Llega abril y se retorna la actividad tradicional en las almadrabas, algo milenario que se mantiene a duras penas por las limitaciones a su pesca para salvaguardar una especie muy castigada en el pasado. Las almadrabas generan en el sur de España –según la organización de productores pesqueros de almadraba- en Conil, Barbate, Zahara y Tarifa, las que se encuentran aún en funcionamiento, empleo a unas 500 personas directamente y unas 200 de forma indirecta. Nada que ver con las cifras de 2.300 trabajadores que llegó a haber sólo en Barbate en 1929. Han desaparecido de las costas andaluzas todas las del litoral onubense, almeriense, malagueño y la de Bolonia, en la zona atlántica gaditana.
Quien se benefició durante siglos de la actividad atunera fue Alfonso Pérez de Guzmán, el Bueno, Señor de Sanlúcar de Barrameda, Conde de Niebla y Duque de Medina Sidonia, al que llamaban el Rey del Atún. Y con el Duque vinieron los pícaros auxiliares de cocina, merodeadores de playas y puertos y timadores de incautos. El inolvidable maestro de historiadores D. Antonio Domínguez Ortiz escribió que “el pícaro, más que un marginado era un inconformista, un anarquista pacífico, alguien que no se sometía a normas, un inadaptado, incapaz de soportar actividades monótonas y convenciones sociales, pícaros eran los aventureros, los trotamundos, los que frecuentaban las almadrabas de Conil y Zahara”. Cervantes lo inmortalizó en La Ilustre Fregona: “No os llaméis pícaros si no habéis cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes”.
La Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) es la organización responsable de la conservación de los túnidos en el Atlántico. De su prudencia y de nuestros productores depende que los oficios antiguos de nombres tan llamativos como atalaya, fraile, calonero, abastecedor de lienzo, mayordomo de la mojama, candelero, mayordomo de pilas, cloquero o bichero, sastre, arraez o patrón, tabernero, carretero, moros de cuerda, barquero, alguacil, pilero, carpintero, menudero, cuchillas o guarda de barriles se conserven hoy aunque con otra nomenclatura y modernizados. Nos queda aún la poesía y Javier Ruibal lo canta en Atunes en el Paraíso: “No se pescan to los días atunes en el paraíso”.
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