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Atando Cabos

Un payaso que da volteretas

Cada uno recuerda a los suyos, tiene una historia que contar que los hace presentes, es duro, pero también hermoso

Publicado: 30/12/2020 ·
10:12
· Actualizado: 30/12/2020 · 13:13
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente jubilada, integrante del Aula Atenea del Ateneo de Jerez y de varios clubes de lectura

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Ayer mi padre me decía que no sabía cómo había vivido ya ochenta y cinco años. Le contesté: papá, yo tampoco sé cómo he vivido cincuenta y cuatro, cuando hace nada, me desperté una madrugada de reyes porque escuché un ruido al moverme en la cama. Era un payaso que daba volteretas. Le di cuerda y se deslizó por encima de mi colcha como si del redondel de un circo se tratara. Vosotros, cansados, disfrutasteis de la magia de los Reyes Magos que a mí me dura hasta hoy. Aunque la influencia norteamericana haya extendido el miedo a los payasos, a mí aún me encantan, recuerda que de pequeña, cada año pedía uno. Llegué a juntarlos de varios tipos.

Del payaso a la actualidad, pasaron infancia, adolescencia, juventud, edad adulta, hasta llegar a la madurez. Mi vida como la suya se ha ido girando y girando. No tomé conciencia de cada momento, guardé algunos por buenos o por malos y el resto como si no fueran míos. Cosechamos tan poco de nosotros mismos que es increíble la cantidad de tiempo que fue que como que no vivimos. Entonces al compararnos con la edad del carné de identidad pensamos que nos estafaron.

Estamos hechos de retales cosidos unos a otros como una maravillosa colcha de patchwork. Es posible que justo en el minuto antes de morirnos lleguemos a ver el proceso de cosido y el resultado final. Tomemos conciencia o no el trabajo se sigue haciendo cada día de nuestra vida.

En estas fechas sufrimos más que nunca por aquellos que ya han cortado su hilo. Los echamos de menos en la mesa, en los villancicos que cantamos. Más este año que se ha llevado a tantos.

Mi tío Manolo cayó al suelo roto. Un vecino vino a avisar. Mi padre lo subió a un taxi y le sostuvo la cabeza. Le habló sin que él le contestara, habían estallado las arterias de su cerebro, provocándole un coágulo en masa. No llegó a cenar esa noche. Tampoco se levantó como siempre en la madrugada para ir al merca. Cuando aún yo estaba bañándome con él en la playa sin poner los pies en el suelo porque había rocas.

Cada uno y cada una recuerda a los suyos, tiene una historia que contar que los hace presentes, es duro, pero también hermoso, traerlos de vez en cuando a nuestras vidas.

 

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