Tras dos semanas de protestas violentas en la Cachemira india, el silencio reina en las calles de la región bajo un estricto toque de queda, pero ni las más de 40 vidas perdidas ni los cerca de 2.000 heridos han logrado silenciar por completo los gritos de los cachemires por la libertad.
Hace hoy dos semanas un estallido de violencia se apoderaba de la región, causando un gran número de víctimas en enfrentamientos entre las fuerzas del orden y ciudadanos que protestaban por la muerte la noche anterior del insurgente del grupo separatista Hizb-ul-Mujahideen (HM) Burhan Wani.
El toque de queda ha relajado la tensión, pero los choques esporádicos que salpicaron la semana se volvieron a intensificar ayer tras el rezo musulmán de los viernes, con incidentes en al menos catorce puntos de la región, según el Centro de Prensa de la Policía de la Cachemira india.
Las calles de Srinagar, la capital de verano de la región, permanecen prácticamente desiertas, el silencio roto únicamente por los cánticos que llaman al rezo, aunque de forma simbólica.
Casi todas las mezquitas de la ciudad permanecen cerradas desde el pasado nueve de julio.
También lo está, a cal y canto, la oficina de la formación separatista Hurriyat, convocante de una huelga de protesta.
Uno de los policías desplegados a la entrada "24 horas al día" explicó a Efe que los tres principales líderes del grupo permanecen bajo arresto domiciliario.
La privación de libertad no es nada nuevo para estas figuras, como tampoco lo son las protestas sangrientas para los habitantes de esta militarizada y conflictiva región, la única de mayoría musulmana en el país y que Nueva Delhi se disputa con Pakistán desde la partición del subcontinente indio en 1947.
Algunos abogan por continuar siendo parte de la India, otros preferirían ser paquistaníes y muchos buscan la independencia, pero para el joven de 28 años Shahid Wani, lo que la gente de verdad quiere es que "si una persona sale de casa por la mañana, vuelva con vida" por la noche.
A su juicio, la muerte de "seres queridos" a manos de las tropas indias es el principal motor de los que estos días protestan en las calles de la región, e "incluso" de los que optaron por unirse a la insurgencia.
Como Burhan Wani, cuyo hermano fue abatido el pasado año, destacó a Efe el joven vecino de Srinagar.
Organizaciones pro Derechos Humanos como Amnistía Internacional (AI) han criticado la ley de Poder Especial de las Fuerzas Armadas promulgada por el Gobierno central indio en Cachemira hace 25 años, por ofrecer "impunidad" a los militares en sus supuestas "violaciones de derechos humanos".
El joven cree que la "tumba" de Wani será una "amenaza" mayor que la que suponía en vida el insurgente de 21 años y advirtió de que la represión de las protestas en curso está sentando las bases para otras más "en años venideros".
Sobre el supuesto uso de armas de fuego para disolver las protestas, un corrillo a su alrededor se limita a responder: "ve al hospital y lo verás por ti misma".
Majid Ahmad Wani, de 16 años, yace en una cama del Hospital Shri Maharaja Hari Singh con una herida de bala entre los riñones que recibió el pasado día 10, según aseveró a Efe su hermano Bilal, en el interior de su casa en el distrito de Anantnag.
Mantiene que la Policía entró a la vivienda cuando se estaban produciendo protestas "justo enfrente" y disparó a su hermano.
Único acompañante de la víctima, no ha podido establecer contacto con su familia desde que llegaron al hospital de Srinagar, debido al corte de redes telefónicas e internet impuesto por las autoridades.
En la misma habitación común, el joven de 18 años Hilal Ahmed, con una herida de bala en la pierna y procedente del distrito de Pulwama, explica que se unió a las protestas después de que las tropas hiriesen a su vecino y a su prima de cinco años, que quedó "ciega", mientras observaba una manifestación por la ventana.
A Sajad Ahmed, por su parte, le movió no sólo la muerte del insurgente Wani, sino también los otros millares de decesos ocurridos desde los años noventa en la región.
A sus 23 años, se recupera de dos heridas de bala en el estómago y el brazo, según su familia, infligidas por el jefe de una estación de Policía cuando participaba en una protesta "pacífica" junto a otras cerca de 200 personas en Anantnag.
"Quiero libertad", concluye Ahmed.
A su lado, un voluntario del hospital agrega: "esa será la respuesta cada vez que preguntes".