El sentimiento de aislamiento y una soledad infinita aparecen como telón de fondo de muchos jóvenes que abrazan la peligrosa práctica del "chemsex", en el que drogas y sexo, mayoritariamente entre hombres, se mezclan durante horas sin ningún control, y los impactos en su estado físico y mental comienzan a advertirse como un problema de salud pública.
Así lo han manifestado en un seminario sobre el tema los doctores Santiago Moreno, jefe de Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal; Ignacio Pérez Valero, de La Paz; José Luis Blanco, del Clinic; Jesús Troya, especialista en Enfermedades Infecciosas del Hospital Infanta Leonor; y Jorge Garrido, director de la ONG Apoyo Positivo.
En el "chemsex" o sexdopaje, como aconseja llamarlo la Fundéu, se combinan diferentes drogas muy potentes como las metanfetaminas o crystal meth; el GHB o éxtasis líquido ("gina" en jerga) y la mefedrona ("Mefe" o "miaow"), que se consumen por vía oral, intravenosa o esnifada.
A veces suelen ir acompañados de otras drogas o estimulantes como la cocaína, popper y/o viagra.
El sexdopaje se suele practicar en casas particulares, y para acceder a estas quedadas, que pueden durar horas y días, se utilizan aplicaciones móviles de contacto como Grindr, Wapo o Scruff.
Sentirse sexualmente más liberado y la sensación de superar problemas de intimidad, vergüenza o pudor sexual; hacer frente al estigma relacionado con el VIH y la hepatitis C; responder a la propia homofobia interiorizada; además querer disfrutar de mejor sexo y durante más tiempo, son algunas de las razones que llevan a esta práctica, explican en Apoyo Positivo.
También están detrás la soledad, la búsqueda de pertenecer a un grupo, de ser aceptado por otros, la búsqueda de afirmación sexual, el porque "todo el mundo lo hace", porque es un gancho en el mundo 2.0 y por la influencia del entorno o grupo.
Pero el "chemsex", señala el doctor Blanco, puede practicarlo también una persona sola con su ordenador y una pipa de cristal teniendo sexo "online" o parejas que quieren experimentar nuevas sensaciones.
Según este especialista en enfermedades infecciosas, uno de los grandes riesgos es que no se perciben como adictos; hay pacientes que tenían una vida completamente normal y a raíz del "chemsex" desarrollan "un trastorno psicótico o debutan con un cuadro esquizofrénico", además de poner en peligro su salud física.
De hecho, el aumento de infecciones de VIH y otras enfermedades como la hepatitis C o incluso la sífilis es la principal preocupación de las autoridades sanitarias respecto de esta práctica.
El fenómeno, coinciden todos, está aumentando especialmente en las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona o Valencia, y también se da en Málaga.
"Probablemente estamos viviendo una epidemia de enfermedades de transmisión sexual", reconoce Ignacio Pérez, uno de los autores del libro "99 preguntas clave sobre Chemsex", editado por GESIDA con el patrocinio de la farmacéutica MSD.
Los datos ofrecidos en el seminario apuntan a que el perfil de quien practica el sexdopaje en España es el de un hombre autóctono (71,6 %); homosexual (96,1 %); sin pareja (61,1 %) y que vive en grandes urbes como Madrid (46,9 %) o Barcelona (42,2 %).
Su edad ronda los 35 años; tiene estudios universitarios (67,9 %); está en activo laboralmente (83,5 %); argumenta practicar sexdopaje con la finalidad de incrementar el placer en sus relaciones sexuales (77,4 %); y utiliza las aplicaciones de encuentros (77 %).