El periodista y escritor Óscar Lobato vuelve a estar de estreno. Acaba de presentar su última obra, un libro titulado Las lágrimas de Iliria, una novela negra y de aventuras ambientada en una historia real. Durante la Guerra de los Balcanes se perdieron unos valiosos diamantes históricos sobre los que gira toda la historia que lleva consigo seis años de investigación.
Presentas libro, la sexta novela. Hay que dar la enhorabuena solo porque una editorial publique un libro a un escritor.
–Más que eso, es que estás viendo reflejo de la trayectoria literaria. Vas a los sitios y la gente te dice que se enganchó a un libro tuyo. Por ejemplo, una novela que pasó al principio desapercibida, Centaure, sobre tema ecuestre y que se desarrolla en Jerez, cuando llegas a la siguiente novela ves que hay muchos lectores de Centaure en la sala que se engancharon por otra novela totalmente distinto. Eso es lo gratificante. Ver que hay gente que te sigue desde hace tiempo. Pero es verdad que lo difícil no es escribir, es publicar.
Novela negra, lectura rápida…tu estilo.
–Es una novela negra porque ya en la novela negra se integra lo que antes era novela social y novela de aventuras. Es una novela periodística. Esto parte de una investigación que a mí me ha llevado seis años realizar y que está basada en hechos reales. Ha habido que ir a muchos sitios a comprobar muchas cosas. ¿Qué sucede? Que cuando tengo todo el trabajo realizado me encuentro en una tesitura: hacer un libro reportaje de más de 600 páginas contando la historia y lo que hemos sufrido para descubrirla, o directamente me planteo llevármela al terreno de la novela vertiginosa y utilizar la ficción como técnica de enganche entre los hechos reales. Eso es Las lágrimas de Iliria.
Otras novelas suceden en esta zona. Esta vez te vas a la península balcánica. ¿Por qué te alejas y qué se cuenta?
–El alejamiento ya pasó con La fuerza y el viento que transcurre por toda Europa y el Caribe. En este caso parto de un hecho cierto y real. En otoño de 1991 el ejército federal yugoslavo lanza un ataque hacia Croacia, que se acaba de proclamar nación independiente. El objeto de ese ejército era cercar todas las ciudades de Croacia. En una, cuando se empiezan a ver que caen cañonazos, empiezan a evacuar deprisa y corriendo de un museo que hay en la ciudad un lote de diamantes históricos para trasladarlos a Zagreb. Pero ese convoy, que hay que improvisar, es asaltado en el camino por una turba de paramilitares bosnios y de esos diamantes, conocidos como las lágrimas de Iliria, no se sabe nada durante años. Hasta que en 2005, en una joyería muy selecta de Bérgamo, en Italia, aparece en venta un diamante. Estos diamantes están muy bien documentados porque sus propietarios han sido reyes o emperadores. En el mundo de la gran joyería son diamantes tan documentados como pueden serlo los cuadros de firma en el mundo del arte. Aquel joyero reconoce que aquel diamante que le están vendiendo es un diamante histórico. Pide al vendedor un tiempo y en cuanto sale por la puerta llama a su mayor cliente, un banquero suizo, y le dice que hay un tipo que le ha ofrecido una de las lágrimas de Iliria. A partir de ahí se desencadena la novela. Lo que pasa es que ese banquero, que le dice a uno de los trabajadores de sus muchas empresas, un antiguo militar español veterano de la guerra de los Balcanes, que rastree ese diamante, que investigue quién es el que los tiene, si tiene el lote completo de seis diamantes y, si es cierto, que se los venda a él.
¿Qué muestras en este libro que no hayamos leído o visto antes?
–De diamantes lo ignoramos casi todo, yo el primero. Por eso fui aprendiendo con joyeros y especialistas en historia de la gemología. La historia de esos diamantes es fascinante. El que compra diamantes históricos no solo compra piedras más o menos valiosas, está comprando una leyenda. En torno a esa cuarentena de diamantes que se consideran históricos hay de todo: crímenes, asesinatos, adulterios, de todo. Todo eso se tarifa en el precio. Esto se desarrolla en un contexto real que es la desintegración de la antigua Yugoslavia, lo que aquí se conoció como la Guerra de los Balcanes, que en realidad fueron siete guerras una detrás de otra. Como música de fondo aparece como elemento recurrente aquella guerra porque ese militar participó en aquella guerra y tuvo una especie de hechizo contra él. Fue el único de los militares españoles enviado a ese conflicto que no pudo volver nunca a España. Este hombre hablaba serbocroata y entonces en territorio de conflicto, cuando tienes a los tuyos desplegados y tienes a alguien que hable el idioma y sea de los tuyos, evitas tener que contratar traductores autóctonos que pueden ser enemigos o ser presionados por el enemigo para que espíen.
Seis años de investigación, ¿es la investigación más larga que has hecho para escribir un libro?
–Sí. La fuerza y el viento tomó tiempo, fueron cerca de tres años. Pero a esta le pasaba algo tremendo. Yugoslavia ya no existe como país, existen otros países. Como la guerra aquella fue tan cruenta, tan dura y con la voluntad de exterminar a todo el que fuera el enemigo, una de las cosas que se exterminó fueron los archivos y centros de documentos. Alguien recordará todavía aquellas imágenes terribles de la biblioteca de Sarajevo siendo devastada por las bombas. Había que eliminar al enemigo, su cultura y su historia. Investigar allí tenía la dificultad de tener acceso a esos documentos. Afortunadamente pude echar mano de unos amigos. Y luego, además, había que ir a los sitios, comprobar que lo que me habían contado era cierto y buscar testigos.
Vamos, que no está pagado.
–Cualquier tipo de libro es un viaje en sí. Y el viaje de un escritor es el viaje que, por adelantado, van a hacer sus lectores. Hay un enriquecimiento personal en cuando a aprendizaje de cultura, lugares, sitios interesantes, etc. Sobre todo es que, como uno es periodista hasta que muera, lo que hay es voluntad de trasladar allí al lector. Entonces, para eso, es preciso ir a los sitios y comprobar con exactitud si lo que sabes es correcto o no.