La arquitectura doméstica sevillana reúne una serie de características, derivadas de su evolución histórica que, a veces, hace muy difícil su identificación y valoración. La herencia romana de organización de la vida familiar en torno a un patio interior fue plenamente asumida por la cultura islámica que, a la vez, añadió su desinterés por lo público, por la manifestación externa de lo más íntimo, lo que se tradujo en esas fachadas casi ciegas con, apenas, unos huecos al exterior.
Si a esto unimos la escasez en nuestro entorno de aquellos materiales, históricamente considerados como “nobles” (la piedra y el mármol) comprenderemos la dificultad de, no pocas veces, poder distinguir estas arquitecturas singulares entre el deteriorado y anónimo caserío de nuestra ciudad. Esta dificultad para su reconocimiento se eleva cuando consideramos que estas casas principales del dieciocho, además, fueron compartimentadas y convertidas en casas populares de vecinos.
Toda esta introducción viene a cuento de la aparición en los medios de comunicación del anuncio de la prevista intervención municipal en unas casas en las calles Mendoza Ríos y García Ramos. Estas casas se encuentran en ese interesante fragmento de nuestra ciudad histórica situado entre las calles, de nombres tan reveladores de su origen como Alfaqueque y Baños de la Reina Mora. He de reconocer que, aun siendo vecino del barrio, no había reparado en estas casas hasta ahora, lo que me hace valorar aún más una iniciativa municipal que se ha desarrollado durante un largo período de tiempo.
Estas casas contiguas, las nº 23 y 25 de García Ramos, y 24 y 26 de Mendoza Ríos, que conforman una unidad debieron ser, originariamente, una casa palaciega. Ya fueron identificadas y valoradas por el imprescindible libro de referencia Arquitectura Civil Sevillana. Hay que recordar que el trabajo de catalogación y reproducción fotográfica y planimétrica fue llevada a cabo entre los años 1949 y 1951 por Francisco Collantes de Terán y Luis Gómez Estern, siendo editado por el Ayuntamiento sevillano en 1976. Ya entonces se valoraba el “balcón muy volado, sobre tornapuntas de hierro” y, especialmente el patio “sobre columnas en planta baja y en uno de los frentes, de la superior”.
Varias décadas después, en el año 2000, los técnicos municipales que redactaron el Catálogo del Sector “San Lorenzo-San Vicente”, supieron ver el interés de estas casas, que fueron especialmente valoradas y protegidas. Se les concedió el máximo Grado de Protección para un edificio civil de estas características, que es el Grado “B, Protección Global” e, incluso se propuso su inscripción genérica en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía como Monumento.
Se ha identificado como edificación del siglo XVIII, de estilo Barroco-Popular, con un “pasado arquitectónico notable”, recomendándose la adopción de cautelas arqueológicas consistentes en el análisis de las estructuras emergentes para mejor identificar su configuración original. En la Ficha Patrimonial en la que se describe el edificio se valora la portada peraltada, el balcón de gran vuelo y, especialmente, el patio con su galería de triple arcada sobre columnas de mármol, de arcos rebajados en planta baja y alta.
En 2006, los redactores del Plan General de la Ciudad reconocen el interés de este edificio y se plantean su recuperación y rehabilitación pública. El objetivo es doble: recuperar un edificio singular en estado ruinoso y dotar de nuevos equipamientos sociales a una zona de nuestro Casco Histórico muy deficitaria en ese sentido. Para ello el PGOU lo califica como Servicio de Interés Público y Social, proponiendo su expropiación mediante la llamada “Actuación Simple de Equipamiento”, y su rehabilitación para destinarlo a algún tipo de vivienda pública.
El uso previsto del que ahora se nos informa, como residencia mixta estudiantil y tercera edad entiendo que se ajusta perfectamente a las intenciones del planificador. Nos encontramos por tanto ante el final afortunado de un largo proceso desarrollado en el tiempo por distintos equipos de técnicos municipales, por cierto no siempre adecuadamente valorados, que nos ha de permitir la recuperación de un patrimonio valioso y desconocido. Justo es reconocerlo y celebrarlo.