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Moure justifica su repetición con un pregón para la historia

Mejora su versión de 1998 entremezclando sentimientos y vivencias con denuncia y crítica social

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Antonio Moure hizo malo el dicho de que segundas partes nunca fueron buenas, justificando con creces su repetición como pregonero de la Semana Santa de Jerez. Incluso, puede afirmarse que este pregón de 2015 fue bastante más completo que aquél de 1998. Si del primero quedaron para el recuerdo pinceladas de auténtica genialidad, el segundo se ha ganado ya un lugar en la historia por su rotundidad. El de ayer fue un pregón completo, donde no sobró ni faltó nada y en el que se entremezclaron las vivencias personales y cofradieras con los nombres propios, la autocrítica, la denuncia social e incluso algún que otro tirón de orejas a la jerarquía eclesiástica.

Moure parecía consciente de que el privilegio de disfrutar de una segunda oportunidad le obligaba de algún modo a no guardar nada en sus adentros. Inició su oratoria a las doce y media del mediodía, dirigiéndose al auditorio desde los medios y evocando a muchos de quienes le precedieron sobre las tablas del coliseo jerezano. Se defendió de quienes en estos últimos meses cuestionaron su nombramiento y agradeció al Consejo local de la Unión de Hermandades que no se “doblegase” ante quienes tratan de imponer un “pensamiento único” en la Semana Santa de Jerez.

Uno de los grandes momentos del pregón se produjo cuando realizó una serie de confesiones ante la Virgen de las Angustias acompañado de un piano y un clarinete. (“Virgen del Humilladero, dime qué nos ha pasado; junto a ti lo veo muerto y es su muerte mi fracaso”).

Poco después de bordar el pregón clásico con un romance a la Virgen de la Amargura, Moure abordó el tema de la homosexualidad con suma elegancia, de aquellos que “quieren a contramano”. Y advirtió de que “ya es hora de eliminar señales de prohibido el paso”, de que la Palabra de Dios “no se escriba” para estas personas “con minúsculas y demasiadas tachaduras”. A renglón seguido consideró “indigno” y “humillante” que la “pobreza severa” afecte “a más de tres millones de personas”, ofreciendo más datos “para nuestra vergüenza”.

Todavía quedaba lo mejor. Su canto a la Esperanza de la Yedra fue memorable, evocando su condición de antigua imagen titular de la Cofradía de los Dolores de Belén; el reconocimiento público a su amigo, el capataz Martín Gómez Moreno; el Prendimiento; la Soledad y Antonio Gallardo; el Cristo (“el Undivé de San Telmo”)..., y la denuncia y lamento público por haberse visto privado de vestir la túnica nazarena treinta años después por una planificación laboral que le obligó a trabajar la tarde del Miércoles Santo del año pasado, que le condenó a ver a su Nazareno Caído en las pantallas de “tristes televisores”.

Justo antes de esa crítica, Moure rescató de la memoria colectiva aquellos versos de las rosquillas que en 1998 dedicara a María Santísima del Dulce Nombre; y aún para el final quedaría otra de las piezas grabadas en el corazón de los cofrades: “Despierta Jerez, despierta...”.

Dos horas justas estuvo Moure ante el atril. No sobró ni faltó de nada. El cofrade de Las Tres Caídas demostró con hechos que si alguien merecía repetir como pregonero de la Semana Santa de Jerez, ese alguien era él. Se disiparon las dudas que pudieran existir en un principio. El Teatro Villamarta merecía comerse las rosquillas que en 1998 ya habían puesto en pie a la parroquia de San Miguel.

“He notado en cada aplauso el calor de la gente”

Antonio Moure reconoció estar “agotado” justo después de que se echara el telón del Teatro Villamarta, pero satisfecho con el resultado final de su trabajo, sobre todo porque todo salió “tal y como esperaba”. El pregonero agradeció además el respaldo del auditorio, confesando haber sentido “el calor de la gente en cada aplauso”. El obispo, José Mazuelos, subrayó la “buena armonía” entre prosa y verso y los apuntes de “humor” de Moure en algunos pasajes de su intervención; mientras que la alcaldesa, María José García-Pelayo, puso el acento en la “emoción” que había trasladado el pregonero, hasta el punto de confesar que en algunos momentos la había hecho llorar.

Antonio Moure fue presentado por su hermano Manuel, que estuvo igualmente brillante al evocar momentos vividos durante su infancia en la barriada de Picadueñas. La Banda Municipal de Música de Jerez, dirigida por Luis Román Cárdenas, interpretó las marchas Nuestra Señora de los Dolores, de Francisco Orellana; Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, de Francisco Herrera Míjez; y Soleá, dame la mano, de Manuel Font de Anta. 
 

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