¿Quién no experimenta un profundo sentimiento cuando a su oído llega el sonido de una música concreta? La música es la prueba objetiva de que la cooperación humana genera obras extraordinarias llenas de bondad. En la dialéctica entre AMOR O PODER, la música no tiene opción ya que sólo el AMOR la fundamenta. Pocas personas “normales” pueden afirmar que la música no está presente en sus vidas, con mayor o menor intensidad. Envuelve los espacios donde las personas se mueven y no es posible sustraerse a su influencia, de suerte que gustando más o menos, su presencia es incuestionable. Además la música deja en la memoria imborrables recuerdos que se acumulan desde la más tierna infancia. ¡Las nanas! Aquellos sonidos que envolvían los patios, las corralas. El canturreo de las mujeres afanadas en sus cotidianos quehaceres, las cantiñas del aguador, del afilador, del colchonero, paragüero, son recuerdos de una vida pasada llena de sonidos mágicos.
Y cuando se percata el oído de las notas musicales, la mente evoca un trabajo colectivo, cooperativo, necesario para que se pueda crear ese ente melódico. Ya que sólo con la concurrencia de un buen número de personas es posible que la música se produzca. Quienes se dedican a este mundo musical saben por experiencia de la necesidad de contar con la colaboración de otras personas para que su actividad conjuntamente dé como resultado una pieza musical, no sólo para producirla sino también para interpretarla y no digamos para divulgarla. La cooperación es la esencia de la obra musical. Sin embargo hay quienes, gustando de ella, de la armónica confluencia de voluntades, airean constantemente que la esencia del “progreso”, la única respuesta posible a los graves problemas sociales y medioambientales que aquejan al mundo, es la competitividad. No sólo se equivocan sino que, denostando la cooperación, ahondan en el drama de la destrucción de mundo en el que vivimos.
Pretender interpretar una sinfonía compitiendo entre los músicos, para ver cómo suena mejor cada instrumento, es algo más que locura. Se instala entre quienes desean producir o interpretar música un anhelo de cooperación que es la clave de una armónica actividad creadora y en este sentido la musica da fe de ello.
Igual pasa con un libro que refleja no sólo la autoría de quien lo escribe, sino que concita a su alrededor una pléyade de personas que suman su energía para que llegue a las personas lectoras destinatarias de la obra.
Por todos lados, en multitud de trabajos y empresas la cooperación es la clave del desarrollo humano.
Fdo Rafael Fenoy