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Jueves 16/05/2024  
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¿Justificando inmoralidades?

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En el diario El Mundo del día 14 de este octubre, en la parcela Canela Fina, de Luis María Ansón, y con el título la Farsa del Premio Planeta, lo explica diciendo: “En la cena mañana del Planeta, salvo circunstancias imprevisibles, estará  en una de las mesas el vencedor/a del premio Planeta. El afortunado/a  sabe que va a ganar y el jurado también,  pero las votaciones sistema Goncourt se irán produciendo durante la cena”.
Eso significa que el premio ya  se dio antes de que se haya pronunciado el jurado. Y es que “la editorial desde hace bastante años elige a un novelista de renombre y le  propone escribir una novela para presentarse al Planeta”, opinando yo a este respecto que eso lo hacen sin que les dé vergüenza en ese manifiesto engaño para los demás presentados, siendo un número elevado de ellos al sobrepasar este año los quinientos.
“Y es que la mayoría de los miembros del jurado reciben una indicación de la novela preferida por la editorial”, que eso fue lo que llevó a Juan Marsé, a dimitir del jurado, ante tanta desfachatez, lo que le da la categoría de persona honesta y responsable.
Pero en una postura incomprensible después de este ataque a la Editorial Lara, del señor Ansón, sale en defensa de esas decisiones tan denigrantes: “Conocía ya la farsa del Premio Planeta, sin embargo, acepté presidir el premio Lara, porque me parecía y me sigue pareciendo conveniente que existan premio literarios de envergadura, lo cual es positivo para la  república de las Letras, aunque la elección del ganador sea una farsa”.
Y digo yo ahora que para mí esto último manifestado me resulta incomprensible, viendo como toma dos posturas contrapuestas, la primera denunciado el proceder de los dirigentes de dicha editorial, y la segunda justificándolo de alguna manera.
Mañana en fin se interpretará un año más la gran farsea del Premio Planeta, con beneficio, insisto, para la literatura española. ¿Es que aportó algo para esa literatura el premio que hace años se le otorgó a Camilo José Cela, que ni siquiera escribió nada, solamente  concedió que se pusiese su nombre en una novela mediocre, según ciertos críticos literarios? El señor Ansón en este artículo, en el que no está acertado, pretende denunciar un hecho muy feo, pero como él estuvo de presidente de dicho jurado durante un tiempo, a la vez quiere justificarlo, lo que no me parece correcto. Eso es engañar a los concursante que se han tirado un año o más tiempo escribiendo una novela para dicho certamen, como dijo Miguel Delibes, todo un caballero, cuando le propusieron que enviase una novela a la que se le concedería el premio, negándose  a ello.
Y después Ansón  justifica a la editorial, por las causas que fueren, como cuando dice: “El actual señor Lara es un empresario sagaz, que conoce como nadie las interioridades de las empresas. Por eso el éxito le acompañará casi siempre en sus aventuras empresariales”. ¿En qué quedamos don Luis María?  Está jugando usted, a ese sí, pero no, que confunde al lector, como cuando dice: “Yo sabía bien en qué telares se iba a tejer el premio Planeta, pero estaba de acuerdo en sumarme a una farsa que, en definitiva, favorece al mundo de las letras”. Para decir después, con bastante claridad, que si se retiró del jurado no fue precisamente por la farsa que estaba establecida, sino por otras razones diferentes, que las explica.
¿Si esto fuera así, como lo expone el señor Ansón y como anteriormente otros han dicho, no le dará vergüenza al ganador haber aceptado el premio que posiblemente no le correspondiera? ¿O es de verdad que a nadie le amarga un dulce venga de donde venga y que la cantidad de dinero a percibir es tan elevada que no es  para tener muchos escrúpulos? ¿Y cómo se debe calificar al jurado que se presta a ello?
No sé que pudiera decir a lo expuesto Fernando Sabater ganador del LVII  Concurso Planeta con la novela La Hermandad de la Buena Suerte y la finalista Angela Vallvey, con su original Muerte entre poetas, pero supongo que estarán muy calladitos, haciéndose los despistado, por así convenirles, y que los demás digan lo que quieran.

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