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España

El tijeretazo

Y Sevilla, una vez más, sufre las consecuencias de la crisis, aunque ahora la magnitud del tijeretazo no tiene precedentes

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  • Tramo de la SE-40 -
Al igual que en los países de tradición cristiana la historia y el tiempo se datan en función de si los hechos acaecieron antes o después de Cristo, en la Sevilla contemporánea el hito de referencia sigue siendo la Exposición Universal de 1992. En los veinte años transcurridos desde el magno acontecimiento, la clase política toma como patrón de medida la Muestra para dirigirse al imaginario colectivo, a pesar de que toda una generación de sevillanos ha visto la luz después de clausurado el evento y no tienen ni vivencias del mismo ni consciencia de su importancia para la ciudad.

El exalcalde Monteseirín no se cansaba de repetir que el traje urbanístico, de infraestructuras y equipamientos confeccionado para la Sevilla de aquel entonces se había quedado pequeño y que como la ciudad había “roto las costuras” necesitaba de un nuevo ciclo inversor para recuperar el tiempo perdido, aun cuando fuera de nuestras fronteras provinciales seguía imperando la idea de que Sevilla merecía de un largo periodo de ayuno financiero para compensar el aparente río de millones que habría bañado el recinto de la Expo en la Cartuja, maliciosamente llamada ‘la isla del Tesoro’.

Promesas electorales
Durante la reciente campaña para las elecciones autonómicas del 25 de marzo, el presidenciable del PP, Javier Arenas, se remitió también a los fastos cartujanos para definir la situación de la capital andaluza y de su provincia y prometer un vuelco a la situación: “Mientras que con el PSOE todo está parado desde la Exposición Universal de 1992 -afirmó en un mitin en Mairena del Aljarafe-, con el PP todo irá hacia delante, con todas sus consecuencias”.
En esas fechas preelectorales, los candidatos del partido de Mariano Rajoy, los ministros andaluces que venían a apoyarles -Cristóbal Montoro y Fátima Báñez- y otros como Ana Pastor y Ana Mato, prometían inversiones de todo tipo en infraestructuras y equipamientos para despertar a Sevilla del letargo postExpo: la SE-40 con sus túneles al completo en vez de la reducción acometida en época de Zapatero para ahorrar costes; la financiación de la nueva barriada para los vecinos de Los Pajaritos; la autovía SE-35, sin la cual sería inviable la construcción de la segunda tienda de Ikea, conforme al compromiso del alcalde Zoido….

Sin embargo, tras las elecciones autonómicas del 25 de marzo y el consiguiente jarro de agua fría para el PP de Javier Arenas, por la insuficiencia de su victoria en las urnas al no obtener mayoría absoluta para poder gobernar, el Ejecutivo de Rajoy se vio obligado a destapar sus cartas y presentar los presupuestos más restrictivos de la historia reciente, obligado por Bruselas y los mercados.

Recortes sin precedentes
Y Sevilla, una vez más, paga las consecuencias de la crisis, aunque ahora la magnitud del tijeretazo no tiene precedentes: los 227 millones de euros en números redondos asignados en las cuentas públicas a Sevilla y su provincia para 2012 suponen una caída del 36,3% respecto de las inversiones programadas durante el precedente ejercicio de 2011.

Como viene siendo la tónica habitual en estos casos, el partido que sustenta al Gobierno y que antiguamente, cuando estaba en la oposición, criticaba la falta de inversiones oficiales en Sevilla, comulga ahora con ruedas de molino y justifica lo que entonces le parecía injustificable; y el partido que pasó del poder a la oposición asume el rol contrario. Así, el presidente del PP sevillano y alcalde de Tomares, José Luis Sanz, afirma que la provincia “vuelve a ser una prioridad tras el maltrato a que la sometió el PSOE y sube al puesto número 14 en las inversiones provinciales”.

Al presidente de la Comisión Gestora del PSOE de Sevilla, Manuel Gracia, las cuentas le salen de una manera muy diferente: “Los Presupuestos se ceban especialmente con la provincia, que está a la cola de la inversión per cápita, ya que ocupa el puesto 46 de 52”.

