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Vara de alcalde

La vara de alcalde en la procesión de la Patrona da carácter corporativo a la representación municipal y ha sido siempre un signo de unión de los dirigentes con su pueblo, muy por encima de las corrientes ideológicas

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El bastón de mando de la ciudad, vara de mando o vara de alcalde, también denominado manípulo, es una especie de pequeño báculo o bastón, corto y frágil, normalmente ornamentado con una empuñadura metálica, en plata o bronce, a veces acordonada, que los alcaldes sujetan en sus manos, y exhiben, durante los actos públicos solemnes, en los cuales es preciso, o corresponde, resaltar la presencia y el poder del cargo. Sus antecedentes históricos arrancan en las primeras civilizaciones, y actualmente son usados en todos los municipios españoles y de otros países por los alcaldes y los tenientes de alcaldes.
La vara del alcalde es hoy un símbolo representativo del poder de este cargo municipal, pero su origen fue otro muy distinto, y no simplemente simbólico del poder edilicio, sino eminentemente práctico y útil para el ejercicio de las funciones del alcalde en su etapa primitiva. Téngase en cuenta que en los inicios históricos del cargo, durante la alta Edad Media en la España musulmana, el alcalde, entonces denominado Al kadí (palabra proveniente del árabe y que significa el juez) era, como indica su nombre, el juez, el funcionario público que dirimía las controversias surgidas entre los ciudadanos, y como juez del lugar resolvía los desencuentros de los lugareños residentes en el territorio a su cargo. Estos litigios, dado que en aquella época -de economía eminentemente agraria completamente ligada al suelo, era entonces necesario tener que sujetar las decisiones a las resultas de mediciones indiscutibles y precisas, entonces en varas, cuartas, codos, palmos, pies, leguas, fanegas, etc., puesto que el sistema métrico decimal no se había acordado ni adoptado aún en aquella época. Así, por tanto, el alcalde podía dirimir las controversias, de manera incontestable, haciendo mediciones oficiales, en varas, haciendo uso, para ello, de su vara oficial, cuya dimensión era respetada porque venía de una sentada tradición y no se discutía.
El pasado jueves, los jerezanos, echamos en falta en la procesión de la Merced esa vara de alcalde que, simbólicamente, daba carácter oficial a la presencia municipal en esta procesión de siglos tan arraigada a la historia de Jerez y al sentir popular. No sabemos qué vara de medir se ha utilizado para ello. Si los alcaldes y alcaldesas son originariamente jueces, un juez siempre debe ser imparcial y anteponer sus obligaciones en el cargo por encima de cualquier criterio personal o partidista. Cuando se es representante de la ciudad se es para todo, más aún de manifestaciones y actos solemnes que aglutinan a un número considerable de ciudadanos. Son las cargas del cargo que hay que asumir para que su carácter representativo adquiera toda la dimensión.
La vara de alcalde en la procesión de la Patrona da carácter corporativo a la representación municipal y  ha sido siempre un signo de unión de los dirigentes con su pueblo, muy por encima de las corrientes ideológicas del momento o de los criterios particulares del que ha portado tan significativo bastón. Un bastón que si bien faltó este pasado jueves en las manos de algún edil no dejó de estar junto a la Virgen un año más. El mismo bastón que le otorga a la Señora la condición de Alcaldesa Perpetua de la ciudad.  Un signo junto a la Virgen que nos viene a decir que al final los alcaldes pasarán pero el sentir de los jerezanos por su Patrona nunca pasará y para ese sentimiento sí que no existe vara de medir.

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