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El derbi de la nostalgia

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Comentaba José Antonio Carmona Otero el pasado miércoles en el programa Sportlandia de Ondaluz Jerez que para él era inimaginable que se pudiese producir otro enfrentamiento entre el Jerez Industrial y el Xerez Club Deportivo, ya que las historias de ambos equipos parecían imposibles de confluir. El Xerez Club Deportivo, tras ascender a la nueva categoría de Segunda B, al finalizar la temporada 1976/77, se consolidaba como el primer equipo de la ciudad. El Jerez Industrial se quedaba en Tercera y las vicisitudes de ambas entidades fueron bien distintas. Al Jerez Industrial se le birló la opción de jugar en el Estadio Domecq, se le echó, lo echó Pedro Pacheco a la sazón alcalde de la ciudad, por las bravas de las instalaciones deportivas y comenzó un peregrinar que propició la pérdida de aficionados, si no de corazón sí de asistencia, y también se vio impedido de estar en el primer plano informativo por aquello de que las diferencias de categorías cada vez eran más grandes- el Xerez en Segunda B y el Jerez Industrial en Regional, cuando no el Xerez en Segunda y el Jerez Industrial a caballo entre la Tercera y la Regional- y también los apoyos sociales de cada uno. Para colmo de males, cuando el equipo logró ascender por vez primera en su historia a Segunda División B lo hizo de la mano de Ricardo García y coincidiendo con el ascenso a Primera del Xerez Club Deportivo. Ricardo García le dio un nuevo tiro de gracia a la institución industrialista a la que dejó en la bancarrota y solo supervivió gracias al esfuerzo, el entusiasmo, la ilusión y la entereza de sus aficionados que lograron salvarlo de la desaparición y que retomaron el poder aunque fuese teniendo que comenzar desde la Regional Preferente, desde donde se ascendió y ahora se encuentra en la Primera Andaluza.
Primera Andaluza categoría en la que jamás se podía pensar que cayese el Xerez Club Deportivo y donde ha caído después de haber tocado la gloria deportiva de la Primera División y donde ha caído porque sus dirigentes han arrasado con todo lo que había en tesorería, porque sus dirigentes jamás miraron por los intereses de la sociedad y sí por el suyo propio y quizá porque, en un momento determinado, la presión social no fue la suficiente -tal vez por aquello de que los resultados deportivos impedían ver la espesura del bosque económico-  como para que los maldirigentes hubiesen tenido que coger la carretera de Sevilla para no volver jamás. Joaquín Morales, que fue el último eslabón de esa cadena de despropósitos institucionales que comenzó Luis Oliver, se vengó del xerecismo poniendo al frente de la entidad a un Ricardo García que llegó sin un euro y con un descrédito social ganado a pulso por su anterior etapa precisamente en el Jerez Industrial, al que dejó sin ni siquiera el sello para estampar en los documentos.  Ricardo García y su presunto grupo Energy llegó además con la nula colaboración de la Liga de Fútbol Profesional. Tebas ya lo había calificado de friki y Tebas se la jugó, y él sabía que se la iba a jugar y no dio el paso al lado que debió dar ni nadie le obligó, que esas es otra, con el asunto de la indemnización por el descenso. Tebas se la jugó y Energy no tuvo margen de maniobra económica, porque reitero que llegaba sin un euro, no tenían ni para pagar el café, y el equipo se vio arrastrado a un segundo descenso, de Segunda a Tercera y en Tercera, ya sin respaldo alguno, con el Ayuntamiento en contra, con la afición en retirada casi masiva apoyando el nacimiento de otro Xerez- el Deportivo Fútbol Club- para vivir un fútbol en libertad, sin las ataduras de empresarios que viniesen a lucrarse del  Xerez y no a favorecer al Xerez- y con las arcas más escuálidas que el bolsillo de un padre de familia en esta cuesta de enero, el equipo se vio metido en el último puesto del Grupo X de Tercera División y abocado a un nuevo descenso que le ha llevado en cinco temporadas de jugar contra el Real Madrid a hacerlo en la Primera Andaluza, con el máximo respeto a todos los equipos que compiten en la categoría.
Esta es la realidad lisa y llana del fútbol en Jerez, estas son las razones por las que ese inimaginable derbi del que hablaba Carmona Otero se ha convertido en realidad. Por eso Jerónimo Roldán, compañero y amigo, reconocía en el mismo programa que el ochenta por ciento de los aficionados que en la mañana de este domingo se citen en las instalaciones de La Juventud no habrán vivido jamás este derbi. Es imposible, porque todo aquel que tenga cuarenta y pocos años no lo  vivió y solo los que tengan, tengamos, más cincuenta años reviviremos aquellos derbis en una Tercera División extraordinariamente competitiva, profesional al cien por cien, con equipos que ascendían a Segunda División, que no tenían que pasar por esa Segunda División B que, con el tiempo dando la razón, fue una de las decisiones más desacertadas que se han tomado durante muchos años en el fútbol español.
