Medio millar de invitados esperaban en el aeropuerto de Lavacolla la llegada del avión papal, que aterrizó en medio de una densa niebla y con absoluta puntualidad.
El Papa saludó a los invitados que habían acudido a recibirle y, aún en el aeropuerto, bendijo a tres bebés que los agentes de seguridad acercaron a su papamóvil ante la emoción de sus madres.
Ya en su vehículo Benedicto XVI recorrió, protegido por más de 6.000 agentes, los once kilómetros que separan el aeropuerto del centro de la ciudad, salpicados de público. En el recorrido pudo escuchar el sonido de una banda de gaitas y ver los globos que un grupo de escolares soltaron a su paso.
La circulación en los accesos y el centro de la capital gallega no se vio afectada por la comitiva papal, incluso quedaban plazas libres en todos los aparcamientos habilitados por el Ayuntamiento, ni tampoco incidió especialmente la visita de Ratzinger en la ocupación hotelera, que no se incrementó en los grandes hoteles.
De hecho, se esperaba que esta visita atrajera a la ciudad a 200.000 personas, sin embargo, según indicó a Efe el presidente de la asociación de Hosteleros de Compostela, José Antonio Liñares, "no se han cumplido las expectativas iniciales" en este sector, quizá porque los turistas evitaron este fin de semana para "no sufrir los transtornos terribles" que genera la visita del Papa.
Uno de ellos fue no poder acceder a la catedral, impedimento que generó frustración en visitantes y peregrinos de varias procedencias que llegaron en las últimas horas a Santiago, sentimiento que conjugaron no obstante con la satisfacción de ver a Benedicto XVI.
Éste fue el caso de Marcos y Litiana, una familia peruana que eligió la plaza de la Quintana para saludar al Pontífice y que dijo estar "sorprendida" de que "no haya tanta gente".
La opción de la Quintana fue elegida por quienes no lograron acceder a la plaza del Obradoiro antes de las diez de la mañana, momento en que se agotaron las 6.000 localidades para el público, que se sumaron a las mil más para autoridades, y que obligaron a muchos a hacer guardia de madrugada por "curiosidad" o "fe".
No obstante, las calles aledañas a la catedral estaban vacías de gente incluso una hora después, sobre las 11:00 horas, y tan sólo las recorrían residentes, periodistas y efectivos de policía acompañados por una ligera llovizna propia de la estación.
Mientras los fieles aguardaban en el Obradoiro, un centenar de personas, en su mayoría mujeres de la Red Feminista Galega, expresaron en otra zona de la ciudad su protesta por la visita del Papa y pidieron una Galicia "laica y no patriarcal".
También quisieron mostrar su oposición a la visita tres jóvenes a quienes, en una plaza de Cervantes poco concurrida, varios agentes requisaron una pancarta con el lema "Yo no te espero". Tras pedirles su identificación, les advirtieron de que "una cosa es la libertad de expresión y otra la provocación".
La exaltación del ánimo y del espíritu llegó a las inmediaciones de la catedral al mismo tiempo que Benedicto XVI, sobre las 13:00 horas, cuando viajeros, fieles y curiosos esperaban entusiasmados en las plazas del Obradoiro y de la Quintana para saludarle y recibirle con saltos, vítores e interminables aplausos que el Papa devolvió agradecido con gestos de saludo y una perenne sonrisa.
Hubo quien quería hacer lo mismo en la plaza de la Inmaculada, la primera de las tres a las que accedió el Pontífice, pero fue desalojada por razones de seguridad y tan sólo fue amenizada por la banda de gaiteiros de la compostelana Colegiata do Sar y la alfombra floral de 120 metros cuadrados elaborada por gentes de Ponteareas.
Saltos, vallas y escalones sirvieron en la plaza de la Quintana para no perderse a Ratzinger, una verdadera devoción y emoción para lograr tocarle con cánticos de "¡Viva el Papa! y ¡Benedicto!".
Tras un almuerzo y un descanso, que se prolongaron media hora más de lo previsto, el Papa accedió en su vehículo a la plaza del Obradoiro y repitió las mismas muestras de cariño que profirió durante la mañana, esta vez acariciando a un bebé.
En esta plaza ofició la eucaristía pasadas las 16:30 horas, celebración que las 6.000 personas que pudieron acceder al recinto esperaron durante casi ocho horas.
El resto de ciudadanos que no pudo seguir la visita papal en el Obradoiro lo hizo, como durante la mañana, a través de grandes pantallas de televisión. Algunas de ellas, sobre todo los situadas en las zonas más alejadas del corazón histórico, no lograron seducir a un público masivo.