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Viernes 19/04/2024  

"Me metí en política para construir la Residencia de Ancianos de Cruz Roja"

El doctor Martín Almeida cuenta cómo consiguió sacar adelante el proyecto y su paso por la sanidad rural y la de San Fernando.

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Los vecinos de San Fernando lo homenajearon este verano por su labor como algo más que médico de cabecera, algo que él agradece precisamente por llegar de quienes llegaba, el movimiento vecinal que “me ha adoptado como isleño”. De un pueblo de Salamenca llamado Salmoral, sus pricipios fraguaron su carácter de médico de raza que ha seguido explotando hasta su jubilación y haciendo lo más difícil: de un enfermo, un amigo “porque en la medicina si nohay humanidad, no funciona bien”. Y lo ha conseguido con creces.

—El médico de familia ha sido algo más que un médico. ¿Hay mucha diferencia entre el médico de cabecera y el especialista? Aunque usted es también especialista en Odontología...
—Yo tengo la especialidad de odontología pero no la he ejercido nunca porque me gustaba más la medicina que la odontología. Yo era médico de cabecera, del Cuerpo de Médicos Titulares que ya se ha extinguido, funcionario técnico del Estado al servicio de la sanidad local... hemos tenido muchos nombres pero somos médicos de cabecera. Empecé a ejercer en 1963 en zonas rurales de Segovia y de Ávila, he vivido la medicina en tres etapas totalmente diferenciadas. En estas zonas rurales estaba yo solo, no tenía practicante, ni matrona... tenía que hacer todo. Atendía partos, ponía inyecciones, ponía goteros... En aquellos tiempos no todo el mundo tenía Seguridad Social y te encontrabas con casos que deberían estar ingresados pero como no podían ir al hospital los tenías que atender en sus casas. Yo recuerdo haber tenido en algunas zonas rurales un gotero en cada sitio, y tenía que ir a ver un gotero, volver al otro lado...

—...
—En la zona de montaña que me tocó ejercer alguna vez, si tenía que atender a un parto que generalmente son por la noche, ibas y no te podías ir a casa porque a los cinco minutos llegaba el marido diciendo que le estaban dando los dolores de caballo, señal de que aquello venía más deprisa. Me acuerdo una vez que tuve que evacuar a una parturienta en la montaña a una zona del camino donde estaba el coche y tuvimos que habilitar una escalera, colocarla encima y portarla dos o tres kilómetros por la ladera de la montaña hasta el vehículo. Aquella medicina me gustaba, era ilusionante, agradecida, y no se me olvida. Decían que era heróica, pero la verdad es que a mí me gustó, me trae buenos recuerdos y todavía recibo felicitaciones de gente a las que asistí hace 40 años.

—Quizá esas condiciones de trabajo son las que forjaron su carácter y su forma de practicar la medicina hasta el punto de que los vecinos consideraran que es un médico diferente...
—Entonces se utilizaban más las inyecciones que las pastillas y como la inyección se la tenías que poner tú, pues lo tenías que visitar todos los días hasta que le dieras el alta. Cuando yo vine aquí, me fui al Ambulatorio Hermanos Laulhé, me siento en mi consulta y el enfermo, muchos, porque estaban habituados a eso, me decían vengo a que me haga unos análisis, a que me haga una radiografía, a que me recete usted estos siete cartones que echaban encima de la mesa... A mí me dejaban cortado, porque yo les decía que para prescibirles unos análisis o una radiografía, tiene que decirle qué le pasa, y para qué toma estos siete cartones... Pues a pesar de todas las explicaciones que les daba, se enfadaban mucho y tomé la determinación de que quien no estuviera de acuerdo con mi sistema, que era mirar a la gente y decidir lo que le conviene, que se fuera a ver al inspector o se cambiara de médico.

—Y al final...
—Yo venía de un sitio en el que visitaba al enfermo hasta que el enfermo estaba bueno y ya estaba decidido a pedir un nuevo traslado y marcharme de San Fernando. Pero me empecé a hacer con la consulta y comenzamos a entendernos y llegó un momento en que sobrepasé el cupo por exceso de cartillas y ya no hubo más problemas. Pero algunas veces iba a ver a un enfermo que había estado hacía una semana y a mi juicio merecía darle un repaso a ver cómo estaba y me decía la señora que no me habían avisado. Y yo le decía que iba a ver a su marido a ver cómo estaba, y luego lo agradecían, pero si yo no iba a verlo las próximas noticias que tuviera de ese señor es que había muerto. Y de la misma forma que visitaba en las zonas rurales, he visitado aquí lo mismo.

