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La lucha contra la enfermedad del alcoholismo: “Esto no se cura, pero se para”

Alcohólicos Anónimos acaba de celebrar su medio siglo en Jerez, donde cuenta con cinco grupos de apoyo en toda la ciudad

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  • Alcohólicos Anónimos contó con su primer grupo en Jerez en 1974 -
  • “Yo me he perdido media vida por culpa del alcohol y si no hubiese venido a Alcohólicos Anónimos hoy estaría muerto”
  • Lamentan los anuncios en los que se pide “beber con moderación”, ya que es “como si te dijeran que beber es bueno”

Se llamaba Bill. Era corredor de bolsa en Nueva York cuando se produjo el crack del 29 y terminó refugiándose en la bebida. Unos años más tarde, en 1935, coincidió con otro alcohólico y de aquella conversación surgió el germen de lo que hoy conocemos como Alcohólicos Anónimos. Desde entonces hasta ahora, la organización está presente en 160 países, entre ellos España, donde participan unas 60.000 personas.

“Decimos que una copa es mucho y que mil no son suficientes. Es como si te coge el tren. Da igual los vagones que tenga”

Jerez forma parte del área 19 y desarrolla su labor a través de las reuniones celebradas en cinco grupos: el Nueva Luz en San Telmo, el de La Granja en la Iglesia de Santa María, el Aceptación en Ronda Muleros, el Acción en la Iglesia Virgen de los Dolores, y el grupo Jerez en la barriada de La Plata, en un local cedido por el Ayuntamiento. El pasado día 7 celebraron sus primeros 50 años de historia con un acto  en el que intervinieron un integrante con 47 años de sobriedad -entró en el 77-, otro con 37 y el responsable de un centro de rehabilitación de alcohólicos en Los Palacios.  

Cuentan que el germen de Alcohólicos Anónimos en Jerez se debe a una monja que veía en el hospital a diario el problema de personas ingresadas a causa del alcohol. Se puso en contacto con el grupo existente en Málaga y acudieron a su llamada para poner en marcha el primer centro de reunión en la ciudad y dar a conocer su “programa de vida” entre quienes padecen esta “enfermedad”. “Antes éramos adictos y apestados; ahora por lo menos somos enfermos”, resalta Antonio, que lleva 22 años sin probar una gota de alcohol y que tiene asumido que “nunca vas a estar curado, porque esta enfermedad no se cura, pero se para”. Como él mismo expone, la clave está en “una célula viciadora que algunas personas presentan en el cerebelo. Se llama Tetrahidroisoquinolina  (THIQ). Esa célula la tienen las personas que prueban el alcohol y es la que hace que no pueden parar”, de ahí que la OMS llegara a tipificar el alcoholismo como enfermedad.

“No es un vicio, es una enfermedad, y dura para toda la vida”, recalca Ildefonso. El próximo febrero cumplirá seis años en Alcohólicos Anónimos. “Todo pasa por aceptar la enfermedad.Poner el tapón a la botella es lo más fácil. No bebes, pero después qué, porque el estado de sobriedad no se alcanza hasta que no sufres por no beber, y ese estado es emocional y espiritual, pero se alcanza con el tiempo”.

Él admite que tardó en dar el paso. Lo hizo a los 55 años, y lamenta haber tardado tanto en hacerlo. “Yo me he perdido media vida o más por asumirlo tan tarde. Cuando llegas te das cuenta de que podrías haber vivido sin alcohol”, relata, y advierte que “el final del alcohólico es el cementerio, el hospital o la cárcel. Por eso, cuanto antes mejor”. Por su experiencia sí considera que “al alcohólico hay que dejarlo solo, como me hicieron a mí, después de que me dejara mi mujer. Empiezas como si te liberaras, pero los dos últimos años mi vida era un infierno. Si no hubiera venido hoy estaría muerto”. 

Antonio destaca la importancia de acudir cuanto antes. “Ojalá lo hicieran con entre 27 y 33 años, porque ¿tú sabes la cantidad de años que nos quitamos de sufrimiento?”. 

En su caso llegó a tiempo. “Lo que tienes que aceptar es que si yo bebo, la lío. El alcohólico es el último que quiere dejarlo, porque se siente seguro bebiendo. Pero en su vida real está destrozando a su mujer, sus hijos, su vida, y no te das cuenta. El 90% va porque la mujer, el hermano, el jefe, le dice, oye, que tienes un problema”.

Él empezó a beber a los 12 y estuvo hasta los 33, sumando al alcohol los porros, las anfetaminas y la cocaína. “Ahora llevo más tiempo fresco que el que me pasé bebiendo, pero no he tenido adolescencia, ni juventud. Con 33 años era un niño mentalmente hablando. Qué madurez voy a tener si estoy todo el día ciego”, señala como aviso a navegantes, a todos esos jóvenes en las botellonas. “No estoy en contra del alcohol ni de nada, porque no funcionamos así, pero entiendo que para muchos de esos jóvenes puede ser un problema el día de mañana”, apostilla.

Pero más allá de la experiencia personal que les llevó a aceptar su “enfermedad”, está la labor de la que participan en Alcohólicos Anónimos, su “programa de vida”, que asumen como “espiritual” y que rige su funcionamiento a través de 12 pasos, 12 tradiciones y  12 conceptos.

Nosotros enseñamos o nos enseñan a vivir sin alcohol. Después lo que hay que ser es agradecidos, por eso no dejo de ir”, destaca Antonio.  “El primer paso dice: yo soy impotente ante el alcohol y mi vida se vuelve ingobernable -es la única cita al alcohol en los 12 pasos-. Tienes que estar seguro y creyéndote de que eres impotente ante el alcohol”. Y para llegar hasta ahí, “cuesta admitir el problema. Muchísimo”. De hecho, admite que “el éxito de quitarse de beber puede ser de un 10%, y personas que se queden  es de un 4 a u 6%. ¿Quieres seguir así toda tu vida sin beber,  o hasta que pase el temporal? Hay más de los que dicen hasta que pase el temporal. Pero hay quien quiere cambiar, y tiene la oportunidad con Alcohólicos Anónimos”.

Su logo, un triángulo, representa cada uno de los tres principios que sirven de guía a sus reuniones: unidad, servicio y recuperación. “La base es la recuperación, a través de los 12 pasos. La unidad es a través de las tradiciones; es una manera de vivir para estar unidos. Y en los servicios están los conceptos, las pautas que tenemos que seguir para llevar un servicio coherente”, enumera Ildefonso, quien señala que “no somos terapeutas, ni profesionales, ni decimos lo que tenemos que hacer”, pero “es una forma de vivir para los demás”, apostilla Antonio.

Y dentro de esa convivencia semanal, de testimonios compartidos y esfuerzos de superación, lamentan tener que hacer frente a las publicidades de bebidas alcohólicas en los que se pide “beber con moderación. Es como decir que es una droga legal, o como si te dijeran que beber es bueno”, critica Ildefonso, sobre todo teniendo en cuenta que el alcohólico “siempre busca excusas para beber. Nunca jamás el alcohólico beberá con moderación”. A este respecto, Antonio expone otra de las máximas de sus grupos: “Decimos que una copa es mucho, y mil no son suficientes”, y nos pone el ejemplo del tren para entenderlo mejor. “Si te pones en la vía del tren y te atropella la locomotora, da igual los vagones que vengan detrás. Lo que te mata es la máquina, la primera copa”.

No parece difícil entenderlo, aunque lo importante es saber aceptarlo.

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