Deportivo, Atlético, Madrid, Barcelona, Málaga, Cádiz y nuestro Real Jaén. A simple vista podrían ser los emparejamientos de la próxima Copa del Rey. Pero realmente esta convocatoria sólo obedece a un criterio gastronómico: una carta de bocadillos.
Estos equipos de fútbol comparten honores con el Bicolor y el Tricolor. También con los gremios: Peluquero y Turronero. Algunos refieren procedencia: Indiano, Vigués, Africano, Andaluz y Jaenero. Y del mismo modo sucede con la condición de las personas: Cabezón y Marranete. Con este último nos rendimos ante la evidencia de que lo clásico y lo básico nunca pasa de moda porque bajo este nombre nos encontramos al universal bocadillo de jamón y queso.
Todo esto y mucho más pertrecha el repertorio de bocadillos del París. Y allí encomendamos nuestros pasos numerosos jiennenses por la calle Hurtado en este tiempo en que mientras Jaén bulle de forma noctámbula por Bernabé Soriano los fines de semana, este bar permanece inalterable al paso del tiempo como templo del jaenerismo más auténtico en la calle de atrás. Como si fuera la calle B o una trastienda, cuando lo cierto es que hoy por hoy se ha convertido en auténtico bastión de lo jaenero en pleno San Ildefonso, eclipsado por las luces de sus estrellas Michelín y salpicado por la modernez de las Smash Burguer que se van esparciendo por el barrio al igual que no hace mucho vinieron para quedarse los kebabs de la calle Teodoro Calvache, que según qué momento del año, desprenden un tufillo que mezclado con incienso, nos acaba dejando medio tontos por la mezcolanza de olores cuando caminamos por San Idelfonso.
El París cumple con todos los requisitos que debe mantener cualquier bar de solera que podamos encontrarnos en España, pero manteniendo la esencia y las formas de ser de aquí.
Sus paredes retratan estampas del Jaén que fuimos y tuvimos. La cerveza Alcázar como principal icono del jaenerismo, se convierte en omnipresente. No falta la veneración al Real Jaén, también notoria en todas las manifestaciones posibles. Ni esa otra veneración pasionista hacia nuestras cofradías. Y por si todo ello no fuera suficiente, las caricaturas de VICA en sus paredes terminan por conceder el sello de autenticidad de lo que se considera verdaderamente jaenero.
No le faltan parroquianos. Es más, les sobran. Algunos cada noche atraviesan Jaén entero cuesta arriba únicamente al reclamo de un Recluta. Y otros, afortunados, disponen de un espacio VIP bajo el televisor cuando de extremo a extremo el bar debe colgar en su puerta el cartelón de “No hay localidades” y aún así José y Blas procuran hacerle un espacio a quienes encuentran allí lo que en otros sitios le niegan y acuden al París porque saben que allí siempre tendrán un sitio.