Un sueño forjado en Punta Umbría
El galeón atrajo a numerosos curiosos en cada puerto al que arribaba, ejerciendo finalmente de pabellón en la Exposición Universal de Shangai
José Viñas, tripulante del Galeón Andalucía, narra su experiencia en la aventura transoceánica del navío.
34 personas han compartido espacio en alta mar refugiándose en la lectura, la escritura y la cocina.
Cualquiera lo diría. De estudiante de magisterio, con vocación, a marinero del siglo XVII en apenas unos años. Creo que mis padres deben seguir -aún hoy día- dándole vueltas a esta idea al ver cómo uno de sus hijos, que parecía tener claro su futuro profesional, cambia de rumbo y acaba inmerso en una aventura alrededor del mundo a bordo de una réplica del S.VXII.
Para llegar a formar parte de la tripulación del Galeón Andalucía el camino ha sido largo; en esta ocasión, no llegó por casualidad como estamos acostumbrados a ver en las películas; uno no se levanta y, ¡chas!, se hace a la mar. En mi caso, lo busqué a conciencia y posteriormente lo trabajé con ahínco para hacerme un hueco en la lista de tripulantes. A través de la web de la Fundación Nao Victoria www.fundacionnaovictoria.org dejé mis datos para participar como voluntario en una travesía a las Azores, en verano de 2007. En esa ocasión no pudo ser pero me negué a desistir en mi objetivo, la Nao Victoria, una réplica del barco en el que Juan Sebastián El Cano logró circuncidar el globo terráqueo por primera vez en el S. XVI, era una razón de peso para seguir al pie del cañón, a la espera de tener mi oportunidad.
Finalmente, un viernes de ese mismo otoño recibí la llamada del contramaestre de la nao, "salimos a navegar mañana desde Mazagón, será algo rápido para ver en qué estado está el barco: velas, palos, sentina, etcétera. ¿Podrías venir?". Al día siguiente, antes de que pudiera darme cuenta, me encontraba al pie del muelle donde me esperaba el barco con el que aprendería -durante los próximos dos años- las primeras terminologías náuticas y ejercicios de maniobra que utilizo hoy en día en el galeón con la misma cotidianidad con la que uno se ata los cordones del zapato cada mañana. Y es que navegar en una réplica tan singular, a vela, implica entre otras cosas estar dispuesto a navegar en cualquier momento o cuando los vientos manden, sea lunes o sábado.
Un equipo de valientes
La tripulación del Galeón Andalucía se compuso de algunos marineros que ya habíamos navegado en la Nao Victoria o con experiencia marinera reconocida y por savia nueva, a través del programa de voluntariado que gestiona la Fundación Nao Victoria. Un grupo de personas de diferentes provincias y con distintos conocimientos sobre el barco y la mar, que desde el 21 de marzo de 2010 se constituía como un gran equipo que debía trabajar duro para estar tres meses más tarde frente a las costas de China y tomar parte en la Exposición Universal de Shanghái, donde el barco haría de embajador cultural y comercial de nuestra comunidad autónoma. Once de Huelva, cuatro de Cádiz, quince de Sevilla, uno de Madrid y tres de Palma de Mallorca, han sido los protagonistas de miles de anécdotas y aventuras a través de mares y océanos durante las más de 11.000 millas que hay entre Punta Umbría y Shanghái. Y espero poder descubrir algunas de ellas en este espacio.
