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La piscina de Betzata

Al PSOE han ido corriendo a recordarle que no se crea más de lo que es: un perdedor de elecciones, tras creer que era un candidato real

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A la entrada de Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, había un pequeño templo con una piscina, llamado en hebreo Betzata. Tenía cinco pórticos y muchos escalones, donde se agolpaban durante años gentes con toda clase de dolencias. Entre ellos, no podían ser amigos porque eran competidores.  Esperaban las ocasiones en las que se producía el milagro, bajaba un ángel, movía las aguas y si en ese momento te introducías en la piscina, quedabas sanado. Pues algo parecido es hacer carrera en la política. Entras joven, te colocas a un lado y esperas tu turno, te vas aproximando poco a poco a la piscina y esperas el momento en que se muevan las aguas y te den el puesto de tu vida. Aunque en el PSOE parece que en esta campaña nadie quería entrar en la piscina, porque sabían que no llegaría el ángel, ni se moverían las aguas, así que los mejores situados parece que dejaron pasar a uno de atrás. Por eso, han ido corriendo a recordarle que no se crea más de lo que es: un perdedor de elecciones.
Y es que los políticos no leen “El secreto”, ese libro de autoayuda que tanto éxito ha tenido desde que se publicó en 2006 y que nos hemos pasado de mano en mano porque te advertía de que tú mismo tenías la clave para solucionar tus problemas y que si no lo hacías era porque no querías.  Si querías curarte, te curabas; que querías adelgazar, adelgazabas, sin dieta ni nada, sólo con quererlo. ¡Daba un optimismo leerlo y pasarlo cuando empezaba a coger polvo encima de la  mesita de noche!
Ellos tienen a otros gurús como  Eric Barker, con sus artículos sobre las estrategias que sigue la gente de éxito. Las enumero: “estar ocupado”, “saber decir no”, “conocerse a uno mismo”, “cultivar los contactos”, “generar buena suerte”, “tener determinación”, “cometer maravillosos errores” y “elegir a uno o varios mentores”. Pienso en Pedro Sánchez y me digo ¿cuál no habrá seguido? Pues me parece que varias: no supo decir que no, no calibró su fuerza en el partido, le fallaban los contactos, se creyó con suerte por ser el candidato propuesto por poderos@s mentores. Y sin embargo, con determinación, se curró la campaña y hasta cometió su maravilloso error: creer que era un candidato real.    

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