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Viernes 10/05/2024  

Una sanidad de bajo coste

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La gestión del sistema público sanitario viene siendo tradicional argumento de confrontación entre las diferentes fuerzas políticas, más aún ahora, en época de vacas flacas, que es cuando deben compensarse los excesos económicos que se cometieron en el pasado. En Andalucía, al igual que ocurre en otras comunidades autónomas, todavía presumimos de disfrutar de una atención sanitaria universal y gratuita. Sin embargo, pasamos por alto los continuos recortes que se han ido aplicando en los últimos años, como si acaso no afectaran al contribuyente.
Así, cuando uno acude a los servicios de Atención Primaria empieza a tener la sensación de que más que a un médico acude a un confesor para que le reporte la paz interior que le mantiene maltrecha un vulgar resfriado. Lo que antes era una exploración en toda regla a la búsqueda del virus de las narices –y nunca mejor dicho- ahora se convierte en una especie de diálogo para besugos. El médico pregunta lo evidente y usted responde perogrulladas. “Pues sí, se me atasca la nariz, me da fiebre y toso mucho por las noches”.

Y es aquí cuando el galeno le receta esa especie de pócima mágica capaz de atajar todos los males del mundo mundial: el suero fisiológico. Hasta hace unos años, los andaluces curábamos nuestras gripes y resfriados a base de antibióticos. Ahora no, ahora se aplica la solución salina lo mismo para un sarampión que para la torcedura de un tobillo. Antes, un niño con 39 de fiebre no volvía del médico sin un pinchazo en el culete. Ahora, le da tiempo de aprender a nadar en suero fisiológico antes de regresar al colegio.

No estaría de más que los médicos ofrecieran dos recetas al enfermo: la de toda la vida y la de bajo coste. De manera que quien de verdad quiera curarse se deje los cuartos en la farmacia y quien simplemente quiera disfrutar de una asistencia gratuita se conforme con retirar de la botica su ración de suero.
Lo que no puede hacer el sistema es limitarse a recetar dosis de paciencia con el argumento de aminorar el gasto farmacéutico. Esa no es una sanidad gratuita, sino una sanidad de bajo coste.

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