La convivencia entre iguales
Comenzaré por destacar el ambiente que ha existido a bordo y que ha sido una de las cuestiones que más me ha sorprendido personalmente. Hay que tener en cuenta que se trata de 34 personas compartiendo 52 metros de eslora por 10 metros de manga, durante travesías de 15 días sin tocar tierra y sin contacto con la familia o amigos que quedan en tierra, lo que parece un ambiente muy propicio a que surjan roces o conflictos día sí, día no. En cambio, la motivación de navegar en éste tipo de navío, el objetivo común de llegar a China y el respeto entre iguales, ha resultado un ejemplo de convivencia sin parangón en la navegación. Por supuesto que ha habido días duros, jornadas largas de trabajo, calor, frío, ola arriba, ola abajo, algunas tardes que te acuerdas de tus seres queridos, y alguna mañana en la que te pasa por la mente un "dónde me he metido yo", pero esos días son los que ahora uno recuerda como anecdóticos, eran los días que casualmente te sentabas a hablar con otro compañero, mientras el sol quedaba por la popa del barco y te dabas cuenta de lo privilegiados que éramos todos por vivir aquella aventura; porque como dice Manolo Murube, primer oficial del galeón, los momentos buenos y los malos son parte de la aventura.
¿Y las mujeres? , otra de las preguntas obligadas. Tengo que quitarme el sombrero al hablar de las dos que nos acompañan, Aurora Montserrat y Esther García. Son parte de la tripulación, y por tanto han arrimado el hombro como cualquiera de los compañeros, en las maniobras, trabajos de mantenimiento, las guardias, etcétera, y aunque comenzaron viviendo en un camarote distinto al resto de los tripulantes, al poco tiempo se trasladaron al sollao de los hombres, un espacio más amplio, con 30 camas dispuestas en literas, y bastante más fresco que el anterior. Según me comentaba Esther, a pesar de la intimidad personal que ella misma pensaba que necesitaba, física y psicológicamente, en su día a día, supo adaptarse “sin problema alguno a las condiciones que ofrecía el barco”, aunque según ella “los compañeros ayudan mucho a llevar todo con normalidad”. Por lo tanto, no ha habido diferencias notables entre hombres y mujeres a bordo, participando todos de las tareas por igual; dentro de las posibilidades, habilidades y formación de cada quien.
Entretenimiento en alta mar
No todo ha sido trabajar. La mayor parte de la travesía hemos estado a régimen de guardias de mar, es decir, cuatro horas de guardia y ocho de descanso, lo que nos ha facilitado encontrar el tiempo no sólo para el descanso, sino también para ampliar y disfrutar de la convivencia de los compañeros a través de las actividades más variopintas como tocar la guitarra, jugar a tenis de mesa, pescar, jugar a las cartas, ver alguna película, etcétera. Pero si hay una actividad que la gran mayoría ha realizado en algún momento de la navegación, esa ha sido la lectura. Al parecer, los marineros y los libros, son pareja de conveniencia. Contamos con una biblioteca a bordo, todo un lujo cuando uno se encuentra inmerso en -seré irónico por una vez- la frenética actividad del puerto de Sudán, por ejemplo, y tratas de disfrutar de las posibilidades que ofrece el puerto al marinero, es decir, ninguna. Entre Fernando ‘El Moskito’ y Alfonso, ‘Choco’ para los amigos, aportaron casi 20 libros. Por mi parte, aporté los 15 libros que subí a bordo antes de zarpar, lecturas pendientes relacionadas con la mar y algunos que necesitaba revisar para mi estudio de antropología, y lo mismo hizo el resto de la tripulación; algo de historia, algún poema de Miguel Hernández o Machado, narrativa diversa que puede ir desde "Socorro soy padre" a "Crónicas desde el océano", clásicos como "Cuentos de los Mares del Sur" o "Moby Dick", revistas, etcétera. En fin, que sumando los que cada cual colocó en la estantería de la biblioteca y los que nos regalaron en algunos puertos, contamos con más de 170 textos que poder llevarnos a las manos en las tardes más largas o en las horas en las que uno no sabe qué hacer entre la hora de comer y la próxima guardia.
