La actual polémica, desatada por el informe sobre el cambio climático y la tierra del IPCC de la ONU (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), presentado hace unas semanas, se orienta hacia la reducción del consumo de carne, porque la producción de la misma genera efectos nocivos para el medio ambiente que favorecen también el cambio climático tan nefasto para la humanidad en su conjunto. Y es evidente que el asunto es polémico porque la producción y comercialización de los productos cárnicos toca de lleno intereses económicos enormes relacionados con el sector agropecuario, un complejo conglomerado de empresas, químicas, alimenticias, comercializadoras, sanitarias y agrícolas.
El consumo de carnes de distintos animales ha estado históricamente sujeta a regulaciones de carácter religioso. Unas veces, por la forma de consumirlas, otras, por la forma de sacrificar a los animales, llegando incluso a la prohibición del consumo al considerar determinadas carnes impuras. Son conocidas las relaciones de las religiones hindú, judía y musulmana sobre las prohibiciones de comer la carne de determinados animales. La base del cristianismo es judía y concretamente en el libro levítico (11: 3.7), uno de los contenidos en la Biblia, está escrito lo siguiente: “De entre los animales, todo el que tiene pezuña hendida y que rumia, éste comeréis. Pero de los que rumian o que tienen pezuña, no comeréis éstos: el camello, porque rumia pero no tiene pezuña hendida, lo tendréis por inmundo. También el conejo, porque rumia, pero no tiene pezuña, lo tendréis por inmundo. Asimismo la liebre, porque rumia, pero no tiene pezuña, la tendréis por inmunda. También el cerdo porque tiene pezuñas, y es de pezuñas hendidas, pero no rumia, lo tendréis por inmundo”
Esta relación que establece entre la forma de la pezuña y el rumiar, o no, en cada animal no parece, a día de hoy, fundamentada científicamente, sin embargo basta que escrita esté en el libro sagrado para que sea esta prohibición observada por quienes profesan la religión judía. El cristianismo elimina toda prohibición de comer carne, limitándose a fijar periodos de ayuno y abstinencia de su consumo y en ese sentido las aves también estarían incluidas, no así la carne de los peces y mariscos que pueden ser consumidos todos los días del año.
Los expertos de la ONU hacen un llamamiento a la abstinencia, otrora religiosa, con el fin, no de agradar a una divinidad, sino para expiar el “pecado” del cambio climático que, unos más que otros, están produciendo. Y bien por respeto a la vida de todo tipo, como el Jainismo en el que Gandhi militaba activamente, o bien por frenar las mortales consecuencias del cambio climático, se antoja que este consejo de limitar el consumo de carne es digno de seguirse.
Fdo Rafael Fenoy