La provincia de Cádiz ha cerrado un verano espectacular en el sector turístico como han puesto de manifiesto las cifras de ocupación hotelera, los balances de los representantes del sector y los informes de impacto económico realizados por algunos municipios. Y lo ha logrado, fundamentalmente, gracias al turista nacional. El de Cádiz no ha sido un caso excepcional. Si usted, convertido a su vez en turista nacional, ha viajado por España a lo largo de julio y agosto habrá podido comprobar que se ha tratado de una constante. Todo lleno y lleno de españoles. La situación, ni tiene parangón ni puede que vuelva a reeditarse el año próximo, ya que los analistas apuntan al ahorro acumulado por las familias enclaustradas tras un primer año de pandemia -y a la necesidad propia de salir y volver a disfrutar-, y a la probabilidad de viajar en vacaciones a destinos internacionales a partir de 2022.
Sea así o no, Cádiz ha progresado vinculada al turista nacional, y la creciente apuesta por la calidad de la oferta y el destino ha ido generando una marca propia en favor de una provincia que, como me decía esta semana Daniel Barea, es un muestrario del planeta en pequeñito, o, como sobresale en una de las frases acuñadas en favor de su merecido catálogo de elogios, “tenemos de todo, menos estaciones de esquí” -no sé si es original de Javier Sánchez Rojas, que fue el primero al que se la escuché, pero no el único en utilizarla desde entonces-.
En este sentido, y a un lado la advertencia siempre presente de evitar morir de éxito, si tenemos en cuenta la dimensión alcanzada por el sector turístico hasta la fecha habrá que concluir con un: prueba superada. Hay margen para seguir creciendo, por supuesto, pero más aún para que lo sigan haciendo otros sectores, y fundamentalmente el de la industria. No se trata, como planteaba Unidas Podemos en mitad de la pandemia, de “cambiar el modelo productivo”, sino de favorecer nuevos modelos productivos que terminen por incrementar el músculo empresarial de la provincia y aporten su propia locomotora.
El problema es que han pasado tantos años desde que se lleva diciendo esto último, sin que nadie haya sido capaz de encontrar la fórmula y las condiciones, o de poner el empeño necesario para hacerlo realidad, que la solución por sí misma ha acabado convertida en una perogrullada, en una obviedad presentada de manera sentenciosa y sin efecto alguno. A veces, incluso, da la sensación de que vivimos en una provincia adicta a los tropezadores, como si Le Corbusier se los hubiera dejado olvidados en los despachos de las administraciones, que es donde se sigue echando en falta la unidad de acción que necesitamos para que las cosas salgan adelante, y basta el ejemplo de tres infraestructuras básicas: el nudo de Tres Caminos, la AP4 y la Algeciras-Tarifa.
Esta semana le ha tocado denunciarlo al PP: “Estamos hartos de los atascos y colas kilométricas y que la conexión de Tres Caminos sea el nudo de la vergüenza en las carreteras de la provincia”, ha dicho Teresa Ruiz Sillero. Pero no de ahora, de siempre. Tan de siempre que el PSOE culpa ahora al PP del retraso del proyecto: “Se llevó siete años en un cajón, hasta que llegamos al Gobierno y lo primero que hicimos es desatascar la declaración de impacto medioambiental, dotarlo de consignación presupuestaria y este año se está redactando el proyecto”.
El mismo PSOE que se colgó la medalla del fin del peaje en la autopista y que ahora quiere volver a imponerlo para garantizar el mantenimiento y favorecer la sostenibilidad ambiental. El fiasco viene de lejos, con el desdoble inacabado de la N-IV, que se habría convertido este verano en una solución a los atascos diarios entre Sevilla y Jerez -vaya forma de darle la bienvenida a los turistas que llegaban a la provincia-. Esta semana se ha aprobado en el Parlamento una PNL para que el Gobierno termine el desdoble entre Los Palacios y Jerez o que amplíe la autopista a tres vías. ¿De verdad nos queda aliento para confiar en que se nos escuche en Madrid y salga adelante, o seguirán los atascos y los problemas enquistados de siempre? Al final me ha salido una pregunta retórica.