Durante la navegación, la tripulación no tiene ni internet ni cobertura en el móvil, de ahí el entretenimiento de los libros. Aunque contamos con la tecnología más avanzada en comunicación, requisito para la navegabilidad del barco, su uso es sólo para cuestiones referidas a la propia navegación por parte de los oficiales del barco, y la tripulación reduce el tiempo de contacto con su familia, en la distancia, a los momentos que se encuentra en puerto. Quizás sea el aspecto más duro con el que se topa el tripulante que navega tanto tiempo lejos de su casa, aunque afortunadamente la Fundación Nao Victoria, encargada de dirigir el proyecto del Galeón Andalucía, dispuso una plataforma en internet, las crónicas, con la que estar al corriente de nuestro día a día en el barco, y donde las familias, amigos o interesados en la expedición puedieron tomar parte.
Uno de los aspectos que tampoco pueden pasar desapercibidos en un barco, durante las travesías, es la cocina. El cocinero y el mayordomo, éste último encargado de administrar el dinero para abastecer al barco de alimentos en los puertos, son las personas de los que dependen -en gran medida- el ánimo de la tripulación. Los alimentos están limitados, los productos frescos suelen escasear al tercer día de zarpar, y las legumbres abundan. Elaborar un menú variado y que aporte lo necesario para el trabajo navegando, no es tarea fácil. Manolo Luque y Paco Muñoz han sido los protagonistas de aplausos, risas y alegría en todo momento, sorprendiendo al grupo en cada comida. Personalmente, el plato que mejor puede uno recibir de ellos dos es, en primer lugar, un buen atún recién pescado, en cualquiera de las variedades posibles: con tomate, encebollado, con aliño, o a la plancha, y en segundo lugar, su amistad. Han sido un ejemplo tangible del refrán "A mal tiempo, buena cara". Ellos fueron también los culpables de que la tripulación celebrara la noche del "pescaito" de la Feria de Sevilla, en el muelle de Haifa (Israel) y que nadie se acordara esa noche que había un Mediterráneo de por medio.
El galeón
El diseño del Galeón Andalucía, guarda considerables similitudes con los barcos del siglo XVII. Sin embargo, no es lo único que se asemeja con la época. Hemos rememorado algunas incomodidades como el ducharse con agua salada y otras cosas como el compartir espacios comunes de habitabilidad o la organización de la tripulación a través de guardias. Los instrumentos de navegación la disposición de la cocina, sin cubrir en la cubierta principal, también recuerdan a los antiguos galeones.
Entre todas las experiencias, recuerdo el primer día que navegábamos en medio del Mediterráneo, a vela, y alcanzamos por primera vez 9 nudos de velocidad. No hemos tenido condiciones de mar realmente malas. El tiempo nos ha respetado, aunque las olas aparecen y el barco tiende a moverse. El inconveniente no es que el mar esté picado o las olas sean más grandes de lo normal, sino que sea un viento con el que el barco sufra. Los galeones, al igual que las nao o carabelas, son barcos con velas cuadras y están muy limitados a la hora de maniobrar. Si el viento no le favorece o las olas aparecen por la proa, el barco sufre mucho, y es un aspecto a tener en cuenta. Los galeones del S.XVII se construían para hacer rutas comerciales concretas, en momentos muy marcados y con vientos favorables. El Galeón Andalucía está inmerso en otra realidad y asume los retos comerciales del S. XXI, consciente de su limitación por el tipo de barco es.
De todas formas, lo importante de éste tipo de navío es trasmitir el conocimiento de las técnicas y la historia de la navegación del S. XVI y XVII, más que de competir. Como se suele decir, "es un barco muy marinero", e incluso el mismo día de la botadura el maestro carpintero auguraba buenas condiciones cuando vio flotar el casco en la ría.