—¿Han cambiado la asistencia y la gente en estos años?
—Yo creo que la gente ya ha comprendido que tiene que hacer caso del médico de cabecera que está interesado por ella. Nuestro protagonista es el enfermo. Los médicos de familia están muy bien formados pero también la gente cada vez exige más. Y también es cierto que para no tener problemas y malas situaciones, lo que tienes que hacer es escuchar al enfermo, hablar con el enfermo, darle el tiempo que sea necesario y tratarlo como protagonista y como amigo.

—Me supongo que por su cargo administrativo habrá tenido mucho que ver en la mejora general de la salud en la ciudad.
—Mi cargo como jefe local de Sanidad se refería fundamentalmente a las cuestiones sanitarias del pueblo, informes sobre viviendas, los caños que había por detrás de las casas en Camposoto.

—Sigue habiendo.
—Pero han construido y hay pocos. Yo me acuerdo haber hecho un informe desde San Marcos, San Onofre hasta la Venta Pepe, por detrás, apuntando dónde desaguaban las casas, número por número... y aquello era un desastre total. Un informe que figura dormido en el Ayuntamiento, aunque después se ha tapado porque han construido y han rellenado, pero había un chabolismo horizontal tremendo.

—De todas formas, su compromiso social ha sido patente. Está ahí la creación de la residencia de ancianos de la Cruz Roja.
—Yo fui presidente de la presidente de la Cruz Roja de San Fernando durante 25 años y promoví, junto con mis compañeros de junta, la residencia de ancianos. Accedí a coger la presidencia de Cruz Roja en tiempos de Francisco Ibáñez Prieto, el tocólogo. Me pidió que me hiciera cargo pero ya tenía la idea premeditada de hacer la residencia de ancianos y en la primera junta que se celebró siendo ya presidente de San Fernando, que tuvo lugar en Jerez, ya lo propuso así como solicitar los terrenos al Ayuntamiento. Se aprobó la propuesta y se llegó a construir.

—Pero tiene su historia.
—Esto no lo he contado nunca. Yo estaba tranquilamente en mi casa ejerciendo mi profesión y sin ninguna idea de meterme en política, a gusto y satisfecho, como jefe local de Sanidad y presidente de la Cruz Roja. O sea, que estaba ocupado. Y me fueron a buscar para que fuera en la candidatura de UCD.

—De eso quería hablar luego, de la otra parte de su compromiso social, en este caso el político.
—Enlaza lo político con lo social. Fue a buscarme a mi casa Juan Antonio García Díez, que fue diputado por Cádiz. Yo no tenía ninguna intención de meterme en este asunto y le dije que dentro de unos días le contestaría. Cuando fueron a los tres o cuatro días, yo ya había madurado mi idea de conseguir una contraprestación por unirme a esa lista. ¿Cuál era? La Asamblea Local había presentado en la Dirección General de Acción Social, en Madrid, el proyecto de la residencia de ancianos, un proyecto por el que tuvimos que pagar en una entidad bancaria Manolo Urréjola, Juan Antonio Pérez Arévalo y yo tres millones de pesetas. O sea, que si después no conseguíamos más dinero, nos quedábamos sin los tres millones de pesetas porque eso se paga en el Colegio de Arquitectos.

—Y usted aceptó.
—Cuando vino Juan Antonio García Díez le dije que sí, pero que no quería ir en los primeros puestos. Y le dije que lo que le pedía era que nos concedieran la subvención de cien millones de pesetas que habíamos pedido. Y me dijo “eso está hecho”, así que tuve que ir en la lista. A los tres o cuatro meses llegó el dinero, cumplió el tío, y yo me fui de la política a los cinco o seis meses. Esa fue la causa por la que me metí en política, buscando un beneficio, no para mí porque entonces sería un sirvengüenza, sino para San Fernando. Luego nos dio 20 millones Capitanía General, después la Diputación y lo que faltó lo puso la asamblea suprema. Por cierto, García Díez vino a inaugurar Carrefour al cabo de unos años y fui a saludarlo y me dijo que fui el concejal más caro que había buscado.

—Pero usted también pagó un precio, porque entonces la política era dura con el Pacto por la Izquierda, la UCD todavía fuerte...
—Aquí sacó la UCD mayoría de votos pero se unieron los comunistas, el PSOE y el PSA y entre todos ganaron por mayoría. Era un tiempo en el que yo no era experto en cuestiones políticas, puede que alguno compañeros lo fueran más, pero no mucho. Pero el tema de entonces como el de ahora es que los políticos, que dicen en campaña que están ahí para servir al ciudadano, en su mayor parte van buscando un modus vivendi y no tienen vocación. Deberían saber que tienen que velar por el dinero público más que por el propio, porque el tuyo lo puedes dilapidar, pero no el público. Y no entiendo cómo no se ponen de acuerdo para las necesidades de una ciudad, cuando las necesidades son muy claras. Pero siempre votan la oposición contra el gobierno y el gobierno contra la oposición, no buscando méritos propios sino los fracasos del otro. Y eso es un verdadero desastre.

