Y llegó el lumbreras. Con los problemas que tenemos en Andalucía: salarios por debajo de la media española, muy alejados de la convergencia europea -más bien en las antípodas- e índices de pobreza alarmantes, no parece que la creación de una verdadera policía autonómica andaluza sea una de las prioridades que deba afrontar el Consejo de Gobierno, pero no me resisto a plantearlo, ya que así lo contempla el Estatuto de Autonomía.
En la actualidad, lo que conocemos como Policía Autonómica es una Unidad del Cuerpo Nacional de Policía dependiente orgánicamente del Ministerio del Interior aunque funcionalmente del Gobierno andaluz. Esta unidad ha cumplido 25 años, y coincidiendo con ese aniversario el presidente Juan Manuel Moreno ha reclamado la ampliación de esa unidad en 123 agentes. El ramillete de competencias que adornan sus misiones no le han dado visibilidad en este cuarto de siglo. Dudo, siquiera, que los andaluces conozcan la existencia de estos agentes cuya máxima notoriedad en los medios de comunicación es la intervención de algún juego ilícito, aunque también asuman trabajos en materia de asistencia al menor o protección del medio ambiente.
Esta invisibilidad es otro argumento más para reclamar que Andalucía cuente con sus mossos o ertzainas, un auténtico cuerpo policial que asuma competencias en materia de tráfico y seguridad. Ya en 2001 con el fallecido Alfonso Perales como consejero de Gobernación (ahora Interior) y Mariano Rajoy como ministro del Interior se negoció la creación de ese cuerpo, diálogo que quedó en agua de borrajas. El maestro ubetense Joaquín Sabina reiteraba una y otra vez: mucha, mucha policía/ mucha, mucha policía al concluir Pacto de Caballeros, esa copla guapa que le pidieron tres atracadores tras quitarle diez quinientas y un peluco marca Omega con un pincho en la garganta. Es probable, que sumar una real y verdadera Policía de Andalucía a Guardia Civil, Vigilancia Aduanera, Cuerpo Nacional de Policía y los cuerpos municipales suene a mucha, mucha policía, pero nos igualaría a otras comunidades históricas en un momento en el que no conocemos cuál será el modelo territorial de España en un futuro cercano.
