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Talento y talante

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El sábado 19 de febrero se enfrentó el Betis B con el Cádiz y en los medios se dio a conocer que, antes del partido, hubo cinco cadistas heridos por graves disturbios. Ya hemos escuchado en el concurso, en la fase de cuartos, una buena letra en la que se condena que este tipo de sucesos estén relacionados con el deporte.
El lunes 21 se celebró en el Falla la final de infantiles. Eugenio Mariscal leyó el veredicto del jurado. En el mismo escenario, cuando se dijeron los premios, se comunicó la descalificación del cuarteto Plaza de bastos por repetir la letra de un cuplé que ya había sido cantado en la fase previa.


Me comentan que un señor, familiar o conocido de algún componente o simplemente alguien del público, comenzó a protestar sobre el reglamento, la descalificación y todo lo que se le fue pasando por la mente. Los presentes lo oyeron increpar a la organización, incluso veía necesario que a esos niños se les pidiera perdón.
Realmente los niños no tienen la culpa. Son los mayores los que toman la iniciativa de elegir las letras que van a cantar en cada pase y los que deberían estar al tanto del reglamento, que ahí está, les guste o no. Así que ellos son los que deberían pedir perdón a los niños, que estaban llorando y pasando un momento amargo. Cuando se dirigían al exterior del teatro, me cuentan además que uno de los guardias jurados tuvo que advertirle al citado señor que se calmara.

Posteriormente se produce un altercado desagradable entre adultos en presencia de los niños, en el que no entraré en detalles, pero que fue vergonzoso. Vaya ejemplo que se está dando a los menores. Tanto en el fútbol como en el Carnaval el afán competitivo que tienen los adultos es mayor que el que tienen los niños y se lo transmiten de forma inadecuada.

Los padres ven reflejados sus sueños en los de sus hijos y muchos quieren que su hijo sea el más alto, el más guapo, el más chirigotero, el más…

Si desde pequeños sólo quieren conseguir un premio, luego no debe extrañar lo que sucede cuando son mayores. Si el fútbol hay que entenderlo con deportividad el Carnaval hay que vivirlo como disfrute, no como competición ya que les podrá aportar grandes desengaños si lo único que les preocupa es llegar a lo más alto.
Lo que tenemos que alimentar los adultos es el cariño a Cádiz y a la fiesta, e intentar que estos niños que son nuestra cantera conserven la esencia del Carnaval. Para ello sólo hay que tener un poco de talento y un buen talante.

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