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“Autocrítica” está en el diccionario

Todavía seguimos buscando respuestas a la sacudida deparada por el 2D, como si necesitásemos que nos lo explicasen una y otra vez para terminar de entenderlo

  • Urna verde de las elecciones autonómicas. -

Ha transcurrido una semana desde las elecciones autonómicas y todavía seguimos buscando respuestas a la sacudida deparada por el recuento en las urnas, como si necesitásemos que nos lo explicasen una y otra vez para terminar de entenderlo. La primera conclusión, en todo caso, no nos afecta a nosotros directamente, sino a la clase política, cuya primera reacción fue permanecer ajena a la autocrítica, como si esa palabra no apareciese en el diccionario, comenzando por la ganadora de las elecciones, Susana Díaz, que optó por echar la bronca a los que se habían quedado en casa, con todo lo que ha hecho por ellos el PSOE en 36 años, o por no echársela directamente a Pedro Sánchez.

El PP se atragantó en un achaque de falta de memoria: ¿cómo era aquello de permitir que gobierne la lista más votada, o lo de los pactos de perdedores? En realidad no sabían si deprimirse o celebrarlo: al final sí, pero con la boca pequeña y sin comprender que eso de que “los andaluces han votado cambio” también iba por ellos.

Adelante Andalucía pudo comprobar, como le pasó a Iglesias y a Garzón, que en política uno más uno no siempre suman dos, pese a lo bonita que les había quedado la campaña; tal vez, por eso mismo, porque no se contagia ilusión con himnos y abrazos, la primera orden desde arriba fue una llamada a las barricadas contra los 400.000 fascistas andaluces que habían votado a Vox. Al final, el reduccionismo como forma de evasión.

La exultante felicidad de Juan Marín es razonable, pero tampoco oculta que el mérito de su campaña se debe más a Inés Arrimadas y a Albert Rivera que a él mismo. Cada uno, por supuesto, juega con las mejores cartas que tiene, pero el hecho de que haya tanta gente dudando -incluso dentro del PP- de la decisión que va a tomar finalmente para la formación del nuevo gobierno, alimenta el papel de comparsa de la formación naranja que, ahora o nunca, tiene la oportunidad de demostrar a qué aspira realmente.

Vox, en realidad, no necesita hacer autocrítica. Le basta con escuchar a los demás, incluso dejarles hablar, porque, a los demás, lo que ahora mismo les preocupa no es que el partido de Santiago Abascal haya conseguido representación parlamentaria en Andalucía, sino que, de momento, desconocen hasta dónde puede llegar su techo electoral. Ni siquiera les vale con el consuelo de que encuentre muy difícil llegar a tiempo para presentar candidaturas en las elecciones municipales; entre otras cosas, porque aún carece de estructura apropiada, a un lado las alianzas que está construyendo a nivel local y de las que no debe sentirse muy seguro después de que esta semana se haya dado orden a todos sus representantes de no abrir la boca.

De momento, lo que se vaticina es un probable gobierno  presidido por Juanma Moreno, con un peso importante de Ciudadanos en el Gobierno y el apoyo inicial de Vox para la investidura, que está garantizado de antemano, sin necesidad de negociación, aunque pueda corresponder más a un deseo que a una realidad. A Moreno, en cualquier caso, le pesará la concatenación de acontecimientos que tanto le asemejan a la figura de Pedro Sánchez: revivido para la política con el peor resultado de la historia para su partido. Ya solo le falta creérselo, porque el recorrido que le aguarda a su partido a partir de ahora no va a resultar fácil, como tampoco son convincentes las posiciones que representantes del PP-A están manteniendo desde el lunes para corregir la tendencia negativa.

El último en apuntarse a la estrategia del despiste entre los populares es José Ortiz, el número uno ¿interino? por la provincia, al que le persiguen las explicaciones que tuvo que dar en campaña sobre su futuro en Vejer, con lo fácil que hubiese sido decir no, ya que a la vista del resultado es evidente que tampoco se ha notado su liderazgo, salvo para impedir que Antonio Saldaña haya repetido como parlamentario y, de paso, posicionarse, bajo manifiesta unción, de cara al control del partido a nivel provincial.

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