Supongamos que el mundo del pensamiento no está constituido solamente por el pensamiento humano. Admitamos, sin modestia, que todos los seres vivos tienen su forma de pensar y cada uno de ellos, cada especie, ignora la que tienen las demás También debemos reconocer que las cosas inertes, no son tan negligentes como creemos.
La finalidad, que es la meta del futuro de todo ser viviente, es un misterio. Cuanto nos gustaría saber el porqué de nuestra presencia en este planeta del sistema solar. Ni precisos, ni necesarios, somos solamente un deseo del curso evolutivo de la naturaleza o un trabajo experimental de un Ser Superior, cuyas conclusiones nunca serán una sorpresa para Él, cuando quiera enjuiciarlas. Nacer, vivir, morir y alcanzar otra vida posteriormente, es el cuento en el que la elocuencia ha sacado su mejor nota. Sobre todo, cuando existe la posibilidad de que “cuento” sea sinónimo de narración cierta. Pero el no saber dónde vamos, ni de dónde venimos, es la realidad más palpable que tiene, el abandonado ser humano. Las señales divinas han dejado incluso de ser humo.
A pesar de la incertidumbre descrita, la vida es bella y alegre. La tristeza y la fealdad no deben pasar de ser adagios, sin posibilidad de llegar a narrativa y el futuro es esa ascua incandescente, que el fuego precisa para ser llama luminosa. Su certeza en los seres de libre albedrío siempre será incógnita, que el tiempo resolverá con la ayuda de nuestro entusiasmo por las cosas.
Los seres orgánicos vivos y en movimiento quizás lo tengan, pero no llegamos a conocer, ni ellos lo muestran, signos inherentes de que les preocupe un futuro. Los organismos vivos y en quietud cumplen rígidamente las funciones que el misterio evolutivo les ha encomendado, bien con sus frutos o mediando previamente con sus flores.
Septiembre abre sus puertas. Al entrar en él, lo primero que observamos son los viñedos que han terminado la tarea que le ha sido confiada y nos muestra su fruto áureo, la turgente uva apiñada, en un gesto de concordia y solidaridad, en hermosos y gruesos racimos. No sabemos, pero lo parece por la felicidad que transmiten sus frutos, que la vid desde el principio de su germinación, ya es consciente de que la “pulpa” de su uva le llevaría hasta la “magia de las bodegas”, el “velo en flor” la levadura saccharomyces cerevisae. Pero antes de que el vino alcance su madurez y como fino o “manzanilla en rama” ausente de filtrados - de la bota a la botella - llegue a nuestro paladar, han sido precisas dos faenas fundamentales: La recolección de la uva, que la columna vertebral humana soporta con alegría cuando se le une la música que dio lugar a cantos y coplas populares, mientras las gachas, tocino, pimientos y el bacalao con arroz, eran los manjares a ingerir al final de la faena. Vamos a la vendimia desde mi tierra/corre mulilla torda, cascabelera/para en la Venta, que la ventera/ es la más guapa de España entera. No me beses en la frente/porque así no podré nunca/besarte cuando me beses. Felices y sentidas letras. Pero lo fundamental es el pisado de la uva. Como otras tradiciones va soportando el camino del desahucio y olvido, del que solo le salvan algunas fiestas populares y el hoy llamado “atractivo enoturístico”. Las máquinas, que no piensan, han sustituido a las extremidades humanas por mor de conseguir una rentabilidad rápida gracias a su compresión uniforme y eficaz, pero los pies humanos añadían a la fuerza, la caricia, y el mosto se alumbraba con la luz del amor, que fue la que le llevó hasta el altar y la consagración. Cuando pisas racimo/tu abarca verde/tu pie se vuelve sangre/mi sangre nieve/pisa las uvas/que como mis amores/ya están maduras.
Septiembre es un mes bipolar. Alegría y nostalgia, hasta la tristeza. Verano y otoño a lo largo de sus días. Fiestas y vino. Fin del ocio vacacional e iniciación de una época más pensadora y romántica. La iniciación de la “caída de las hojas” indica que se repetirá el “milagro primaveral”. Volverán las golondrinas que previamente marcharon, pero lo que no sabemos es con qué tipo de España se van a encontrar. Es la tristeza y la nostalgia de tiempos mejores, las miserias con que va despedirse este noveno mes del año. La sociedad española no parece consciente de lo que está sucediendo y cuando la funesta realidad le despierte, se encontrará con una piel de toro, en la que cada cual se ha llevado un jirón de la misma para hacerse su cartera particular y lo conseguido en siglos perecerá bajo el dominio de una multiplicidad de grupos, que han dado lugar a la fabricación de un gobierno monstruo, un Frankenstein que prepara la “suerte suprema” para acabar con la vida de lo que creíamos era, como he citado, la piel indivisible de un astado. Decía la canción “el vino da libertad pá decir lo que se siente”, quizás la sociedad precise de una buena copa de manzanilla que libre su pensamiento y su lengua de ataduras intimidatorias dictatoriales e ilusorias, cuya corta reflexión tiene su parada en el cantonalismo.