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Chiclaneros de otras culturas

Una veintena de inmigrantes, la gran mayoría del norte de África, participa en un taller de interculturalidad con el objetivo de integrarse en la sociedad chiclanera

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  • Alumnos del Taller de Interculturalidad que se imparte en el CEP Dionisio Montero. -
Abandonar su país para cumplir un sueño que muy pocas veces llega a cumplirse se convierte en una de las decisiones más difíciles que un emigrante toma, con el objetivo de mejorar su vida, tanto económica como socialmente. A diario, decenas de ciudadanos tratan de llegar a otros países, pero finalmente se quedan en el intento, tras haber perdido todo lo que tenían. Sin embargo, otros sí pueden cumplir su sueño de mejorar su vida y llegan con ilusión a un lugar en el que, muchas veces, se sienten desprotegidos.

Así, con el objetivo de integrar a inmigrantes en la sociedad chiclanera, nació el Taller de Interculturalidad, que se lleva a cabo en el CEP Dionisio Montero. Unos 20 inmigrantes, la gran mayoría de países del norte de África, acuden tres veces a la semana, con el único objetivo de aprender no sólo a hablar y escribir, sino también a conocer este nuevo mundo en el que conviven con personas desconocidas.

Uno de los protagonistas de este taller se llama Omar Fall, que con sólo 21 años decidió salir de Senegal para encontrar una vida mejor. Llegó a pagar hasta 500 euros para embarcarse en un amplio cayuco junto a un centenar de compatriotas, con el único fin de llegar hasta tierras españolas, en concreto, a las Islas Canarias. Tras diez largos días de viaje con lo puesto y algo de comida y agua, esta inestable embarcación arribó, con la ayuda de Cruz Roja y Guardia Civil, a Canarias. “El viaje fue malo pero todos sobrevivimos con la esperanza de encontrar un trabajo estable como nos habían dicho”, comenta Omar durante una de sus clases en el taller.

Algunos de los inmigrantes que llegaron junto a este joven senegalés fueron deportados a su país, mientras que el resto fue trasladado hasta Málaga y posteriormente a un centro de acogida de Huelva. Finalmente, Omar se trasladó hasta Puerto Real y, por último, a Chiclana, donde convive con tres amigos del país subsahariano. “Si encuentro un trabajo bueno me quedaré aquí porque me queda poco para cumplir los tres años en España y obtener los papeles. De todas formas, alguna vez quisiera volver a Senegal, puesto que allí está mi familia”.

En cuanto a su relación con los chiclaneros, Omar afirma sentirse “bien, aunque cada uno es como es”. “Hay gente que habla mal de los negros, pero eso me da igual porque todos somos personas y el color de la piel no debe ser obstáculo para que nos llevemos de una forma u otra”, aclara mientras se reincorpora a las clases.

Diferentes circunstancias

Sin embargo, no todos los inmigrantes que han llegado a Chiclana han sufrido una historia tan dura como la del joven Omar Fall. Es el caso de Kamal El Fatehy, de 28 años de edad y procedente de la ciudad marroquí de Fez. Kamal estudió Literatura Islámica en la Universidad de Fez y conoció a una chiclanera, que en la actualidad trabaja en el Ayuntamiento.

Después de un tiempo con esta joven chiclanera, decidió viajar hasta España con un contrato de trabajo de limpieza, aunque en la actualidad se encuentra en paro, por lo que analizó la posibilidad de seguir estudiando. Pero el problema llegó a la hora de relacionarse con los españoles, debido al desconocimiento del idioma. Por ello, se apuntó a este taller y ya piensa en estudiar Literatura Hispánica o Historia, así como homologar su título “para lo que hace falta mucho tiempo y dinero”. “Mi objetivo es poder trabajar en algo de lo que he estudiado y realmente me guste, por lo que trataré de prepararme para conseguir mis objetivos”, indica.

Por su parte, Aicha Rougui llegó a Chiclana también procedente de Marruecos, después de que su marido encontrase un trabajo estable en la localidad. “Hace diez años que mi marido trabaja en Cádiz, aunque vive en Chiclana, y tan sólo nos veíamos cuando él iba algún fin de semana o podía disfrutar de sus vacaciones. Pero no era normal vivir separados, por lo que hace cuatro meses decidí dejar mi trabajo en una empresa francesa de contabilidad para estar con él”, narra con dificultad, puesto que sólo lleva un mes acudiendo a las clases del Taller de Interculturalidad.

Y es que Aicha estudió Gestión bancaria en Rabat y desempeñaba un buen trabajo en su ciudad natal. Pero la distancia finalmente fue superior y decidió vivir con su marido. “Ahora tengo el problema de que no puedo trabajar aquí con la titulación que conseguí en Marruecos, pero quiero estudiar para homologar mi diploma. Además, tengo una experiencia importante en el sector financiero y quiero ser productiva y no llevarme todo el día con los brazos cruzados”. Aunque su objetivo es continuar en Chiclana, finalmente será el trabajo el que decida si Aicha seguirá o no en la ciudad. “En Chiclana estoy muy bien, no hay problemas de racismo y las personas me ayudan como pueden, pero el futuro sólo lo decidirá el trabajo y la economía”, insiste.

Por último, Mohamed Bazi emigró desde Casablanca para vivir con una hermana que reside en la localidad. En Marruecos consiguió el título de Bachillerato y ahora se prepara para aprobar la Selectividad y poder estudiar Educación Física. Sin embargo, para poder llegar a Chiclana tuvo que hacerlo con un contrato de trabajo como cocinero.

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