Su futuro depende del color del botón que aprieten los jueces del Tribunal de Arbitraje
Alberto Contador acaparó la portada del ciclismo mundial en 2011 por el proceso del presunto dopaje por clembuterol en el Tour 2010, pendiente de la decisión del Tribunal de Arbitraje (TAS), la cara en el Giro, donde se enfundó su segundo maillot rosa, y la cruz del Tour, desplazado a la quinta plaza.
El único ciclista español que ha ganado las tres grandes por etapas prepara ya la temporada 2012 convencido de su inocencia, pero su futuro depende del color del botón que aprieten los jueces del TAS. Si pulsan el verde tendrá la opción de luchar por su gran objetivo: ganar el cuarto Tour; su presionan el rojo, llegará una sanción que cortaría en seco su trayectoria.
Contador, recién casado y cumplidos los 29 años, comerá el turrón con dicha incertidumbre, pero al menos ha podido competir en una temporada que empezó inhabilitado por la Federación española, organismo que le devolvió la licencia el pasado mes de febrero. A partir de ese momento, y hambriento de victorias, se marchó de inmediato a disputar la Vuelta al Algarve.
Después de ganar las Vueltas a Murcia y Catalunya se alistó al Giro de Italia, donde desplegó una exhibición de principio a fin que le permitió llegar a Milán con la "maglia" rosa. La segunda en su palmarés. Apareció la mejor versión de Contador, ambicioso, atacante, airoso en su duelo con los italianos Vincenzo Nibali y Michele Scarponi, rendidos a su potencial, ganador de las etapas del Etna y de la cronoescalada de Navegal.
Mientras se aplazaba una y otra vez su comparecencia ante el TAS, Contador, a pesar del desgaste en el Giro, decidió presentarse a la salida del Tour de Francia, aunque con presión del equipo, el Saxo Bank, que no quiere prescindir de su estrella en la mejor prueba del calendario.
En Francia escuchó silbidos de los aficionados y leyó comentarios adversos en un sector del pelotón, que no veía con buenos ojos su presencia por la sombra del dopaje. La carretera tampoco le ofreció su mejor cara. Fue víctima de varias caídas y afrontó las etapas pirenaicas con más de un minutos de retraso sobre sus rivales directos, los hermanos Andy y Frank Schleck y el australiano Cadel Evans.
El máximo favorito al primer escalón del podio de París trató de asustar a sus rivales en la segunda semana, pero todo quedó supeditado a los Alpes, el terreno de Contador, que arrastraba molestias en una rodilla. El Galibier terminó con sus ilusiones, ya que sufrió una "pájara" considerable en sus rampas.
De nada sirvió su golpe de coraje en la jornada de Alpe D'Huez, donde apostó por una escapada lejana, desde el Telégraphe. Al final fue tercero por detrás del francés Roland y de Samuel Sánchez.
El podio ya quedaba lejos y el objetivo no fue otro que llegar a París sin optar por el abandono. Adiós al cuarto Tour y a la prolongación de una racha de seis victorias seguidas en las grandes. Llegó entonces el turno para Cadel Evans, el guerrillero australiano eterno segundón que sacó al fin brillo a su regularidad. Era su bautizo en la grande "boucle".