Expectación
Y aún más gratificante fue la expectación que creaba en barcos en los puertos en los que atracamos. Muchos se acercan porque ven que tiene pabellón español, y tratan de hacer sus pinitos con el castellano, y otros no paran de preguntar hasta el último detalle del barco y su contexto histórico. Aunque la mayoría de las preguntas van encaminadas al lugar en el que se ha construido, así que os podéis imaginar la cantidad de veces que hemos explicado con dibujos en un papel o en el aire con la ayuda del dedo, dónde está Huelva y, concretamente, Punta Umbría. Algunos se fijan en la campana que llevamos colocada en el castillo de proa, dónde se puede leer también el nombre de Punta Umbría, por lo que no pasa desapercibido la localidad en la que tuvo lugar el nacimiento del galeón.
Para llegar a formar parte de la tripulación del Galeón Andalucía el camino ha sido largo; en esta ocasión, no llegó por casualidad como estamos acostumbrados a ver en las películas; uno no se levanta y, ¡chas!, se hace a la mar. En mi caso, lo busqué a conciencia y posteriormente lo trabajé con ahínco para hacerme un hueco en la lista de tripulantes. A través de la web de la Fundación Nao Victoria www.fundacionnaovictoria.org dejé mis datos para participar como voluntario en una travesía a las Azores, en verano de 2007. En esa ocasión no pudo ser pero me negué a desistir en mi objetivo, la Nao Victoria, una réplica del barco en el que Juan Sebastián El Cano logró circuncidar el globo terráqueo por primera vez en el S. XVI, era una razón de peso para seguir al pie del cañón, a la espera de tener mi oportunidad.
Finalmente, un viernes de ese mismo otoño recibí la llamada del contramaestre de la nao, "salimos a navegar mañana desde Mazagón, será algo rápido para ver en qué estado está el barco: velas, palos, sentina, etcétera. ¿Podrías venir?". Al día siguiente, antes de que pudiera darme cuenta, me encontraba al pie del muelle donde me esperaba el barco con el que aprendería -durante los próximos dos años- las primeras terminologías náuticas y ejercicios de maniobra que utilizo hoy en día en el galeón con la misma cotidianidad con la que uno se ata los cordones del zapato cada mañana. Y es que navegar en una réplica tan singular, a vela, implica entre otras cosas estar dispuesto a navegar en cualquier momento o cuando los vientos manden, sea lunes o sábado.
Un equipo de valientes
La tripulación del Galeón Andalucía se compuso de algunos marineros que ya habíamos navegado en la Nao Victoria o con experiencia marinera reconocida y por savia nueva, a través del programa de voluntariado que gestiona la Fundación Nao Victoria. Un grupo de personas de diferentes provincias y con distintos conocimientos sobre el barco y la mar, que desde el 21 de marzo de 2010 se constituía como un gran equipo que debía trabajar duro para estar tres meses más tarde frente a las costas de China y tomar parte en la Exposición Universal de Shanghái, donde el barco haría de embajador cultural y comercial de nuestra comunidad autónoma. Once de Huelva, cuatro de Cádiz, quince de Sevilla, uno de Madrid y tres de Palma de Mallorca, han sido los protagonistas de miles de anécdotas y aventuras a través de mares y océanos durante las más de 11.000 millas que hay entre Punta Umbría y Shanghái. Y espero poder descubrir algunas de ellas en este espacio.
La convivencia entre iguales
Comenzaré por destacar el ambiente que ha existido a bordo y que ha sido una de las cuestiones que más me ha sorprendido personalmente. Hay que tener en cuenta que se trata de 34 personas compartiendo 52 metros de eslora por 10 metros de manga, durante travesías de 15 días sin tocar tierra y sin contacto con la familia o amigos que quedan en tierra, lo que parece un ambiente muy propicio a que surjan roces o conflictos día sí, día no. En cambio, la motivación de navegar en éste tipo de navío, el objetivo común de llegar a China y el respeto entre iguales, ha resultado un ejemplo de convivencia sin parangón en la navegación. Por supuesto que ha habido días duros, jornadas largas de trabajo, calor, frío, ola arriba, ola abajo, algunas tardes que te acuerdas de tus seres queridos, y alguna mañana en la que te pasa por la mente un "dónde me he metido yo", pero esos días son los que ahora uno recuerda como anecdóticos, eran los días que casualmente te sentabas a hablar con otro compañero, mientras el sol quedaba por la popa del barco y te dabas cuenta de lo privilegiados que éramos todos por vivir aquella aventura; porque como dice Manolo Murube, primer oficial del galeón, los momentos buenos y los malos son parte de la aventura.