Pero toda esa historia ha llevado al momento actual, a un derbi que muchos califican de descafeinado, porque ciertamente es un derbi en una categoría en la que jamás se habían enfrentando estos dos equipos y es un derbi sin que ninguno de los contendientes tenga el respaldo social que tenían en aquellos años 60 y 70. Unos siete u ocho mil espectadores asistían cada domingo a ver las evoluciones del Xerez y unos cuatro o cinco mil a ver jugar al Jerez Industrial. Había muchos que iban todos los domingos al fútbol y que, incluso, en muchos casos, eran socios de ambos equipos, algo que tampoco se entendería en estos tiempos por esa nueva afición que ha aflorado no solo en Jerez sino en toda España. Yo escribiría que es un derbi de la nostalgia, de unos tiempos futbolísticos que fueron mejores, sin que ninguno de los dos equipos estuviese en las categorías de élite. Es el derbi de la nostalgia por unos tiempos pasados que no fueron ni mejores ni peores, pero que eran totalmente distintos. Eran tiempos donde las opciones de ocio eran mucho menores, donde el fútbol y los toros acaparaban las atenciones todas. Donde o ibas al fútbol o ibas al cine, al Villamarta, en las tardes de los domingos. No había mucho más donde acudir. La entonces única televisión daba solo un partido en directo los domingos a las ocho de la tarde. Toda la tarde era para el fútbol, para ver al Xerez o al Jerez Industrial, para estar pendiente del Carrusel de Vicente Marco, maestro de maestros en la radio, o del Marcador Simultáneo Dardo, donde se iban poniendo los resultados, aunque te tenías que saber la publicidad que identificaba a cada partido y, para eso, la gente iba con el recorte de La Voz del Sur para ver cómo iban los marcadores. Eran tardes de fútbol y copa de anís o de brandy si hacía frío en aquellos bares que regentaba Pepe Mera. Eran tardes de cafetito en el descanso si tenías amistad con Cristóbal, el masajista del Xerez, o Filloy, el del Industrial. Eran tardes donde el fútbol comenzaba a las cuatro y hora y media antes los aledaños del Estadio Domecq se encontraban abarrotados de público esperando que abriesen las puertas; las puertas de entrada y también la puerta del pescueceo, por donde se colaba el ciento y la madre.
Era una vida totalmente distinta. Niños sin dinero que trepaban por las tapias, burlando la vigilancia de los grises, para poder ver jugar a sus ídolos. Eran tiempos donde todo era más sentimental, donde una derrota hacía que se rompiesen los carnets, aunque al otro día se fuese al club a decir que se había perdido.
Eran tiempos donde en los bares se hablaba del Xerez y del Jerez Industrial, donde los jugadores iban a los bares de referencia, la Moderna de Pacheco en el caso de los industrialistas y La Granja Soler en el caso de los del Xerez. Los jugadores se reunían a jugar a las cartas, vivían con los aficionados y las gradas del Domecq siempre tenía gente viendo los entrenamientos. Por la mañana entrenaba el Xerez y por la tarde el Jerez Industrial. Solo en la temporada 1968/69, cuando el equipo industrialista jugó en Segunda División entrenaron por la mañana los blanquiazules. Siempre el Jerez Industrial entrenaba por las tardes. Convivían los dos equipos en aquel Estadio Domecq que cayó víctima de la burbuja inmobiliaria, porque ese campo, remodelado convenientemente, podría haberse convertido en el Atocha de Andalucía, pero poderoso caballero es don dinero y arruinó el proyecto que había esbozado en su momento Gutiérrez Murillo.
Ese don dinero que ha sido el que ha llevado a la debacle al fútbol jerezano y que es el culpable, aunque los culpables tienen nombre y apellidos, de que este domingo 11 de enero de 2015, Xerez Club Deportivo y Jerez Industrial se reencuentren treinta y ocho temporadas más tarde en un derbi en las categorías regionales del fútbol. Algo que nadie podía prever pero que ha sucedido. Algunos vivirán algo nuevo, aunque sea descafeinado, y otros nos daremos un baño de nostalgia en una mañana donde el fútbol y solo el futbol, aunque solo sea por un día, debe ser protagonista.
 

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