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Cuando cruzar la calle puede costar unas ruedas nuevas... o una cara

Recogen firmas contra las barreras arquitectónicas en la ciudad a las que une la de tres kilómetros de larga que forman los raíles del tranvía.

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Los ascensores de la estación no funcionan en demasiadas ocasiones. Las escaleras metálicas tampoco o a duras penas la de subida. La rampa de acceso es para que la suba un todoterreno y no una persona con una silla de ruedas, aunque sea de batería. El servicio de Cercanías de los trenes de Renfe no cuentan con personal que ayude a personas con discapacidad; sólo el de Media Distancia y los Alvia como si en los Cercanías todos los que se suben lleguen a todos los botones del tren que dicen que está adaptado para esas ocasiones…

Todo ello es parte de lo que piden que se solucione desde la Asociación Isleña Ciudad Accesible (AICA) con una recogida de firmas en la puerta del Centro de Congresos, en la tarde de ayer además, donde se iba a celebrar el Pleno de la Corporación. Formas que quieren llevar al Defensor del Pueblo, ese al que algunas veces les cuentan unas cosas que no son lo que parecen.

Son cosas, las primeras, que afectan todas ellas a una persona determinada -que hay más, pero al parecer no las suficientes para que Renfe saque a relucir su corazoncito- que es un luchador nato por la eliminación de las barreras arquitectónicas. Miguel Redondo Rosillo, Miguelón, lo viene denunciando a través de todos los medios a su alcance y lo hacen también desde el colectivo que lo apoya, suman esfuerzos los que también lo sufren. Que es sólo Miguelón.

Luego está el resto de la ciudad, esa que llaman de la Inclusión, donde sí se están haciendo algunas cosas para eliminar barreras pero no todo el mundo transita por las calles agraciadas con esas medidas, las del centro principalmente y se las ven y se las desean para poder moverse.

Los autobuses no siempre pueden atender a una personas con discapacidad que tiene que esperar a que llegue otro vehículo con rampa; todavía hay bordillos en calles con aceras por las que no cabe una silla de ruedas…

Para rematar la faena y empeorarlo todo, a la lentitud de la Administración a la hora de construir lo que predican se une un añadido que se lleva la palma en la catalogación de las barreras arquitectónicas.

Los raíles del tranvía no contemplan pasos por los que puedan atravesar personas con sillas de ruedas que no vayan sobre un modelo de alta gama y ruedas grandes. Las ruedas se enganchan en los raíles, se parten, los dejan tirados y más literalmente, a aquellas personas mayores que intentan atravesar de acera a acera con un simple tacatá. “Ayer metió una personas los tacones en los raíles intentando esquivarlos con las muletas”, dicen señalando a la plaza de la Iglesia.

Una vez los políticos se hicieron una foto en sillas de ruedas en una campaña de concienciación para que supieran por un rato lo que sufre una persona con discapacidad todos los días del año a todas horas.

Cuando se bajaron de la silla de ruedas todo era reconocimiento de que aquello suponía un martirio para los afectados e incluso se eliminaron algunas barreras, todo sea dicho. Pero La Isla es muy grande; las personas que no puede valerse con normalidad, más de las que se piensan y los esfuerzos de las Administraciones a todas luces insuficientes.

Ahora tienen la gran muralla china de las barreras arquitectónicas en los raíles del tranvía. Tres kilómetros de barrera arquitectónica sin que se hayan arbitrado medidas para que se pueda cruzar a modo de paso de peatones… en sillas de ruedas o con tacatá.

El tranvía, ese que iba a cambiar la fisonomía de la ciudad y del que sólo se han puesto los raíles y las catenarias -y una voz metálica anunciando que usted es el primero de la fila- no ha dividido la ciudad en dos mitades porque eso ya lo hacía el tráfico de la calle Real. Pero sí en dos tipos de personas: las que están a un lado de las vías y las que están en el otro. Y no pueden atravesar.

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