Esta inversión equivale a 143,80 euros por cada sevillano, cifra que en Andalucía sólo supera los 132,85 euros de los onubenses y los 101,09 de los cordobeses. Hace tan sólo cinco años, el Gobierno de la nación invertía 384 euros por cada sevillano. Y si se comparan magnitudes absolutas, los 277 millones de euros para 2012 equivalen prácticamente a las inversiones presupuestadas en 2002. La conclusión es obvia: hemos retrocedido al nivel de hace un decenio.

Un solo año
El problema de fondo es que en los veinte años transcurridos desde la Exposición Universal de 1992, con ocho años de gobiernos del PP y con doce del PSOE, sólo ha habido un ejercicio en el que Sevilla ha recibido de los Presupuestos del Estado una inversión superior a la media nacional: 2008 (Zapatero de presidente), con 848 millones de euros y, paradójicamente, el año en que con la quiebra de Lehman Brothers se fecha el inicio de la gravísima crisis económica actual.

Al margen de dicho ejercicio, Sevilla ha pagado la factura de dos crisis (1993-1998 y 2008-hasta hoy) y, en los años de bonanza, el complejo de culpa de la clase política por el aparente exceso de inversiones en la Expo, que en realidad sirvieron para recuperar el secular atraso histórico que en materia de infraestructuras sufrían la ciudad y la provincia.

En su día, el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Hispalense, Francisco Ferraro, calculó que el conjunto de las Administraciones Públicas había dejado de invertir en Sevilla y su provincia más de 6.000 millones de euros en este periodo o, lo que es lo mismo, para volver a ponerse al día y equipararse al resto de España en estos veinte años desde el 92, Sevilla necesitaría acumular un ‘extra’ de 6.000 millones de euros, pues no en vano sigue sin resolver muchas de sus asignaturas pendientes en infraestructuras y equipamientos.

Nuevos retrasos
El mensaje del Gobierno y del PP es que se mantienen todos los proyectos en marcha y que no se paraliza ninguno pese a la menor dotación presupuestaria, pero con la caída de la inversión respecto de presupuestos anteriores, que a su vez ya venían recortados debido a las circunstancias socioeconómicas, la culminación de las obras pendientes (ronda de circunvalación SE-40, ampliación del tercer carril de la autovía a Huelva, desdoble de la Nacional IV, línea ferroviaria de alta velocidad hasta Cádiz…) se dilata en uno o varios años más, mientras que en otros casos no se tienen noticias de partidas presupuestarias, salvo que, como suele ser habitual con cada partido político en el poder, se concedan luego durante el debate, para atribuirlas a enmiendas presentadas por parlamentarios de la provincia, a fin de que éstos puedan capitalizarlas ante el electorado.

Mientras no suceda tal eventualidad, de momento no hay un euro del Estado para ampliar la única línea de Metro existente y aprobada hace más de treinta años, ni el Museo de Bellas Artes; rehabilitar la iglesia de Santa Catalina y el barrio de Los Pajaritos; extender la línea ferroviaria del Cercanías más allá de la isla de la Cartuja, hasta el barrio de Los Remedios al menos; realizar el cuestionado dragado en profundidad del río Guadalquivir para complementar la nueva esclusa; tender de una vez las conducciones desde el pantano de Melonares hasta Sevilla, antes de que una nueva sequía ponga en peligro el abastecimiento a la ciudad; materializar la autovía SE-35; construir las comisarías de Policía pendientes desde la aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbana, y financiar al menos una parte de la ampliación del Palacio de Congresos y Exposiciones, conforme a la incumplida promesa de Zapatero en aquel mitin del Paraguas y por la que Rajoy no se ha sentido concernido…..

El dato de que sólo en uno de los últimos veinte años la provincia haya recibido una inversión estatal superior a la media nacional, unas veces con alguna de las crisis económicas como pretexto y otras porque la Expo-92 quedaba demasiado cercana en el tiempo, denota la escasa importancia que gobiernos de uno y otro signo políticos han otorgado a Sevilla, que va camino de un cuarto de siglo de condena a vacas flacas, una maldición muy superior a la profetizada en la Biblia, que era de tan sólo siete años

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