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El Sorolla que surgió de Nueva York llega al Thyssen de Málaga

Los dos viajes que el pintor hizo a la ciudad de los rascacielos a principios del siglo XX dieron lugar a un pintor muy distinto al conocido por el público

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  • CArmen Thyssen -
  • Los dos viajes que el pintor hizo a la ciudad de los rascacielos a principios del siglo XX dieron lugar a un pintor muy distinto al conocido por el pú
  • La mayoría están realizadas sobre "lo que tenía más a mano": cartones para doblar las camisas
  • Un periodista del New York Times ofreció a Sorolla comprarle estas obras, pero el pintor valenciano se negó porque "decía que no valían nada"

Los dos viajes que Joaquín Sorolla hizo a Nueva York a principios del siglo XX dieron lugar a un pintor muy distinto al conocido por el público en una serie de obras poco valoradas por el propio artista que ahora se muestran en la nueva exposición del Museo Carmen Thyssen de Málaga.

Sorolla disfrutaba pintando, porque era un impulso innato en él

Son gouaches y dibujos pintados casi siempre sobre los cartones utilizados para doblar las camisas de etiqueta, "lo que tenía más a mano", ha revelado este lunes Blanca Pons Sorolla, bisnieta del pintor y patrona del Museo Sorolla, a cuyos fondos pertenecen estas obras.

"Es una exposición que sorprende porque es única. Las obras son de una calidad excepcional y muy modernas, y muestran la mirada de Sorolla, que se sintetiza en sus pinceladas", ha apuntado Pons.

El pintor viajó por primera vez a Nueva York en 1909 y se alojó en el hotel Savoy junto a su esposa, Clotilde, y sus hijos, Joaquín y María -abuela de Blanca Pons-, pero se desplazó solo a Washington para realizar el retrato del presidente estadounidense William Howard Taft.

Durante su estancia en Washington, su hijo Joaquín le escribió y le contó que María había pintado unos pequeños óleos sobre tabla con las vistas que contemplaba desde el hotel.

Dos años después, en su segundo viaje a Nueva York, fue el propio Sorolla el que plasmó estas vistas con el objetivo de mostrar a sus hijos "el gran cambio que había experimentado la ciudad", ha explicado Pons.

"Sorolla disfrutaba pintando, porque era un impulso innato en él", ha resaltado su bisnieta, que ha añadido que "hay que distinguir entre cuando pinta por encargo y cuando lo hace para sí mismo, porque en estos casos pinta con absoluta libertad".

Incluso un periodista del New York Times ofreció a Sorolla comprarle estas obras, pero el pintor valenciano se negó porque "decía que no valían nada", las guardó en su casa hasta su muerte y años después pasaron a engrosar los fondos del Museo que lleva su nombre.

El gouache demuestra su gran dominio de la técnica, porque "no permite ningún error ni una insistencia, y en pocos trazos sintetiza lo que está viendo con su mirada fotográfica, ya que tenía una retina privilegiada y la capacidad de la instantaneidad para detener un momento".

Por su parte, Consuelo Luca de Tena, directora del Museo Sorolla, ha resaltado que la exposición es "una oportunidad de descubrir a un Sorolla poco conocido" al mostrar obras apenas expuestas, debido a que los dibujos no toleran estar siempre expuestos por motivos de conservación.

"Son obras muy originales, con estas miradas en picado desde la habitación de su hotel, y porque Sorolla no hizo nada parecido ni antes ni después", según Luca de Tena, que ha apuntado además que el pintor "no les dio mayor importancia, las consideró sólo un entretenimiento y no perseveró".

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