Sea cual fuere el yo y sus circunstancias de la democracia española, la realidad nos apunta y reafirma que Andalucía carece de capacidad de influencia en el escenario nacional.
En ocasiones, la disciplina de partido; aquella que lleva ahora a Susana Díaz a mantener un prudente silencio ante algunas acciones de Pedro Sánchez, con las que evidentemente no está de acuerdo. En otras, la política de la confrontación con supuestos réditos electorales, aquella que lleva al Ejecutivo azul anaranjado con ribetes verdes de Juan Manuel Moreno a una mezcolanza de buenos propósitos, con deseos de lealtad, y realidades de crítica constante bajo el siguiente principio: el PSOE discrimina a Andalucía.
Da igual cuando leas esto, la realidad es que nuestra comunidad pinta poco en la escena política, pero no sólo en ella. Independientemente, de quién sea el inquilino de la Moncloa, éste se dedica a mirar al norte, hacia País Vasco y Cataluña, fundamentalmente; a excepción hecha de González durante la Expo del 92, o puntuales como Aznar con la ciudad de Cádiz durante el mandato de Teófila.
El nivel de influencia es mínimo, y lo escribo cuando tenemos en María Jesús Montero, Carmen Calvo, Luis Planas y Juan Carlos Campo cuatro ministros de talla intelectual, y capacidad de gestión. Reducir a la política esa escasa impronta andaluza en el patio nacional es injusto, y aquí sálvese quien pueda. Los medios de comunicación no se salvan.
Dan ganas de echarse a llorar cuando uno lee las ediciones andaluzas de diarios de ámbito nacional como El País y El Mundo, que prestan más atención a los asuntos de la Corte que a los de la región más poblada de España.
Ni que decir tiene la escasa presencia de los temas que preocupan a los andaluces en las convocatorias de prensa de ministros y presidente de Gobierno. ¿Por qué? Por una confluencia de factores, pero sobre todo por la preocupante ausencia de medios de comunicación del terruño, con arraigo, raíces andaluzas y sin dependencias más allá de Despeñaperros (como Publicaciones del Sur). Eso es lo que necesita Andalucía, como unos políticos que primen el bienestar de sus ciudadanos a la disciplina de partido. De ilusión, también se vive.