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“El flamenco es nuestra raíz y no se puede perder”

Uno de los mejores cantaores flamencos de la capital, Eduardo Martínez ‘Niño Jorge’

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  • Eduardo Martínez 'Niño Jorge'. -

Cantaor de flamenco clásico, de los que entiende que éste es la raíz de una cultura y no admite fusiones; cantaor redondo, que aprendió de oído, escuchando a su abuelo Jorge, y a su padre Manuel, de los que bebió en casa y guardó cada sonido en un rincón de su memoria. Eduardo Martínez ‘Niño Jorge’ (Jaén, 1961) es uno de los mejores cantaores que ha dado la capital, un hombre que desde niño supo que su voz tenía la facilidad de hacer flamenco, a su manera, sin copiar a nadie, con un estilo que le ha dado nombre y con una voz impregnada de personalidad. “Cuando eres crío no te das cuenta de que el flamenco se te va quedando en un rinconcito de la memoria.

Aprendí escuchando a mi abuelo y a mi padre. He sido autodidacta y me he hecho a base de escuchar mucho flamenco”, recuerda. También aprendió de una de las grandes,  Rosario López, una cantaora a la que recuerda con cariño. “Me enseñó mucho sin yo preguntarle. Yo era muy mochuelo y me fijaba”, asegura.

Con diez años cantó por primera vez ante sus tíos y con 16 años se subió por primera vez a un escenario. “Lo recuerdo y pienso, qué cara más dura tuve”, dice entre risas. Su presentación fue una revolución. Fueron muchos los que se preguntaron de dónde había salido un niño con tanta facilidad para hacer flamenco. Se crió en la calle Buenavista, en pleno casco antiguo.


En su casa se escuchaba discografía flamenca antiquísima y quienes lo descubrieron lo empaparon de más. Su primer guitarrista le puso su nombre artístico, Niño Jorge, como también llamaban a su padre.

Hoy, con cuarenta años a su espalda como cantaor flamenco, sigue sintiendo el mismo pellizco que el primer día al interpretar un fandango, una soleá, una bulería o una seguiriya. Con cuatro discos en la calle, está en un momento dulce de su carrera. “Son muchos años en el escenario. El oficio está aprendido y disfruto haciendo flamenco. Me siento cómodo haciendo lo que quiero y haciéndolo de verdad”, afirma. Este año hará poco más de diez festivales y reconoce que cada vez se cuenta con menos cantaores de su edad.

“El flamenco necesita sabiduría. No es sólo sacar la voz. Cantaores como El Fosforito o El Lebrijano, a los sesenta años estaban en su máximo apogeo y aquí parece que ya no valemos para nada”, lamenta. Imprescindible de festivales como el ‘Pepe Polluelas’ de Jaén, acaba de actuar en el de Andújar y estará en el Festival Flamenco de Pegalajar. “Cada vez que salgo al escenario a cantar flamenco me dejo un pedacito de mi vida”, dice.

Es un cantaor serio y reivindica sensibilidad para el que escucha flamenco. “Para escuchar flamenco tienes que ser sensible”, dice un hombre que se transforma en el escenario. “Soy tímido y subirme al escenario me ha ayudado a expresarme. Intento transmitir lo que estoy diciendo, la alegría de una bulería o la pena de una toná o una petenera”, afirma. Y por ello se ha hecho un nombre, por su personalidad en el escenario, por cantar con duende y pellizco.

El flamenco es parte de su vida y lo defiende como “una raíz que no se puede perder”. Se pregunta de qué ha servido que el flamenco sea Patrimonio Inmaterial de la Humanidad si “lo que se está vendiendo fuera de este país no es flamenco de verdad”. A este respecto dice: “No se le puede llamar flamenco a todo. Puedo entender que a un cante por bulería se le sume una flauta, una caja o tres palmeros, pero a una seguiriya no, porque no se está diciendo la verdad del flamenco”, espeta.

Ha recorrido España y otros países como Francia con su cante. “He disfrutado muchísimo con el flamenco. Que la gente se te ponga en pie, no está pagado con nada”, reconoce. Sin embargo no ha cantado nunca en Jerez. De ahí que haya echado de menos el papel de la Federación de Peñas de Andalucía en la promoción de los cantaores de esta tierra.

La Peña Flamenca de la ciudad ha sido y es su casa. “Siempre me ha ayudado muchísimo”, agradece, a la vez que invita a los cantaores jóvenes a disfrutarla. “En Jaén tenemos cantaores que lo hacen muy bien, pero no se han atrevido a ir a la Peña”, admite.

En este sentido, reconoce que hay muchas escuelas, pero “faltan cantaores con personalidad” y “escasea ese duende y pellizco que requiere el flamenco”.

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