Es bonito que siga todavía existiendo la figura del médico de cabecera y que no se pierda en este tortuoso camino. Entrañable apelativo, aunque algunos lo puedan asociar a una carencia o desorganización, pero no me refiero a los medios de los que dispone, ni a la administración de la sanidad por estos desgobiernos que llegan unos detrás de otros, me refiero a su cercanía, al conocimiento de la historia clínica y enfermedades de la mayoría de sus pacientes. A esa figura que se convierte en algo íntimo a las familias y que alude de forma muy acertada a la presencia de un buen consejero y amigo al que se le abre la puerta de lo más personal, como es el propio dormitorio, para alivio en los difíciles momentos de sufrimiento e incertidumbre. Es bien sabido que la cercanía y escucha forma parte del proceso de curación o tratamiento; a veces es lo único que se puede ofrecer, ese consuelo salvador y ese apoyo libre de medicamentos, pero que ayuda a sanar o mejorar el alma.
El especialista en Medicina de Familia, no ha venido a mejorar al médico de cabecera, yo diría más que es otro nombre, pero no sustituye al antiguo médico de cabecera, no se le ha dado el suficiente protagonismo que debe tener y su papel, en vez de ser la columna vertebral de esa sanidad familiar, ha quedado relegado a ser un filtro o un desvío hacia la puerta de entrada de las especialidades hospitalarias. La masificación de cupos, la pérdida de empatía por la frialdad del sistema sanitario, el uso de recursos como ucis móviles en avisos domiciliarios no urgentes que serían propios del médico de familia, la cada vez más deteriorada imagen ante retrasos y el escaso tiempo de consulta, ha provocado dos fenómenos muy preocupantes: por un lado, que los pacientes perciban que en la atención primaria el paciente no soluciona adecuadamente sus problemas ya que su médico de familia carece de influencia en el sistema, especialmente en caso de urgencia. Por otro, nuestros médicos jóvenes no encuentran atractiva esta especialidad, como se deduce del resultado de la última convocatoria MIR, en la que no se cubrieron doscientas plazas de Medicina de Familia.
La actual pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de orientar las políticas sanitarias hacia la potenciación de esta figura, que debería ser clave en nuestro sistema de salud y que ha sufrido gravemente en su diaria lucha contra el Covid 19. La acción de la Medicina de Familia es fundamental; principalmente en los pacientes crónicos, que son los que mayor atención requieren. La mayoría de consultas o ingresos de urgencia en hospitales se deben a agravamiento de procesos ya conocidos y que posiblemente hubieran podido ser evitados o al menos controlados en domicilio. Además, el médico de familia hace otra función como educador y promotor de la salud, mediante su acción para eliminar malos hábitos como el tabaco, alcohol y sedentarismo, en prevenir la obesidad infantil-juvenil y en la organización de actividades saludables. Necesitamos urgentemente recuperar a ese médico entrañable que además de afecto, buenas palabras y consejos, posea la influencia y herramientas que le permitan asegurar la mejora general de la salud y su recuperación en el primer escalón como es la familia. Mi compañero el doctor José Manuel Muñoz me enseñó que, si iba a un aviso y me quedaba con dudas, volviera a visitar al paciente nuevamente y creo que es una medida muy acertada. Tendríamos que unir la preparación del médico de familia con la empatía y sacrificio del médico de cabecera para formar a un buen médico.
En mi recuerdo cuando empezaba a trabajar, quedó grabado para siempre una señora de edad avanzada con una enfermedad terminal que visitaba en la barriada de La Paz durante una sustitución por vacaciones de otro médico de la casa del mar. Cuando me incorporé al centro médico, apareció su hija para informarme que su madre ya estaba muriendo y que al preguntarle ella que necesitaba, le dijo: "llama al médico jovencito que venía a visitarme". Para mí fue un honor y una de las sensaciones más emocionantes que he vivido en mi vida. Queda guardada su confidencia para siempre junto