La Constitución del 78 convenció a la ciudadanía y conseguimos vencer a una dictadura. Estamos viviendo tiempos difíciles. El origen no es más que el aumento de las desigualdades sociales, acumulación de riqueza en unos pocos. Aderezado con la facilidad de dar respuestas simplificadoras a problemas complejos que tienen las redes sociales. El contrato social está roto y parece que nadie tenga intención de reescribirlo. Todos hemos contribuido a la simplificación de los análisis.
Los partidos políticos son, a nuestros ojos, los responsables de todos los males pero la realidad es que de una manera u otra el poder de la democracia es menor hoy que hace 20 años y la ciudadanía tampoco es que hayamos hecho mucho por parar esas pérdidas de poder. Ese poder se ha ido perdiendo en favor del poder económico, al que ya nadie controla. Entre todos nos hemos ido cargando casi todo. Incluso los logros conseguidos hasta el 2008 parecían meras anécdotas de las luchas feministas, LGBTI, de migrantes, sociales y económicas.
Se ha perdido la perspectiva histórica y junto con la corrupción y las malas artes políticas han acabado por cargarse el prestigio de todas y cada una de las instituciones públicas. Y así es como va creciendo un partido como VOX. “Todos son iguales”, “todo es una mierda” y con esta base ¿Por qué no probar algo nuevo? Sin mucho razonamiento la gente ha ido a votar por cambios estructurales. Pero ¿Ha votado contra la población LGBTI? ¿Ha votado contra las mujeres? ¿Ha votado contra los migrantes? ¿Ha votado contra el estado de bienestar?
No lo creo, una parte sí pero la mayoría no. Por supuesto los líderes de VOX sí están en esa clave pero no sus votantes. La estrategia no puede ser criminalizar a las personas que han votado Vox, debemos convencerles de la responsabilidad que tienen para vencer a la intolerancia. He escuchado en los últimos días criticar a estos votantes por no haberse leído el programa electoral, por no saber lo que votan. Y ¿Es muy irresponsable haber votado sin haberse leído el programa?
Sí, lo es; pero cuidado ¿Cuántos de nosotros hemos leído el programa electoral de la opción que hemos votado; yo, esta vez, no lo he hecho. Pero tiene algo positivo, implícitamente ya estamos reconociendo que no es un voto ideológico sino un grito de hartazgo, por que algo cambie en nuestra sociedad, un voto de castigo, un voto visceral. El grito de “Que no, que no, que no tenemos miedo” es importante para no dejarse amedrentar por lo intolerantes de Vox pero después hay que sentarse con todos y cada uno de los 400.000 andaluces que han votado esta opción. Explicarles, café mediante, que ni nuestra sociedad ni ellos mismos quieren lo que se propone. Convencer para vencer. Pero también escuchar para mejorar.
Si solo gritamos, crearemos frentes y nos interesa una sociedad cohesionada y con valores cívicos comunes, hoy en día ese programa de mínimos no es más que los derechos humanos. La respuesta tampoco es “eliminar” de nuestras redes sociales a todo el que piensa diferente a nosotros; eso es poco inteligente, si les eliminamos no conseguiremos más que fracturar la sociedad todavía más. Nuestra sociedad global, no es nada global.
Cada uno de nosotros hemos dejado de vivir en nuestro pueblo o nuestro barrio para vivir en una aldea virtual de la que solo hablamos con los de “nuestro pueblo”. No escuchamos más que los que piensan igual que nosotros y cada vez que alguien piensa diferente a nosotros le expulsamos. La estrategia es justo la contraria, debemos acercarnos y conversar. Y no es por estrategia sino porque un mundo en convivencia es un mundo mejor.