¿Y las mujeres? , otra de las preguntas obligadas. Tengo que quitarme el sombrero al hablar de las dos que nos acompañan, Aurora Montserrat y Esther García. Son parte de la tripulación, y por tanto han arrimado el hombro como cualquiera de los compañeros, en las maniobras, trabajos de mantenimiento, las guardias, etcétera, y aunque comenzaron viviendo en un camarote distinto al resto de los tripulantes, al poco tiempo se trasladaron al sollao de los hombres, un espacio más amplio, con 30 camas dispuestas en literas, y bastante más fresco que el anterior. Según me comentaba Esther, a pesar de la intimidad personal que ella misma pensaba que necesitaba, física y psicológicamente, en su día a día, supo adaptarse “sin problema alguno a las condiciones que ofrecía el barco”, aunque según ella “los compañeros ayudan mucho a llevar todo con normalidad”. Por lo tanto, no ha habido diferencias notables entre hombres y mujeres a bordo, participando todos de las tareas por igual; dentro de las posibilidades, habilidades y formación de cada quien.
Entretenimiento en alta mar
No todo ha sido trabajar. La mayor parte de la travesía hemos estado a régimen de guardias de mar, es decir, cuatro horas de guardia y ocho de descanso, lo que nos ha facilitado encontrar el tiempo no sólo para el descanso, sino también para ampliar y disfrutar de la convivencia de los compañeros a través de las actividades más variopintas como tocar la guitarra, jugar a tenis de mesa, pescar, jugar a las cartas, ver alguna película, etcétera. Pero si hay una actividad que la gran mayoría ha realizado en algún momento de la navegación, esa ha sido la lectura. Al parecer, los marineros y los libros, son pareja de conveniencia. Contamos con una biblioteca a bordo, todo un lujo cuando uno se encuentra inmerso en -seré irónico por una vez- la frenética actividad del puerto de Sudán, por ejemplo, y tratas de disfrutar de las posibilidades que ofrece el puerto al marinero, es decir, ninguna. Entre Fernando ‘El Moskito’ y Alfonso, ‘Choco’ para los amigos, aportaron casi 20 libros. Por mi parte, aporté los 15 libros que subí a bordo antes de zarpar, lecturas pendientes relacionadas con la mar y algunos que necesitaba revisar para mi estudio de antropología, y lo mismo hizo el resto de la tripulación; algo de historia, algún poema de Miguel Hernández o Machado, narrativa diversa que puede ir desde "Socorro soy padre" a "Crónicas desde el océano", clásicos como "Cuentos de los Mares del Sur" o "Moby Dick", revistas, etcétera. En fin, que sumando los que cada cual colocó en la estantería de la biblioteca y los que nos regalaron en algunos puertos, contamos con más de 170 textos que poder llevarnos a las manos en las tardes más largas o en las horas en las que uno no sabe qué hacer entre la hora de comer y la próxima guardia.
Durante la navegación, la tripulación no tiene ni internet ni cobertura en el móvil, de ahí el entretenimiento de los libros. Aunque contamos con la tecnología más avanzada en comunicación, requisito para la navegabilidad del barco, su uso es sólo para cuestiones referidas a la propia navegación por parte de los oficiales del barco, y la tripulación reduce el tiempo de contacto con su familia, en la distancia, a los momentos que se encuentra en puerto. Quizás sea el aspecto más duro con el que se topa el tripulante que navega tanto tiempo lejos de su casa, aunque afortunadamente la Fundación Nao Victoria, encargada de dirigir el proyecto del Galeón Andalucía, dispuso una plataforma en internet, las crónicas, con la que estar al corriente de nuestro día a día en el barco, y donde las familias, amigos o interesados en la expedición puedieron tomar parte.
