Fue con el filme "La conquête" (La conquista), en la que el director francés Xavier Durringer dramatiza los años que van de 2002 al 6 de mayo de 2007, justo el día en que Sarkozy alcanzó la jefatura del Estado en unos comicios presidenciales que arruinaron su vida conyugal.
Ahí le lleva Durringer al protagonista, en una cinta que pasa por el festival fuera de competición pero que los organizadores han programado sin que nadie más que ellos -es decir, que El Elíseo (sede de la presidencia francesa)- haya podido conocer su contenido.
La jefatura del Estado, el poder, "nunca tuvo el guión", declaró Durringer, quien dijo que la cinta "se rodó casi en secreto", precisamente para evitar influencias y manipulaciones como a las que se asisten en la película, donde Sarkozy y sus "sarko-boys" tienen a veces el aspecto de pequeños (o grandes) mafiosos.
Pero Durringer señaló que esto es ficción, se trata de una reconstrucción basada en hechos reales, contó el director, que no necesariamente tiene correspondencia literal con ninguna ocasión concreta y con tintes de novela policíaca.
El autor del guión, Patrick Rotman, agregó: "la realidad es mucho más fuerte que la ficción" y Durringer matizó que "los políticos se matan con palabras". Y es cierto que no hay armas a la vista, pero las lenguas están aquí más que bien afiladas.
Un actor de la prestigiosa Comédie Française, Denis Podalydes, se transforma (nunca mejor dicho tras ver el aspecto real del intérprete) en un Sarkozy ridiculizado por el presidente Jacques Chirac, quien constantemente le llama en el filme "petit Nicolas".
Un Nicolas empequeñecido por su ambición de poder, ridiculizado con las piernas colgando de un taburete en un plató de televisión cuando graba un pequeño mensaje de campaña electoral y abandonado por su esposa, Cécilia, quien regresa a su lado solo para darle el empuje final a la presidencia.
Patéticos. Así resultan todos los principales protagonistas de esta historia, ambiciosos contrincantes en la escena política gala, actores de cambalaches, zancadillas, miradas torcidas y palabras directamente insultantes, aunque dichas con todo el (falso) refinamiento del que pueden hacer gala algunos franceses.
"Nunca se trató de hacer un filme panfletario", se defendió en conferencia de prensa uno de los productores, Eric Altmayer, quien reconoció que han tenido cuidado en evitar las consecuencias jurídicas que tendrían alusiones a la intimidad de los personajes.
En esta película no se cita, por ejemplo, a la actual primera dama, Carla Bruni, ausente como el propio Sarkozy de un Festival que tiene a ambos en cartel, ella como actriz ocasional en la película de Woody Allen ("Midnight in Paris") que inauguró la muestra el pasado 11 de mayo y él en esta de Durringer.
Sorprendentemente, la conferencia de prensa de los actores, director y productores fue una de las que menos asistencia de periodista acreditados tuvo, después de que el estreno para la crítica y medios especializados finalizara con una tímida salva de aplausos.
Filme de consumo que se adivina esencialmente franco-francés, "La conquête" tiene el interés de apreciar un estilo de hacer política presuntamente ejercido por políticos en servicio -ahí radica el aliciente que pueda tener la cinta- y de observar una rivalidad, que por otra parte no es secreto para nadie, entre Sarkozy y el ex primer ministro Dominique de Villepin.
"Es una cinta en un 90 % fiel desde el punto de vista político", aseguró Durringer, en el sentido de que si las escenas no son literales, puesto que la mayoría son recreaciones y muchas ni siquiera existieron, sí dan el "espíritu" del discurso de sus protagonistas.
Alguna escena de la vida real, como la salida de Villepin del mar en la playa de La Baule, luciendo cuerpo como Daniel Craig en "Casino royale", dan lugar a una de las más patéticas protagonizadas entre él y Sarkozy. Ambos, en su ambición, dan pena, por ridículos.
La historia de "La conquête" siguió al estreno de "Pater", el otro filme sobre política francesa actual, protagonizada por Vincent Lindon y dirigida por Alain Cavalier, también una cinta que si gusta a alguien, tendrá casi necesariamente que estar muy interesado en los "pecadillos" de la alta clase política francesa.