Jaén es una ciudad que en su poliédrica forma de ser tiene la capacidad de, a veces, poner a prueba la infinita paciencia de sí misma. E incluso llega a autosabotearse. Porque en esta empinada ciudad lo mismo transcurren los días rutinarios y parsimoniosos, vaciándose sus calles al llegar el verano y presenta una imagen desértica, que repentinamente explosiona, rebosa vitalidad y se vuelve hiperactiva.
Rara vez ocurre, pero ocurre de verdad, que repentinamente todo a la vez se junta. Y así sucede este fin de semana. Varios jiennenses andan haciendo malabarismo con sus vidas, sus obligaciones y sus aficiones para poder dar rienda suelta a todo lo que llena sus almas.
El Real Jaén busca redimir su dignidad y dejar atrás el período más macabro de su ya centenaria trayectoria, en la que sonroja recordar la imagen de un presidente mostrenco subido a la mesa de un bar pidiendo calma a una afición que ha visto desparramar sueños e ilusiones en esta última etapa en las catacumbas del fútbol español y aun así sobrevive. La afición que el pasado domingo compareció con diecisiete autobuses en Almería cargados de fieles al color blanco con el que sentimos el fútbol aquí desde que la Olímpica Jiennense transmutara en el Real Jaén de nuestras vidas
La vuelta de aquella expedición a Almería se va a dirimir este sábado por la noche a la misma hora en que suenen los primeros acordes del Xauen Bull Festival en La Alameda, cita que lleva convocada desde meses atrás y muchos jiennenses con entradas para ello, maldiciendo algunos que el año es excesivamente largo como para tener que coincidir todo a la vez.
Pero es que casi ocurre lo mismo el domingo. El partido hubiera coincidido con la novillada del Certamen “Manuel Díaz Meco”. Y volvemos a las mismas: subir a la plaza en el primer festejo de la temporada o bajar al estadio en el último empujón al Real Jaén. Algún amigo casi se rompe la cabeza dándose mochazos contra un muro al ver que todo coincidía en tiempo y hora.
En el ya desaparecido restaurante Casa Vicente colgaba un viejo cartel de toros que a su vez también lo era de fútbol. Anunciaba la alternativa del torero almeriense Enrique Vera, protagonista luego en la célebre película “Tarde de toros”. Fue la suya la última que se concedió en la vieja plaza de toros de Jaén, de manos de Manolo Vázquez con el venezolano César Girón de testigo un 26 de Octubre por la mañana. Y así fue porque se había suspendido tres veces por lluvias y aquel día por la tarde el Real Jaén jugaba contra la U.D.Las Palmas. Un cartel atípico que todavía se conserva en el salón social del Coso de La Alameda.
Esta historia se cuenta en las páginas de una novela que permanece inédita: “Los que sueñan con la gloria”.Una corrida de toros y un partido de fútbol en el mismo cartel, en aquel año de 1952 en el que el fútbol desató la pasión en Jaén tras un futbolista vasco, Arregui, que encabezó aquel equipo que logró meses más tarde la gesta de subir al Real Jaén a primera división.