Uno de los aspectos que tampoco pueden pasar desapercibidos en un barco, durante las travesías, es la cocina. El cocinero y el mayordomo, éste último encargado de administrar el dinero para abastecer al barco de alimentos en los puertos, son las personas de los que dependen -en gran medida- el ánimo de la tripulación. Los alimentos están limitados, los productos frescos suelen escasear al tercer día de zarpar, y las legumbres abundan. Elaborar un menú variado y que aporte lo necesario para el trabajo navegando, no es tarea fácil. Manolo Luque y Paco Muñoz han sido los protagonistas de aplausos, risas y alegría en todo momento, sorprendiendo al grupo en cada comida. Personalmente, el plato que mejor puede uno recibir de ellos dos es, en primer lugar, un buen atún recién pescado, en cualquiera de las variedades posibles: con tomate, encebollado, con aliño, o a la plancha, y en segundo lugar, su amistad. Han sido un ejemplo tangible del refrán "A mal tiempo, buena cara". Ellos fueron también los culpables de que la tripulación celebrara la noche del "pescaito" de la Feria de Sevilla, en el muelle de Haifa (Israel) y que nadie se acordara esa noche que había un Mediterráneo de por medio.
El galeón
El diseño del Galeón Andalucía, guarda considerables similitudes con los barcos del siglo XVII. Sin embargo, no es lo único que se asemeja con la época. Hemos rememorado algunas incomodidades como el ducharse con agua salada y otras cosas como el compartir espacios comunes de habitabilidad o la organización de la tripulación a través de guardias. Los instrumentos de navegación la disposición de la cocina, sin cubrir en la cubierta principal, también recuerdan a los antiguos galeones.
Entre todas las experiencias, recuerdo el primer día que navegábamos en medio del Mediterráneo, a vela, y alcanzamos por primera vez 9 nudos de velocidad. No hemos tenido condiciones de mar realmente malas. El tiempo nos ha respetado, aunque las olas aparecen y el barco tiende a moverse. El inconveniente no es que el mar esté picado o las olas sean más grandes de lo normal, sino que sea un viento con el que el barco sufra. Los galeones, al igual que las nao o carabelas, son barcos con velas cuadras y están muy limitados a la hora de maniobrar. Si el viento no le favorece o las olas aparecen por la proa, el barco sufre mucho, y es un aspecto a tener en cuenta. Los galeones del S.XVII se construían para hacer rutas comerciales concretas, en momentos muy marcados y con vientos favorables. El Galeón Andalucía está inmerso en otra realidad y asume los retos comerciales del S. XXI, consciente de su limitación por el tipo de barco es.
De todas formas, lo importante de éste tipo de navío es trasmitir el conocimiento de las técnicas y la historia de la navegación del S. XVI y XVII, más que de competir. Como se suele decir, "es un barco muy marinero", e incluso el mismo día de la botadura el maestro carpintero auguraba buenas condiciones cuando vio flotar el casco en la ría.
Expectación
Y aún más gratificante fue la expectación que creaba en barcos en los puertos en los que atracamos. Muchos se acercan porque ven que tiene pabellón español, y tratan de hacer sus pinitos con el castellano, y otros no paran de preguntar hasta el último detalle del barco y su contexto histórico. Aunque la mayoría de las preguntas van encaminadas al lugar en el que se ha construido, así que os podéis imaginar la cantidad de veces que hemos explicado con dibujos en un papel o en el aire con la ayuda del dedo, dónde está Huelva y, concretamente, Punta Umbría. Algunos se fijan en la campana que llevamos colocada en el castillo de proa, dónde se puede leer también el nombre de Punta Umbría, por lo que no pasa desapercibido la localidad en la que tuvo lugar el nacimiento del galeón.
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