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Buscando el caño 18 para no morirse

El fango colmata la bahía, los barcos no flotan y los 800.000 euros invertidos en el náutico se van perdiendo por cada mes que pasa. Resumen de la Semana Santa. Más obras en calle Real. La juventud pide paso en las letras.

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Muchos se preguntarán para qué se construyó el club náutico y escuela municipal de vela de la Casería de Ossio. Las respuestas pueden ser diversas, según quien conteste, pero más de uno dirá que ese club se construyó para que se pudieran vender las torres de la Casería, que en principio eran siete, no lo olviden, y en la publicidad se vendían junto a un puerto deportivo, como si fuera puerto Banús.

Así lo piensan en el propio club vistos los antecedentes que de todas formas se encuadraban en una supuesta apuesta por volver los ojos al mar en una ciudad que siempre vivió de espaldas a uno de sus principales activos.

Ahí también entraba la construcción de otro club náutico, el de Puente de Hierro, muy cerca de la Casería y también con algo más que esa apuesta por las actividades marítimas. En este caso -o también, como el de la Casería- era a modo de compensación por quitar las chabolas bajo el Puente de Hierro para no afear el monumental Parque de la Historia y del Mar. Parque de la Historia que sigue varado y entorno del Puente de Hierro donde comienzan a reconstruirse más chabolas.

Y se hacen la pregunta de por qué se construyó porque se trata de un club que se ha dragado hace un año y que no va a aguantar otro año sin que se levanten los pantalanes.  Se hará un nuevo dragado y volverá a cegarse toda la zona, porque no es sólo el club náutico lo que se llena de fango, sino toda esa parte de la bahía. Y eso lo sabían cuando lo proyectaron.

Se ciega una parte de la bahía donde estaba la playa de La Isla, como recordarán los más antiguos. Y una parte de la Bahía en la que atracaban barcos considerables para transportar los productos de la antigua Constructora Naval. O sea, que una vez no hubo tanto fango.

¿Qué ha pasado para que aquello sean un fangal? Es el nuevo presidente, tras las elecciones que han tenido lugar recientemente, el que se hace primero una pregunta. Cuánto van a aguantar con el club abierto al paso que van, con cada vez menos socios y sin nadie que apueste de verdad por encontrar una solución definitiva, que la hay.

Sinforiano Flores Torres es el encargado de patronear una nave que se hunde en la tierra y cuya salvación pasa porque las autoridades tomen cartas en el asunto y vuelvan a hacer un dragado que dure seis o siete años. Esa sería una solución no sólo para que el fango no destroce los pantalanes, sino simplemente para algo tan imprescidible en  un club náutico como que puedan atracar los barcos. Y no se está hablando de barcos de gran calado.

Porque ahí está el quid de toda la cuestión. Si los barcos no entran porque no hay agua, los socios se van, los ingresos dejan de entrar en caja y es imposible no sólo acometer una obra de ese calibre, sino que “en cualquier momento nos pueden cortar hasta la luz”, dice el presidente.

Eso sería el principio del fin de una inversión de 800.000 euros, más de la mitad del Ayuntamiento a través de la empresa del suelo isleña y el resto de los socios. Y hay una inversión municipal porque aquello es una escuela municipal de vela, aunque va camino de convertirse en otro Parque de la Historia y el Mar, pero más barato.

Pero se decía antes. ¿Cómo es posible que la bahía se haya colmatado de la forma que muestran las fotografías? La respuesta es tan simple como la solución a los problemas del náutico y de la propia bahía.

Antonio Escudier, vicepresidente y comodoro del club, cree que el problema ha sido creado por el hombre y el hombre lo puede solucionar. Y el problema se llama campo de tiro fusil, no por el campo de tiro en sí, sino porque su construcción destruyó la comunicación de la bahía con el caño 18.

Si esa comunicación se restableciera, y ahora ya no hace falta el campo de tiro porque hay una galería, la naturaleza haría su trabajo y ni siquiera haría falta dragar para que el fango no levante los pantalanes y haga estragos en el club.

Lo que decía Antonio Escudier es que la naturaleza se encargaría de devolver las cosas a su sitio. Y también es la solución menos costosa, además de la más natural porque le hará un favor a toda la bahía. Eso sí, primero es necesario construir una escollera que proteja la zona de pantalones.

De todos es sabido que en el último medio siglo se han construido verdaderas presas a todo lo lardo del caño de Sancti Petri que han colmatado toda la zona norte y este de la ciudad a base de levantar puentes y otras infraestructuras. Quizá ya sea hora de comenzar a desandar el camino andado y que el puente Ureña vuelva a oir correr el agua renovada.

 

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