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Cádiz

La crisis turística se ceba con las kellys

El personal eventual y fijo discontinuo no ha trabajado desde el inicio de la pandemia. Las fijas sufren más precariedad ahora y el miedo a perder el empleo

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  • Las camareras de piso sufren más la crisis por la precariedad que sufrían antes. -

Cádiz ha destacado como una referencia en el turismo nacional durante todo el verano. Pero la temporada ha sido corta y complicada, especialmente para las camareras de piso, conocidas como las kellys, las que limpian. Han soportado duras jornadas laborales con altas temperaturas y mascarillas que, apuntan desde la asociación provincial, “nos robaban el aliento”.

El número de habitaciones que han arreglado diariamente, por encima de la veintena, y por el que reciben de media, atendiendo a horarios y sueldo, poco más de dos euros, es similar al de años anteriores. Las exigencias en cuanto a sus tareas, no; ha sido mayor. “Hemos desinfectado como si fuera un quirófano”, aseguran.

Al estrés habitual de cumplir con los objetivos de cada jornada, hay que sumar el miedo a contagiarse. Y también a perder el empleo. La crisis se ha notado especialmente por la precariedad del sector. El personal eventual y el fijo discontinuo no ha echado ni una sola hora porque la ocupación se ha resentido. Ni unos ni otros se han podido acoger a los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE); tal y como planteó CCOO a finales de marzo, de manera que se han quedado sin trabajo, sin prestaciones por desempleo o agotando las que ya tenían reconocidas. El personal fijo se ha visto privado de refuerzos que aliviaran la carga diaria y tampoco ha mejorado sus condiciones laborales.


“Estamos como en 2016”, apuntan, pero con la amenaza de la crisis sanitaria y económica sobre sus cabezas. El colectivo no ha visto satisfechas ni una sola de las reivindicaciones con las que irrumpieron en el debate público. Entre ellas, la petición de modificación del artículo 42 del Estatuto de los Trabajadores para garantizar la igualdad de contratación y la incorporación a la misma de la Ley Kelly, para prohibir la externalización de la actividad principal de una empresa e impedir la cesión ilegal de trabajadoras, prácticas habituales desde la reforma laboral de 2012; el incremento del número de inspectores laborales y la realización de inspecciones aleatorias; o el reconocimiento de enfermedades profesionales directamente relacionadas con el aparato motor y músculo esquelético, así como la jubilación anticipada, estableciendo coeficientes reductores para tener pensiones decentes y el reconocimiento de trabajo penoso.

El otoño va a ser duro por las restricciones de movilidad y los rebrotes. “Ya se palpa en el ambiente la necesidad”, aseguran voces del colectivo que prefieren permanecer en el anonimato. “¿Cómo se puede mantener una familia si no se ha trabajado en toda la temporada”, preguntan sin ocultar la preocupación por el porvenir.

“Somos el motor principal de un hotel, porque la limpieza es clave para la calidad del servicio ofrecido a los clientes, pero somos, sin embargo, el eslabón más débil”, lamentan. “La salud y la dignidad -concluyen- no se debería negociar”.

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