto que la composición visual de Anderson es prodigiosa, tanto desde el formato utilizado -16 milímetros- como hasta el uso del color y de los decorados móviles, y que se percibe su inteligente sentido del humor, pero todo queda diluido frente al poder cautivador de la pluma de Dahl, incluso resulta cansino, pese a la laboriosa escenografía y el excelente trabajo de su plantel, que se va alternando en los cuatro relatos -Ralph Fiennes, Benedict Cumberbatch, Dev Patel, Ben Kingsley y Rupert Friend-. Recomendable, sí, aunque mucho más los relatos del autor de Las brujas.

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