“El dolor es una inversión”, decía Helga, personaje de la excelente novela ‘Blitz’ (Anagrama, 2015), de David Trueba. Algo así debe pensar Nuria, la protagonista de ‘Los guapos’, la primera y brillante incursión en el teatro de David Trueba, escritor y cineasta de una rara y deliciosa integridad. Porque Nuria pretende convertir en inversión el duelo por la muerte de su madre. Ella y Pablo se reencuentran, a petición de Nuria, en el bar del barrio madrileño en el que pasaron su remota adolescencia en los convulsos años 80, y allí reabren heridas, hablan del presente y del pasado, como en un reloj de arena. Pablo se ha convertido en un reconocido abogado tras ganar un complejo caso en Estrasburgo colaborando con una ONG: “Ella fumaba porros y yo quería ser Felipe González” (afirma en uno de los muchos flashback de la función). Nuria ha seguido en el barrio áspero, en el fango y el desorden de la vida: “Yo a este barrio le tengo tirria, lo asocio a mierdas, a muchas mierdas”. Ambos quemarán su infancia en ese bar alrededor de un botellín de Mahou. Arrasan el presente mientras acarician los recuerdos. Nuria: “Él siempre se trababa al hablar como si las palabras se marearan en el trayecto del cerebro a la lengua”. Pablo: “Yo estaba enamorado de Nuria hasta el cuajo”.
En ‘Los guapos’ no pasa nada, pero ocurre todo, como en los libros del autor, porque entre los desconchones del desamor de los personajes se sucede una crítica suavemente ácida hacia este tiempo y aquél. La obra, que se representa en el María Guerrero, no persigue la intriga, sino la emoción, con continuas llamadas a la reflexión. Se trata de un texto delicioso, del sello inequívoco de este autor, con trazo sólido y envuelto en poesía canalla. ‘Los guapos’ es una obra guapísima. Con sorprendente giro final, como también suele hacer Trueba en sus artículos periodísticos. Los personajes hablan como personajes de teatro, aunque Nuria introduzca expresiones del ‘cheli’, aquel argot procedente de la Movida, el rock y los suburbios madrileños de los 80, que Francisco Umbral recogió en su ‘Diccionario cheli’ (Grijalbo, 1983). Excelentes Anna Alarcón y Vito Sanz, que ya fueron pareja en la película ‘A este lado del mundo’. En la obra está el presente y aquel tiempo de bajarse al moro y del caballito del diablo. De Alonso de Santos y de Fermín Cabal. El tiempo es la verdad, dirán en ‘Los guapos’. Pero el tiempo se traga las ilusiones como hacían con las bolas aquellas máquinas tragaperras. Tal como éramos.