El ser humano es un animal racional, supuestamente, aunque a veces de muestras de que está bastante alejado de esa racionalidad. Pero si nos caracterizamos de otras especies es precisamente porque pensamos, entre otras cosas porque estamos sometidos a una constante tomas de decisiones y para adoptar esas decisiones, se precisa de una previa reflexión. Esto supone que el ser humano a veces, en esas tomas de decisiones se equivoque, y no por eso haya que quemarlo en ninguna hoguera ni siquiera cuando quien ha confundido la elección se niega a reconocer ese error.
En política y en Gobierno, las decisiones que se adoptan suelen ser bastante transcendente, y el error suele pasar grandes facturas, pero es algo que está dentro del juego, como lo está el cambio de colores políticos. En estas últimas elecciones hubo cambios de nombres marchando de un partido político a otro, algo que te gustará más o menos, y estaremos más o menos de acuerdo, pero desde luego hay respetarlo, porque es legítimo hacerlo y por lo tanto nadie debería de reprocharle un cambio de opción a nadie. En cambio, es muy sintomático como algunos de los que cambian de partido, retiren la palabra o ataquen a quienes lejos de entrar en batallas, se han limitado a respetar ese cambio permaneciendo en el lugar donde estaban. Dice bien poco de estas personas, y les hace perder toda razón en su argumentario, básicamente porque carecen de ellos o si lo tienen no lo han verbalizado en ningún momento.
Yo he tenido que aguantar como se me ha retirado la palabra, bloqueado de sus redes sociales o simplemente quitado de amigos, personas a los que les tenía aprecio, pero desconociendo esa actitud, basada en un enfado o un cambio de ideología política, que yo he respetado. Afortunadamente otros no han actuado así y han mantenido la relación personal, eso sí, con cierta distancia e incomodidad al principio por ambas partes, propia de la situación, pero que afortunadamente parece haberse regularizado.
Mi pregunta ahora es por qué algún personaje de estos, que han llevado su posicionamiento de un extremo a otro, puede cambiar de ídolo político y pase de intentar ridiculizar a los representantes de un partido, a defenderlos con uñas y dientes y para eso, me reproche una y otra vez, mi posición con respecto al Festival de Música Cabo de Plata. Lo expliqué en la primera columna antes del primer Festival, lo corregí en la segunda, y después de muchos años después, don erre que erre, vuelve a citarme dándome una trascendencia que nunca quise, y nunca he tenido. Volveré a explicarlo una vez más, porque me da pereza buscar las columnas de entonces. Nunca, repito bien alto NUNCA, estuve en contra del Festival Cabo de Plata, lo que sí expresé era mi miedo a que el pueblo de Barbate pudiera dar servicio a la cantidad de gente que atraería un festival de música como este. Esto fue lo que ponía esa columna previa al primer Cabo de Plata. La columna de opinión que escribí después del primer Festival Cabo de Plata reconocía mi error por tener dudas y por ello no tengo problema en felicitar a la organización y por supuesto a los políticos que hicieron posible ese Festival y sus posteriores ediciones. Eso es lo que dije en mis columnas de opinión, y quien diga que yo “denosté” el Festival, miente y miente a lo grande, porque no me posicioné en contra, tampoco a favor, porque insisto tenía miedo a que no pudiéramos ofrecer los servicios requeridos. Se dio ese servicio y fue un éxito, así lo reconocí y así lo dije. Habrá que recordarle a este señor que, si puede cambiar de acera sin que nadie le tosa, que los demás también podemos confundirnos sin ser comisarios de nadie.