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Lo que queda del día

El filón de un boicot

Vox, para el que no hay nada mejor que una mala publicidad, ha convertido la polémica generada en torno al local para su acto en todo un filón

Publicado: 27/10/2018 ·
18:19
· Actualizado: 28/10/2018 · 02:27
  • El cartel de Vox denunciando la censura con la que se están encontrando. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Hace aproximadamente un mes escribí en esta misma sección sobre Pablo Casado con motivo de su primera visita oficial a Jerez, y, entre otras impresiones, concluí lo siguiente: “No parece Casado empeñado en apostarlo todo a lo que representa, más que a lo que pretende, pero tendrá que saber navegar en ambas aguas ahora que cuenta con la ventaja que le han concedido los demás adversarios: la subestimación”. Le han bastado cuatro semanas para despejar las dudas. Le falta el título de patrón, y difícilmente podrá abarcar mayor espacio electoral si se limita a contentar solo a los suyos y a dar rienda suelta al desprecio -García Tejerina-, la ocurrencia -Teodoro García- o la osadía -él mismo- para indignar a los demás, puesto que sigue sin quedar demostrado que haya servido para obtener algún tipo de rédito político.

Lo de Teodoro García ha sido directamente un insulto a la inteligencia, una invitación a que se le siga recordando como lanzador de huesos de aceituna -algo en lo que andan empeñados numerosos articulistas desde antes incluso de que se le reconocieran otras virtudes; por negárselas, fundamentalmente-. Hasta un niño andaluz de 10 años podría demostrarle con una simple regla de tres que su teoría sobre el gasto de la Junta en prostitución no se sostiene, por muy orgulloso que se siguiera mostrando esta semana ante Carlos Alsina por su titular.

Lo que había dicho el secretario general del PP fue que la Junta dedicaba más fondos a la prostitución que a educación o sanidad. En un primer lugar pensé que se refería a alguna partida especial de la Consejería de Igualdad, pero rápidamente desviaba su discurso al pago en clubes de alterne con el dinero de la Faffe. Según su teoría, si la Junta destina 4.000 euros por alumno en Educación, 9.000 por paciente en Sanidad y 15.000 en una noche de fiesta, queda probado que gasta más en putas que en educar y en curar.

Ése es el nivel. De momento. La devaluación sigue su curso y es inversamente proporcional a la mediocridad con la que muchos parecen empeñados en cotizar hoy en día en el mundo de la política, al tiempo que crecen los signos de intolerancia, arribismo y radicalidad, furiosamente defendidos bajo el amparo de las redes sociales y hábilmente inoculados desde el sustento de la desinformación.

Esta semana se han producido dos ejemplos en Jerez. El primero de ellos tiene que ver con Vox, que había anunciado la presentación de su proyecto en la ciudad en un conocido bar del centro. La primera consecuencia fue el inicio de una campaña de boicot en redes, no contra el acto, sino contra el local que iba a albergar el encuentro, hasta el punto de obligarlo a renunciar al contrato. Vox, para el que no hay nada mejor que una mala publicidad, ha convertido la polémica en todo un filón y espera triplicar la asistencia prevista en un inicio al acto. El problema no es que Vox pretenda celebrar un acto en Jerez y, presumiblemente, pueda llenarlo, sino qué es lo que nos ha llevado a que en España se haya hecho necesaria la aparición de un partido como Vox, que era la misma pregunta que en 2014 empezaban a hacerse PP y PSOE con la irrupción de Ciudadanos y Podemos.

El segundo ejemplo remite directamente a la crisis abierta en Ciudadanos Jerez por su ya ex junta directiva, que presentaba el miércoles su dimisión en desacuerdo con el proceso seguido para la configuración de las listas al Parlamento andaluz. El partido no ha ocultado su reacción, como si se tratase de un aviso a navegantes, y sentenció: “Pensaban más en las sillas que en el proyecto”. No hay por qué poner en duda el compromiso y la entrega de los dimisionarios de la agrupación en Jerez, pero es evidente que reducir su argumento principal a una cuestión de listas es una forma de utilizar ese mismo compromiso para envolver una cuestión de aspiración personalista, que es la que el propio partido -y los demás también deberían hacerlo- ha tratado de frenar en seco y en público. Querer vivir de la política está muy mal visto hoy en día, aunque ¿y qué no lo está?

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