Resulta machacona por lo martilleante y engorrosa, pero todos los veranos se insiste en la importancia del calor, que indudablemente la tiene, extraordinaria, sorprendente, exagerada, como si pasar de cuarenta grados a la sombra solo se haya dado en la película que Mariano Ozores dirigió en 1967. Ni antes ni después ha subido el mercurio por el termómetro, aunque lo haga todos los veranos. Debe producirse una especie de olvido general y puntual, tal vez por eso se repite la venida de la primera ola de calor con seriedad y hasta temor, porque son varias a lo largo de los tres meses estivales. En el caso que nos ocupa, hemos disfrutado de una transición deliciosa, de mañanas frescachonas, mediodías cálidos y noches muy agradables hasta principiar esta segunda quincena de julio. El calor llega cuando se va la feria, se decía por este rincón.
Los pronósticos -augurios los llamaban nuestros mayores- son más precisos, por lo tanto, la información es más veraz, menos cuestionable y confusa, lo que no impide la aparición de prejuicios, recelos, temores, en suma, de cuantos caminantes aprietan el paso durante las gestiones matinales para volver a casa antes de las once de la mañana y así evitar el temido golpe de calor. En cualquier caso, nos repiten y asumimos esta insistencia al oírla por la radio, tras los informativos, con una sección fija en la previsión meteorológica, o en forma exclamativa durante un encuentro puntual. Es tema común, tan recurrente como inevitable debido a su descubrimiento anual, una revelación, una epifanía por lo inesperado, aunque no sea así, aunque en el fondo se utilice como introducción ante desconocidos en una reunión, aunque los grados de más justifiquen una segunda cerveza o el helado más caprichoso, mientras la noche, acunando la modorra, se perfuma en el jardín, se refresca en la terraza o se cuela en la habitación suavizando la madrugada.
A las redes, lógicamente, se han subido comentarios muy ocurrentes, el resultado de una reflexión concienzuda, escrita con muy pocas palabras, lo que aporta firmeza a la conclusión y que, en muchos casos, hace reír. Hoy se les llama posts, publicaciones, viene del inglés y los vemos en blogs y redes sociales, como se ha anotado. En una de ellas, Roni, el usuario o el autor, escribió: el hombre es el único animal que todos los años se sorprende de que en verano haga calor, tan claro y evidente como un axioma, una proposición rotunda, cuyo cierre suscita la complicidad del lector, que mueve la cabeza afirmativamente, sin darse cuenta.
Que por el calor soplen y repitan nuestros aires bonancibles.