—¿Se le ocurre una receta?
—Yo creo que sería necesario que dentro de esos grupos políticos hubiera candidatos independientes, que tienen la ventaja de no depender de nadie. Yo creo que los únicos que no tienen libertad en España son los políticos que pertenecen a un partido político.

—Desde luego.
—Un tío que dice que es católico apostólico y romano y vota al aborto, está engañando en sus propuestas cuando lo que debería hacer cuando se vota el aborto es salirse fuera. En ese momento no tienen libertad de expresión. Lo lógico es que todos fuéramos políticos con una ideología que conglomerara todo lo bueno de cada partido, porque evidentemente todos los partidos tienen algo bueno. Eso es lo bueno que tenemos los independientes, que podemos tomar lo bueno de cada partido y eliminar lo malo de cada uno.

—Si hablamos con un médico hay que preguntarle si hace falta un cuarto centro de salud en Camposoto y un hospital en San Fernando.
—Un cuarto centro de salud en Camposoto, que ya estaba aprobado y se ha parado, creo que sí, porque hay una población importante y alejada del centro. Y luego tenemos el tema del hospital, ¿no?

—Efectivamente.
—Cuando yo trabajaba en zona rural, los hospitales estaban a 60 ó 70 kilómetros.

—Pero eran otros tiempos.
—Pero no se han construido más hospitales porque allí las zonas rurales están muy dispersas. Pero es que un hospital es un servicio muy costoso y en la época que estamos hay que priorizar los gastos, por lo que no me parece en absoluto prioritario que San Fernando tenga un hospital y que origine unos gastos sin que tengamos un duro. ¿No crees que en Madrid o en Sevilla hay hospitales que se tarda más en llegar que lo que tardamos nosotros en llegar a Cádiz?

—Sí que los hay.
—Pues nosotros tenemos un hospital en Cádiz a diez minutos y uno en Puerto Real a un cuarto de hora. Además, la pregunta que yo hago siempre es ¿por qué el hospital no se ha abierto ya para San Fernando con los años que lleva eso a un rendimiendo mínimo? Si eso es tan necesario y tan rentable ya lo hubieran hecho, aunque un hospital no es sólo la asistencia, tiene que tener docencia, atención continuada, formación... No es fácil que un hospital funcione, y lo que se puede hacer es abrir un hospital con el 50 por ciento de las camas porque no se llenaría con la gente de San Fernando. Le vendría muy bien a la gente, pero lo que tenemos que pensar es si estamos o no atendidos desde el punto de vista hospitalario.

—...
—Ha habido manifestaciones, han pasado diversos partidos políticos y no lo han determinado. ¿Por qué no se ha hecho? Yo pienso que es por una razón política y que ese hospital depende de la OTAN y si depende de la OTAN no se puede llenar de gente porque cuando le haga falta a la OTAN no vamos a echar a la gente. De otra forma serían muy tontos para no aprovechar ese hospital que lleva muchos años con un mínimo de camas, con un mínimo de funcionamiento y progresos tecnológicos y que es una ruina total. Yo pienso que es por lo otro, aunque ahora mismo no es prioritario para San Fernando. Lo prioritario es que la gente tenga trabajo. .

—Acaban de salir las cifras del paro.
—Yo no estoy en contra del hospital, pero doy mi opinión fundamentada y hay ciudades que tienen los hospitales mucho más lejos que San Fernando.

EL TRATO CON EL ENFERMO
El doctor Martín Almeida es un defensor a ultranza de toda la comunidad sanitaria y aprovecha la ocasión para dejar bien claro que el sistema público de salud no es cuestión de los médicos, sino de todo el personal, practicantes, enfermeros, personal de administración... una máquina bien engranada para prestar el mejor servicio al paciente.

Ha dejado su impronta en San Fernando tanto en la consulta como en su puesto administrativo. En la consulta estableciendo su propio sistema que pasaba por estar con el paciente el tiempo -prudencial- que hiciera falta, hasta el punto de que mientras las demás consultas duraban dos horas, la suya duraba cuatro. Eso sí, tuvieron que cambiarlo al último turno de las cuatro de la tarde para no tener que desalojar la consulta a la llegada del siguente facultativo.
En el aspecto social, además de su labor en la Cruz Roja, realizó muchos informes para que las viviendas públicas fueran a quienes realmente las necesitaban, además de pelearse con los poderespúblicos para hacer una ciudad más saludable.

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