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Familias partidas por la mitad...unidas por el virus

Casos hay tantos y tan distintos como familias viven en España, pero lo cierto es que la rutina de padres, hijos y abuelos ha dado un giro de 180 grados

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  • Unión. -

El coronavirus ha partido a muchas familias por la mitad, algunas por la fuerza y otras por elección: Alicia se ha confinado sola y así evita tensiones con su pareja; Luis está en Basilea (Suiza) y se ha hecho a la idea de no ver a su hijo de 11 años en semanas y hay quien, como Reme, se ha estrenado en las nuevas tecnologías para 'controlar' diariamente el estado de sus hijos por videoconferencia.

Casos hay tantos y tan distintos como familias viven en España, pero lo cierto es que la rutina de padres, hijos y abuelos ha dado un giro de 180 grados en una semana por culpa del coronavirus. Casi en todos los casos, el confinamiento ha llevado a sobrevivir a base del contacto por teléfono y videoconferencia.



Y alguno habrá, pero cuesta encontrar a alguien que mañana vaya a celebrar el Día del Padre como todos los años.

Con humor, mucho cariño y resignación pasó Nacho su cumpleaños. El plan de celebración era una vídeollamada con sus hermanos, sus hijos y sus padres (la primera para ellos, ¡qué ilusión!) y todo se fue a pique: Un positivo en su empresa le obligó a trabajar en tareas de limpieza y desinfección hasta la madrugada. La telecelebración tuvo lugar al día siguiente.

Cynthia, de 40 años, está embarazada de cuatro meses y lleva más de una semana en Pedrobernardo (Ávila) con su hijo Leo, de tres. Se ha ido a la segunda residencia de sus padres, con ellos dentro, y ha dejado a su pareja haciendo una "cuarentena" en la casa que ambos comparten en Madrid.

Lo ha hecho porque Nathan viaja mucho a Londres y tiene miedo de haberse infectado en el avión, así que estará 15 días solo y después se juntará de nuevo con su familia.

Ella lleva mal la separación pero ve el vaso medio lleno. "Estoy muy contenta de que haya podido entrar a España... Habría sido peor que le hubiera pillado en Londres", explica.

Mientras tanto, tiran del teléfono y de las videollamadas. Ella tiene la sensación de sentirse ahora más cerca que nunca de los suyos. ¡Hacía tiempo que no hablaba tanto con sus amigas...!

Luis tiene 45 años, vive en Basilea (Suiza) y hasta que la crisis del coronavirus se instaló en su vida y la de todos volaba a Madrid cada dos semanas para visitar a su hijo de 11, que vive con su exmujer.

Se ha hecho a la idea de que quizás no lo vea en unos meses y se lo ha explicado al niño. "No pasa nada, papá. Mejor tarde que nunca", le contestó él.

De momento Luis afronta la situación con "paciencia, mucha paciencia", y ha incrementado significativamente el contacto con su hijo, con al menos tres o cuatro llamadas durante el día para ser partícipe de su situación pese a la distancia.

Y la realidad, dice, es que tiene la sensación de que esta crisis les está uniendo. "No se puede volar, no nos podemos ver... Pues nos queda la resignación y la paciencia y estrechar el contacto de otra manera", explica a EFE.

Joan tiene 33 años y es de València pero vive en Viena (Austria). No tiene claro que sea lo mejor volver, pero su empresa ha decidido por él y quiere repatriarlo. El avión sale -en teoría- mañana y está nervioso por el viaje.

En València estará cerca de sus padres, Juan Antonio y Reme, y de su hermano Pablo, que vive con ellos, aunque casi seguro que se instalará en su piso solo y que seguirá hablando con toda su familia por videoconferencia. Su madre se ha estrenado con las nuevas tecnologías y chequea cada día cómo están sus cuatro hijos con el Whatsapp web.

Un papel de 'general' que también ha adoptado el padre de Rocío: a sus 83 años ha recuperado su antiguo papel de cabeza de familia y llama por teléfono cada mañana a sus siete hijos -desperdigados por el territorio español- para cerciorarse del buen estado de todos.

"Luego nos llama a los demás y nos cuenta qué va haciendo cada uno. La pandemia le ha dado un aire, le ha llevado a asumir ese papel de hacer una revisión diaria", explica a EFE su hija desde su casa de Soria.

En Coruña vive Vanessa, una auxiliar de enfermería de unos 45 años a la que le cuesta hablar de los males de su situación personal porque no llega siquiera a percibirlos, de preocupada que está por el "desborde" que puede suponer en lo sanitario la pandemia.

Vivía con su pareja pero él tiene otra vivienda en la misma ciudad y han optado por separarse. La hija de él vivía en Madrid pero ha regresado a Galicia y se ha instalado con su padre.

Vanessa, por su profesión, debe estar cuanto más aislada mejor, porque tiene riesgo de contagio. "La base de una sanitaria es la empatía y en una situación como esta no miras para ti misma. Yo estoy tranquila, estoy bien. ¿Qué más da que nos veamos ahora que dentro de 15 días? ¿Qué son dos semanas, o las que sean, en una vida? Hay que ser responsables", se explica.

También Alicia y Carles, ambos en la cincuentena y con 15 años de relación, han optado por pasar esta crisis separados: ella en la casa que ambos comparten en Madrid y él en Barcelona, donde pasa dos días por semana por motivos de trabajo.

"Esto le pilló en Barcelona. Yo le dije que mejor no volviera, me preocupaba por su salud más que todo. Hablamos mucho por teléfono, nos acompañamos, nos contamos las cosas... Y sí, estoy contenta con la decisión: nos hemos evitado tensiones, que no se cómo hubiéramos terminado después de 15 días encerrados juntos en un piso pequeño", explica Alicia, que es periodista y está teletrabajando.

Responde a EFE con ironía y buen humor que claro que a veces le echa de menos, sobre todo a la hora de comer porque ella solo sabe cocinar lentejas. "Ahora que no está él sobrevivo a base de latas", dice.

Cambios, cambios y más cambios, unos pequeños y otros consecuencia de situaciones dolorosas, a los que las familias españolas se van acostumbrando con los días, poco a poco. 

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