El piso encantado del centro de Sevilla

Publicado: 15/06/2023
Autor

Jose Manuel García Bautista

Escritor y periodista sevillano, conocido por su faceta como investigador con más de 30 años de experiencia en temática paranormal

Andalucía Paranormal

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"Sentí una mano fría en el hombro. Me levanté de un salto y encendí la luz, pero no había nadie en la habitación" decía nuestra testigo.
Son muchas las personas que tratan de independizarse y, cuando lo hacen, se encuentran con el problema que no es lo mismo vivir con los padres que hacerlo solo o sola. Esto es lo que le ocurre a una chica en un piso de la capital hispalense.

Nuestra protagonista se llama Sofía y buscaba algo barato. En su camino se cruzó un piso en el centro de la ciudad que tenía mala reputación, se decía que estaba encantado, que había un fantasma en su interior y que esa era la causa por la que no se alquilaba nunca. Ella no creía en este tipo de historias y decidió mudarse a ese piso.

Había perdido su trabajo y no tenía suficiente dinero para pagar el alquiler de su antigua casa. Además, pensó que la historia del fantasma era solo un mito, y que no había nada que temer.

Al principio, todo parecía normal. El primer día, Sofía instaló sus pertenencias en el piso y se dio cuenta de que necesitaba hacer algunas reparaciones. La pintura estaba desgastada, el suelo estaba levantado en algunos puntos y las tuberías hacían ruido. Pero ella estaba decidida a arreglar todo por su cuenta, ya que no podía permitirse contratar a un profesional.

Sin embargo, las cosas empezaron a los pocos días de estar viviendo en el piso. Sofía estaba acostada en su cama, intentando conciliar el sueño, cuando escuchó un ruido extraño. Era como si alguien estuviera caminando por la salita de la casa. Ella se levantó y fue a ver pero no encontró nada fuera de lo normal. Pensó que tal vez había sido su imaginación y volvió a la cama.

Pero el ruido no paró. Cada noche, a la misma hora, se escuchaban los mismos pasos. Sofía trató de ignorarlo, pero pronto se dio cuenta de que no estaba sola en el piso. Empezó a sentir una presencia extraña, como si alguien la estuviera observando en todo momento. A veces, encontraba objetos fuera de lugar o movidos de su sitio.

Comenzó a sentir miedo, no sabía qué hacer ni a quién pedir ayuda. Intentó buscar información sobre el piso, pero no encontró nada relevante. Se sentía atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Una noche, mientras intentaba dormir “sentí una mano fría en el hombro. Me levanté de un salto y encendí la luz, pero no había nadie en la habitación. Entonces escuché una voz bajita que me decía mi nombre. Era una voz femenina, débil y triste. Me asusté aún más y decidí que no podía seguir viviendo en ese lugar” decía la testigo.

Al día siguiente Sofía buscó una nueva casa pero mientras debía vivir allí. Seguía tratando de investigar algún suceso extraño pero no tuvo ningún resultado positivo por lo que un día, una amiga, le propuso hacer una ouija allí.

“Al principio me negué pero luego ya lo vi como la única opción, me sentía como en un película, no me hacía gracia pero me llamaba la atención. Hicimos la sesión y nos dijo que allí había vivido una persona, una mujer, que había muerto, que se llamaba Ana y que la encontraron muerta en la salita” me explicaba la chica.

Sofía decidió que tenía que hacer algo para ayudarla a encontrar la paz. Consultó con un amigo que sabía de rituales y magia, puso velas y le rezó, le pidió que no la asustara, que la dejara vivir allí pues no podía pagar otra cosa y el sitio y el piso estaban muy bien.

Puede que sea casualidad sólo pero desde ese día prometió que en la salita no faltaría una vela encendida y “así lo hago todos los días, cuando no la pongo siento porracitos y es como si me dijera que se me ha pasado u olvidado. Hay una coexistencia pacífica ya, me he acostumbrado” me decía.

Después de su experiencia en el piso encantado, Sofía nunca volvió a sentir miedo de los espíritus o fantasmas. Para ella son almas atormentadas solo necesitan ayuda para encontrar la paz y el descanso que merecen.

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