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Adiós al Corto Maltés

La Taberna El Corto Maltés cierra sus puertas con el comienzo del nuevo año

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  • Taberna de Corto Maltés. -

Termina el año, y con él, la historia de uno de los santuarios culturales de la Sevilla alternativa: La Taberna de Corto Maltés, o El Corto, como lo llamábamos los que con más o menos frecuencia teníamos en mente visitarlo cada vez que decidíamos dar una vuelta por la Alameda.

José “Corto Maltés”, propietario del mítico bar, anunció en redes sociales que la propiedad del local de la Alameda de Hércules, 66, ha decidido no renovar el contrato que, desde hace 25 años, tenían suscrito y que la vida de este referente de la hostelería sevillana se acaba el 1 de enero de 2020.

El Corto ha sido durante todos estos años mucho más que un bar, convirtiéndose en cobijo de artistas de todo tipo, músicos, actores, poetas, escritores, pintores y un largo etcétera de personas que sentían en ese espacio cómo se les trataba con respeto y cariño.


Una pena y una razón más para pensar que la globalización, que ha traído algunas cosas buenas, también nos golpea con otras que están desencadenando en la despersonalización total de las grandes ciudades.

En el emotivo texto, publicado en redes por el propietario, se pueden leer frases demoledoras, como: “El 14 de octubre pasado mediante un frío burofax, la propiedad, con la que durante 25 años hemos cumplido sin fallar un solo mes, comunicó que a partir del 1 de enero no nos renovaban el contrato”, o “De parte de todos los que hemos estado de una y otra parte de la barra, compañeros, clientes y amigos todos, agradeceros el poder haber vivido como una especie de Peter Pan hasta los 55 años, sin apartarme lo más mínimo de mi proyecto inicial, tener amigos y compartir charlas, charletas, risas, alegrías, pernoctaciones, momentazos y momentos duros, con el trasfondo de la música que nos mueve y, menos mal, nos enseña a ser mejores y hacer más llevadero el día a día. Nos quitan esa esquina que creímos nuestra pero, la memoria de los tiempos vividos, eso no podrán quitárnoslo”.

No se han hecho esperar las reacciones, en forma de mensajes de apoyo en redes sociales, de numerosos clientes y personalidades de la música y la cultura sevillana, que no dan crédito a esta inesperada y triste noticia.

Por mucho que nos entristezca el anuncio, no es nada nuevo, y para comprobarlo podemos dar un fatídico repaso a los templos que han ido desapareciendo en los últimos años: Las Brujas, La Loli, La Sirena, La Estrazza, La Caja Negra de la calle Fresa o el Hefesto son sólo algunos ejemplos.

Está claro que la Alameda de Hércules se ha convertido en lugar de peregrinaje y espacio de moda para tomar copas. Eso, aunque nos pese, ha sido la principal causa de la pérdida de personalidad de un enclave por el que, no hace tanto tiempo, a la mayoría de los sevillanos ni se les pasaba por la cabeza aparecer.

La Alameda no hace muchas décadas estaba poblada por la marginalidad sevillana. Prostitutas, y sus clientes, y flamencos, que no tenían sitio en las fiestas de los señoritos, se buscaban la vida en los antiguos bares alamederos. Un día mi padre me contó que en los 40 y 50 los entrenadores de los equipos de fútbol sevillanos iban a sacar de los prostíbulos de la calle Joaquín Costa a algunos de sus futbolistas para llevarlos a los estadios a jugar…

Ahora, multinacionales y especuladores turísticos ven una mina de oro en la Alameda y, contra eso, poco, o nada, podemos hacer. Nos acostumbraremos con el tiempo, o no, a ver siempre los mismos logos en los cascos antiguos de todas las ciudades del mundo, algo que ya es una triste realidad.

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